En una fría mañana del increíble verano de la ciudad de México, me he desayunado con la triste noticia de la partida definitiva de Tony Isa Conde, un ilustre ciudadano dominicano, cuya vida pública y privada queda como ejemplo para las presentes y futuras generaciones.

Tony pasó por varios cargos públicos importantes, desde la subsecretaría de Industria y Comercio, la presidencia de la Comisión de Reforma de la Empresa Pública, la dirección del Consejo Estatal del Azúcar y como titular del Ministerio de Energía y Minas, en tres gobiernos de dos partidos diferentes.
Alguna de sus gestiones fue objeto de cuestionamientos, pero nunca nadie osó poner en duda su integridad personal. No se le pegó ningún tráfico de influencia, terrenos del estado o concesiones lesivas al interés nacional. Hay que anotarlo como un dechado de transparencia y rendición de cuentas.
Lo que logró acumular en su larga vida fue fruto del trabajo en el sector privado, con iniciativas propias y por décadas en altos cargos de Fertilizantes Químicos Dominicanos y Delta Comercial. Fue un buen empresario, pero no acumuló gran fortuna, porque en realidad no la perseguía y buena proporción de su tiempo lo dedicó a la concertación y participación social, desde la Asociación de Industriales de Herrera, donde lo conocí hace más de medio siglo, hasta el movimiento cívico Participación Ciudadana.
Tony Isa Conde se inscribió temprano en la búsqueda del bien común de la sociedad que le tocó vivir, habiendo sido de los fundadores de la Federación de Estudiantes Dominicanos en la primavera libertaria de los sesenta, y combatiente de primera línea en la Revolución Constitucionalista de 1965, cuando selló su compromiso con el Partido Socialista Popular. Doctor en Derecho y luego de post grado en Italia, hizo su propio revisionismo izquierdista, y se alejó para siempre de los dogmatismos y la militancia partidista, sin renunciar nunca a la persecución de una sociedad de justicia, equidad y participación político-social.
En los años noventa, rumiando los desaciertos políticos que permitieron el retorno al poder de Balaguer con sus prácticas represivas, corruptoras y vulneradoras de los principios elementales de la democracia, Tony estuvo entre los primeros que nos propusimos fundar Participación Ciudadana, buscando impulsar la superación de la cultura autoritaria y del legado trujillista. Fue su primer coordinador general y contribuyó a conferir a esa organización la fortaleza que le ha permitido mantenerse por más de tres décadas como modelo latinoamericano de participación social, con inconmensurables aportes a la institucionalidad democrática nacional.
Cuando Tony aceptó participar en la gestión gubernamental y acogiéndose a los estatutos de PC tomó licencia en la organización, la mayoría defendimos su derecho y estuve entre quienes le apoyaron. Nunca dejamos de echar nuestros párrafos fraternos, y traté de acompañarlo en la lucha que hubo de librar por su salud, durante más de una década. Alguna vez tuvimos desacuerdos, pero fueron ínfimos en proporción a lo básico, a lo que lo ataba a la sociedad dominicana.
Ahora que ha trascendido, quiero rendirle público reconocimiento. Y lamento no acompañar a su querida familia, en especial a sus hijos Antonio Emilio, Aris Alfredo y Marcia Patricia, en la íntima ceremonia de depósito de sus cenizas, en el mismo rincón de ceibas y bambúes del Jardín Botánico, donde hace más de una década esparcimos las de su esposa Marcia Nadal.
¡Que tu viaje al infinito te sea leve y más placentero que el agotado en la tierra que tanto amaste, querido compañero Tony Isa Conde!
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