A raíz de los eventos climáticos ocurridos en nuestro país durante los últimos tres años, tomé la decisión de indagar más a fondo acerca del impacto que tiene el cambio climático en el turismo, tanto a nivel mundial como en nuestro país. El asunto me ha apasionado, pero más que eso, me ha inquietado. Sin embargo, he llegado a la conclusión de que es más importante ocuparse que preocuparse.
Como primer paso, quise analizar la manera en que yo, como ciudadana y profesional, impacté el medioambiente. Encontré una calculadora de huella de carbono en línea llamada ClimateHero, la cual muestra en cuestión de minutos el impacto individual que ejercemos en el clima. El resultado fue asombroso: mis costumbres me clasificaban como una "villana del clima".
Las preguntas de la calculadora abarcaban desde el tipo de vivienda y la fuente de energía utilizada hasta la cantidad de vuelos realizados cada año, el tipo de vehículo que manejo, mi dieta y el uso que hago de plásticos. Finalmente, no solo brindaba una evaluación, sino también sugerencias para mejorar: emplear paneles solares, evitar vuelos de larga distancia y optar por medios de transporte colectivo; disminuir el consumo de carne roja; reciclar; hacer compostaje; comprar menos y reutilizar más.
Ese ejercicio me hizo pensar: si es necesario un cambio radical de hábitos a nivel personal, ¿qué pasa con los sectores que dependen directamente del ambiente natural, como el turismo?
Según la Organización Mundial del Turismo (ONU-Turismo), el sector turístico tiene una responsabilidad de aproximadamente el 8% en las emisiones mundiales de CO₂. Esto comprende desde los vuelos hasta el consumo de energía de los hoteles, incluyendo la presión ejercida sobre ecosistemas vulnerables como las montañas, las playas o las zonas protegidas.
República Dominicana, que es el país que más turistas recibe en el Caribe, no está exenta de esta situación. Cada visitante que llega contribuye a la economía, aunque también deja una marca en el medioambiente: mayor necesidad de agua y energía, residuos sólidos y emisiones generadas por el transporte. Si no nos comportamos de forma responsable, el mismo clima que en la actualidad nos favorece con sol y calor, podría convertirse en nuestro reto más desafiante: sequías prolongadas, erosión costera, huracanes más devastadores y desaparición de arrecifes coralinos.
Por lo tanto, el desafío es doble. Como ciudadanos, es nuestra responsabilidad reflexionar y cambiar nuestros hábitos: reducir el uso de plásticos, usar más la bicicleta o caminar, reciclar, consumir productos locales e incluso reconsiderar cómo y con qué frecuencia viajamos. No obstante, como país turístico, debemos promover políticas públicas y prácticas comerciales que disminuyan las emisiones, promuevan las energías renovables, incentiven el ecoturismo y garanticen una gestión sustentable de los recursos.
Albert Einstein advertía que “El mundo no será destruido por quienes hacen el mal, sino por quienes lo miran sin hacer nada”. El cambio climático ya impacta al turismo dominicano; ahora nos toca decidir si seguimos siendo “villanos del clima” o si damos el salto hacia convertirnos en héroes de un destino sostenible.
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