Nunca Trujillo fue más transparente en la ejecución de un crimen por demás espantoso. Trujillo llega a Santiago entre el 10 y 12 de noviembre de 1960 y declara a la prensa: “No tengo problemas en mi gobierno, bueno tal vez Las Mirabal en Salcedo “. Las emisoras de radio transmiten en vivo el mensaje. Al día siguiente, Trujillo se apersona solo y sin acompañantes en su carro al Club de Salcedo. Detrás suyo iban los vehículos que transportaban a su cuerpo de ayudantes militares. En el referido centro social recibe los saludos de los que se presentaron allí. Menos de 10 días después caen asesinadas La Hermanas Mirabal, el 25 de Noviembre siguiente. Y por si fuera poco, en 1962 en el tribunal de jurisdicción nacional, los asesinos confiesan el crimen cometido.

Claro. Yo era Fiscal en Salcedo cuando él llegó al club y fui destituido al día siguiente porque no le estreché la mano a Trujillo. Y en 1962, yo era abogado ayudante del Fiscal de Jurisdicción Nacional (Rafael Valera Benítez) que asumió la acusación pública en el juicio seguido a los asesinos de las Mirabal, que confesaron en audiencia frente al juez, Lic. Osvaldo Soto, la ejecución del crimen.