Epsy Campbell, ex vicepresidenta de Costa Rica (2018-2022), actual presidenta del Foro Permanente sobre Afrodescendientes de Naciones Unidas, y presidenta de la Comisión de Alto Nivel sobre Salud Mental y COVID-19 de la OPS, habla de los retos de la región latinoamericana como si fueran propios (porque así los asume).
Campbell sabe que es una zona tremendamente desigual, que tiene una deuda muy grande con sectores muy importantes de la población, y no lo esconde.
Pero cuando habla de desigualdad, no solo se refiere a lo económico. Se refiere a la privación de derechos fundamentales a grandes contingentes de la población, una circunstancia que considera insostenible en el mediano plazo.
Para esta mujer, la política es un servicio público para el bien común. “No es un servicio individualísimo, no es una herramienta de ascenso económico, no es la posibilidad de alimentar el ego para sentir que eres importante. Es un servicio público. Y necesitamos más gente buena que esté dispuesta a hacer un servicio público”.
“Es desafío es tomarse la política en serio. Es que el bien común esté en el centro de los estados”.
Campbell critica que se ha creado la idea de que la política se trata de hacer un juego electoral cada 4 o 5 años, donde los partidos políticos proponen un programa que luego guardan en la última gaveta del escritorio cuando llegan al poder.
“La democracia es un régimen representativo por excelencia y si el gobierno cada vez se distancia más de la gente a la que se quiere gobernar, eso es caldo de cultivo para crisis sociales”, dice.
Epsy Campbell conversó con ACENTO durante una breve visita al país, y dejó mensajes muy claros:
- Las mujeres van a compartir el poder con los hombres antes de lo que se estima.
- Las juventudes deben accionar más allá del “tuit más ácido que puedan publicar”.
- A partir de la pandemia, la salud mental tiene que ser intrínseca al derecho a la salud de las personas.
La gente está muy pendiente, hay más vigilancia por parte de la sociedad. ¿Qué cree que deben tener como prioridad los presidentes de Latam en sus planes de gobierno?
EC: La realidad en materia de desigualdad es uno de los desafíos más importantes que tienen los y las gobernantes en este tiempo. Con la pandemia, por ejemplo, millones de personas en las zonas rurales con poquísimas alternativas de desarrollo real, millones de niños, niñas, jóvenes y adolescentes; literalmente fueron expulsados del sistema educativo. La metáfora del apagón educativo evidencia que había mucha vulnerabilidad en el sistema de educación en los sectores medios y bajos.
Tienen otro desafío, que me parece fundamental, y son todos los temas ambientales y los impactos del cambio climático que, además, lastiman de manera mas profunda aquellas comunidades que viven en las costas y litorales. Vivimos en países que son altamente vulnerables al cambio climático y hay que tomar medidas paliativas y preventivas.
Creo que el tema de las mujeres y las oportunidades económicas en condición de igualdad se convierte en un tema fundamental en este tiempo. Ya no podemos pensar que es un asunto de las mujeres. Es un asunto del Estado.
Finalmente quisiera decir que hay una realidad que afecta sustantivamente millones de personas de la población de América Latina y el Caribe, y es el racismo sistémico, porque evidentemente hay personas que no tienen posibilidad de acceder a los mas mínimos derechos porque pertenecen a un grupo racial y étnico que ya les coloca en una situación de desventaja estructural. El sistema no permite que caminen.
¿Cuáles reformas podrían hacer los países de Latam a nivel de políticas públicas para garantizar la paridad en la participación política?
EC: Los partidos políticos a lo interno pueden decidir tener paridad. No necesitan ninguna ley. Aquellos partidos políticos que se comprometen con la paridad, deben hacer la reforma interna para que, en la representación de sus estructuras, órganos de decisión y ofertas electorales haya paridad. No es posible que uno diga que sí quiere, pero hasta que el Estado lo obligue.
Uno de los desafíos del mundo es que las mujeres compartan el poder con los hombres.
Ya hay una evidencia de que las perspectivas de las mujeres contribuyen a tomar mejores decisiones, más eficientes, y que se pueden administrar mejor los recursos.
Dice el Foro Económico Mundial que, si las mujeres participaran en condiciones de equidad la toma de decisiones, el PIB de los países podría crecer entre un 20 % y un 35 %.
Usted ha dicho que “debemos ir duro contra las ideas, pero suave contra las personas”. ¿Cree que hay sororidad en la política?
EC: He encontrado apoyo de muchísimas mujeres. Una puede ver la película del lado que quiera. Puedo identificar que podría no haber recibido respaldo de todas las mujeres que me he encontrado, pero sí creo que hay cada vez más mujeres consientes que tenemos que trabajar desde una entidad más colectiva, y creo que efectivamente algunas decisiones que se toman en los congresos, impulsadas por mujeres, así lo demuestran.
Creo que lo femenino debería dar nuevas lecciones de hacer política. La política depredadora, competitiva, la de cortar cabezas… esa política que cree que la mentira es la herramienta más eficiente y que lo menos importante son las ideas, y que tienen que acabar con las personas; esa política debe quedar en el pasado. Es una política que no construye.
En la política se tiende a contar las historias negativas como una manera de una sentirse una demasiado fuerte. Yo solamente, por excepción, cuento algunas experiencias que sirven, más que por la experiencia negativa, por la lección aprendida, pues siempre hay lecciones aprendidas que aquello que una considera duro.
Latinoamérica ha tenido sus presidentas. ¿Qué camino ve en ese sentido? ¿Cree que la mujer está estancada en el segundo lugar?
EC: Todavía tenemos una cuesta que subir, pero creo que lo podemos hacer más rápido de lo que las estadísticas dicen que lo vamos a hacer. Desafiar el futuro es hacer cosas en el presente.
Creo que mayor participación de mujeres en los espacios políticos también abre la posibilidad de que otras mujeres puedan aspirar a esos puestos, pero también hace que la sociedad las mire. Va generándose una conciencia colectiva que normaliza la participación de las mujeres, que es uno de los temas más importantes es la construcción de imaginarios.
¿Cree que nuestros gobernantes le están prestando suficiente atención a la salud mental?
EC: No le están dando suficiente importancia. Primero, se debe entender que el bienestar de las personas pasa por el bienestar emocional. Segundo, que la salud mental determina mucho la salud física.
El “deber ser” es cada vez más fuerte y la depresión en tiempos post COVID aumentó muchísimo.
La inversión en salud mental es mínima. La visión de cuidar y cuidarse a una misma, es una que podemos aportar las mujeres a la política.
Colocar el tema de la salud mental es hablar de derechos, de salud. La salud mental tiene que ser intrínseca al derecho a la salud de las personas.