Vivimos en una sociedad que cambia todo el tiempo, y la educación no se queda atrás. Pero hay cosas que, en vez de avanzar, retroceden.
Un ejemplo claro es la desaparición de las bibliotecas escolares. Hoy en día, muchas escuelas públicas no tienen una, y en su lugar han puesto un estante con cinco libros en el aula. Para mí, eso no es suficiente.
Como maestro de primaria y secundaria, sé por experiencia lo importante que es una buena biblioteca en un centro educativo. No se trata solo de tener libros, sino de contar con un espacio que motive a los estudiantes a leer, a escribir, a investigar. Y también hace falta una persona preparada, que guíe, que recomiende lecturas, que despierte ese interés por aprender más allá del aula.
El Ministerio de Educación debería tomarse este tema en serio. Una biblioteca bien equipada no es un lujo, es una necesidad. No solo para aprender lengua o literatura, también para conocer historia, ciencia, matemáticas y cultura en general. Si queremos estudiantes más críticos, más creativos y más curiosos, necesitamos bibliotecas que estén vivas y que realmente formen parte del día a día escolar. Es hora de regresar a la vida las bibliotecas escolares.
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