Finaliza el tercer trimestre del año en curso y la situación en Haití se halla en el interregno entre el presente, en el que los cambios distan de ser los anticipados, y el porvenir, que no acaba de llegar. Por eso, cabe la expresión francesa, a la usanza bíblica, del “dèjá là, mais pas encore”. Ya, pues finalmente inició la presencia de la Misión Pacificadora bajo el mando de efectivos de Kenia. Pero todavía no, dado que no se puede cantar victoria al ritmo del escepticismo manifiesto ante los magros logros alcanzados. Además, ni hablar aquí qué de los escurridizos y escasos recursos comprometidos por la comunidad internacional para pacificar a Haití. Ni siquiera logró aprobar la escalada de la Misión de Seguridad a una de Paz en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.

Así, pues, la República de Haití sigue entres dos aguas, consciente de hacia dónde la ponen a marchar, aunque lejos de avanzar como deseado.

Mientras tanto, como se dice en estos lares, “el horno no está para bollos” en la colindante República Dominicana. El desenfrenado e ingobernable fenómeno de inmigrantes haitianos, mayoritariamente en condiciones irregulares, reforzado por una prole que se reproduce indocumentada en el país de acogida y en el mercado laboral, presagian mayores desafíos en términos de racionalidad operativa a la hora de reorganizar -de pleno derecho- ese estado de cosas.

Por supuesto, la soberanía nacional en materia migratoria es innegociable e indiscutible. Tanto más, si las obligaciones y los compromisos del Estado dominicano son constitucionales, independientemente de que los mismos sean deliberadamente de raigambre nacional o internacional.

De ahí, primero, el llamado de alerta ante aquellos que -por los motivos que sean- esgrimen una retórica antagonista, como si dominicanos y haitianos fueran enemigos irreconciliables y enfrentados en el mismo campo de batalla. Y, por vía de consecuencia, a título personal, por no decir que institucional, mi respaldo a editoriales como el de Acento.com, relativo a la deportación masiva de migrantes, en tanto que viola los derechos humanos y las normas internacionales. (https://acento.com.do/editorial/la-deportacion-masiva-de-migrantes-viola-los-derechos-humanos-y-normas-internacionales-9403744.html). Igualmente, al llamado de la Conferencia Episcopal Dominicana, el pasado 8 de octubre, a propósito de una nación cristiana, sus políticas migratorias y la dignidad humana (https://acento.com.do/actualidad/iglesia-catolica-dominicana-alza-su-voz-frente-a-deportaciones-masivas-de-haitianos-9405842.html)

Segundo, el recelo frente a todo aquel que se vanaglorie de su nacionalismo, acusando y amenazando a particulares, como si tuviera al mismísimo Señor de la historia agarrado por la barba o enclaustrado en el bolsillo de su camisa. Por eso mi adherencia a llamados más sosegados y visionarios, como los de la Fundación Zile (4 de octubre de 2024), relativos a unas relaciones dominico-haitianas más sostenibles.

Y, tercero, el reparo y la oposición ante cualquier dejo de doble moral e impunidad que beneficie a quienes, con sus respectivos atuendos y escondites, violan e inducen a violar -en beneficio propio- el régimen migratorio y el código laboral dominicanos. Y, todo, porque a ellos no se les toca ni con el pétalo de una rosa, perpetuando así aquello de que siempre se rompe la soga por lo más delgado: en este caso, el inmigrante en condiciones de irregularidad y no quienes se benefician del tráfico de indocumentados, tanto en medio del claroscuro rutinario, como en plena jornada laboral, en campos y ciudades del país.

Mi reserva ante tal embauco cae de la mata por su propio peso. En efecto, ¿qué esperar cuando se toman medidas sin poder prevenir y aún menos garantizar que las anomalías que han predominado en el historial migratorio dominicano -por ejemplo, “el macuteo” y las “transacciones con inmigrantes irregulares” que reiteraba escasos días atrás el flamante director de Migración (https://www.diariolibre.com/actualidad/nacional/2024/10/01/director-de-migracion-dice-no-permitira-macuteo/2867174)- han sido correctamente suprimidas?

Obligados por tan riesgosa incógnita, es de suponer que el más mínimo exceso que comenta “el que no esté dispuesto a asumir el código de ética y los principios y las directrices que ha dado el presidente Luis Abinader en este ámbito de control migratorio”; o, simplemente, el que no abandone a tiempo “el barco, según la sentencia del vicealmirante Luis Rafael Lee Ballester, generará un sinnúmero de contragolpes en contra de la República Dominicana. Tanto desde aquí, dividiendo aún más el lar patrio, como desde allende los mares, donde se leen los acuerdos y tratados que voluntariamente hemos firmado, relativos a los derechos humanos, como si fueran la revelación última de las obligaciones más divinas.

En conclusión, durante este último trimestre, todo indica que Haití ha iniciado un proceso del que aún no cosecha mejores frutos; a la vez que, plena de razón y de derecho, la República Dominicana inicia otro período en el que bien podría comenzar a prepararse a recibir el efecto boomerang que se abalanza, como borrasca categoría 5, sobre sí misma.