Desde ciertos puntos de vista, los seres humanos somos lo que nuestros deseos inconscientes nos dictan o lo que las circunstancias que condicionan nuestros comportamientos dictan. Pero una visión alternativa podría ser las decisiones que asumimos y sus consecuencias.

Dotados de una capacidad de discernimiento acerca de qué o no nos conviene, en un momento determinado, aún a pesar de nuestros deseos y necesidades internas como la realidad que nos rodea, siempre tendremos la posibilidad y oportunidad de decidir cuál camino o rumbo tomar.

Muchas de esas situaciones pueden ser irreversibles, otras ser subsanadas si decidimos más adelante por nuevos rumbos. Un sacerdote como una monja pueden jurar mantenerse célibes, es decir, hacer votos de castidad, más sin embargo, otras decisiones lo pueden llevar a decidir lo contrario y cambiar su estilo de vida.

Una persona puede decidir ofrecer su vida en ofrenda a una causa; consumado el hecho, ya no será posible volver hacia atrás. Sin ser dramáticos, hay decisiones tomadas en un determinado momento de nuestras vidas que repararlas, más adelante, puede ser difícil: la cirugía de cambio de sexo se dice que es radical.

Reconocer la importancia que tienen nuestras decisiones es clave para la vida futura. Cada momento de nuestras vidas es una toma de decisiones, que pueden o no ser reversibles. De la casa al trabajo decidimos que camino tomar; probar una comida desconocida que se nos ofrece, puede ser una decisión que nos guste o no.

Hay decisiones muy simples, otras no tanto. Casarse, emigrar a otro país, cambiar de actividad profesional, son decisiones de cierta complejidad sobre todo cuando envuelven a terceros. Quedarnos el domingo en el hogar disfrutando de una buena película, un partido de beisbol o de leer un buen libro, es relativamente sencillo.

Toda decisión es un proceso cognitivo interno que envuelve ideas, percepciones, emociones y sentimientos que, en muchas ocasiones, no se hacen totalmente conscientes. Desde el momento que nos levantamos, empezamos a elegir, aún a expensa de que hagamos o no conciencia de ello.

Muchas de nuestras decisiones escapan a “nuestra voluntad consciente”, pues generalmente están sesgadas por razones emocionales. Esta situación se hará más o menos compleja dependiendo de la naturaleza o características que puedan tener los polos de decisión.

Es más fácil decidir entre algo que me gusta y algo que no me atrae, como puede ser qué película ver. Sin embargo, decidir entre dos cosas igualmente atractivas o dos cosas con el mismo poder de rechazo, pero que irremediablemente debo decidir por una, es muy complejo.

Si tuviera la oportunidad de contrastar, sopesar la decisión que se aviene más a mis valores, visión de la vida, por supuesto, la acción reflexiva, la capacidad de ponderar consecuencias entrarán en juego, obligándonos a darnos cierto tiempo para tomar la mejor de las decisiones posibles.

En estas circunstancias, no podemos obviar los sesgos cognitivos y actitudinales que pueden condicionar de manera consciente o no el acto de decidir. Nuestras predisposiciones no siempre son explícitas, es decir, no siempre tenemos conciencia plena de ellas. Lo peor, nos ponen a ver lo que queremos ver.

Puedo asumir una decisión por un prejuicio positivo o negativo: el primero me lleva a ponderar como buena y válida la decisión, en el segundo caso, puede suceder lo contrario. Esto hace de este comportamiento un proceso de cierta complejidad en que no siempre encontramos claridad en nuestras decisiones.

Las decisiones son parte de nuestra vida diaria. Siempre estaremos frente a ellas sin que necesariamente seamos conscientes, como hemos visto. Puede ser interesante detenernos un poco y revisar cómo nos va en este asunto, qué prima en nuestra toma de decisiones: ¿lo emocional, lo racional, o alguna suerte de combinación?

Tomar decisiones, así como su estilo, traspasa la frontera de lo personal. Las consecuencias, por supuesto, en el mundo de las organizaciones como en el de las políticas públicas, pueden llegar a hacerlas más complejas por sus consecuencias. De eso hablaremos más adelante.

Mientras, recuerda que siempre estarás en posibilidad de reconstruir la narrativa de tu vida y quizás con ello, iniciar nuevos caminos. ¿Difícil, complejo? La mayoría de las cosas importantes de la vida lo son. No hacerlo te puede generar la duda de qué te estarás perdiendo por no intentarlo.

Julio Leonardo Valeirón Ureña

Psicólogo y educador

Psicólogo-educador y maestro de generaciones en psicología. Comprometido con el desarrollo de una educación de Calidad en el país y la Región.

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