El quehacer histórico, en cuanto ciencia, no como argumento ideológico para justificar formas de chovinismo, clasismo, racismo, machismo y xenofobia, demanda una sólida formación en ciencias sociales y por supuesto en herramientas críticas para el análisis de los testimonios que se tienen. Actualmente los “cuentos” históricos están en el centro de los mensaje de las redes sociales empujado por la extrema derecha. Algunos historiadores profesionales se suman a estas explicaciones insensatas por afinidad con las posturas ideológicas indicadas o para ganar canonjías del Estado o sectores económicos importantes. Oportuna a lo dicho es la cita de Eric Hobsbawn: “Los historiadores somos al nacionalismo lo que los cultivadores de amapolas son a los adictos a la heroína”.

Martín Heidegger, cuya obra Ser y Tiempo venimos analizando desde hace meses en este espacio, dedica mucha atención al problema de la historia -en cuanto ciencia- debido a que precisamente la búsqueda del sentido del ser lo conduce a la temporalidad. Señala Heidegger: “…lo filosóficamente primario no es la teoría de la formación de los conceptos de la historia, ni la teoría del conocimiento histórico, o la teoría de la historia como objeto del saber histórico, sino la interpretación del ente propiamente histórico en función de su historicidad.” Es decir, es la naturaleza misma del ente que es histórica y que el análisis del ente es primariamente un análisis de su historicidad.

Quienes pretenden hacer “historia” centrados en un momento -como en el caso nuestro es el trujillismo que sirven de referencia ideal entre varios contadores de historias, pseudo filósofos y escribidores de folletos- desconocen que la historicidad es el punto de partida de todos los seres humanos y por tanto todo intento de encerrar temporalmente a una sociedad en un momento determinada es falta de criterio científico, en el mejor de los casos, o divulgación ideológica -a la manera que lo formula Hobsbawn- para propalar intereses espurios. Gran parte de la chercha de la identidad dominicana es pura apelación al trujillismo y su estructura ideológica.

La ausencia de formación en filosofía y ciencias sociales a nivel elevado conduce a muchos de quienes se creen historiadores a servir como simples divulgadores de posturas autoritarias o ser asalariados de agendas que ni se atreven a mostrar. El racismo antihaitiano en una buena parte de la historiografía dominicana es una muestra de lo que acabo de indicar.

Heidegger nos lo muestra en su obra. “El preguntar ontológico es ciertamente más originario que el preguntar óntico de las ciencias positivas. Pero él mismo sería ingenuo y opaco si sus investigaciones del ser del ente dejaran sin examinar el sentido del ser en general. Y precisamente la tarea ontológica de una genealogía no deductivamente constructiva de las diferentes maneras posibles de ser, necesita de un acuerdo previo sobre lo "que propiamente queremos decir con esta expresión ser". Abordar las cuestiones propias de las ciencias positivas sin discernir previamente una postura sobre el ser en general -el preguntar ontológico- conduce a explicaciones, en nuestro caso las ciencias sociales, insensatas, sin rigor, proclive a servir de vulgar propaganda ideológica, y usualmente al servicio del autoritarismo y las estructuras de discriminación de ciertos modelos económicos y políticos. No es de extrañar que los discursos que se construyen son de odio y exclusión.

Siempre que se aborda el estudio de un hecho histórico se hace desde una postura y en un tiempo determinado, y en sintonía con los intereses de sectores de clase social.  En el pensamiento de Michel de Certeau, la historia no es un relato objetivo y monolítico, con vocación de ser la explicación del hecho. La historia como ciencia social, según Certeau, es una narración que se realiza desde un lugar específico, con sus propias estrategias y tácticas. El historiador que se presenta como pulcro funcionario del pasado es una caricatura que oculta el sótano de sus filias y fobias, e inocula en la sociedad sus miedos y rencores.

La relación entre historia y ficción es relevante. Para Certeau la ficción es inherente al relato histórico, debido a que implica una selección y una interpretación de los hechos.

Aconsejo leer los textos de Certeau y a Rodrigo Castro y Pablo Mella, este último su libro titulado Los espejos de Duarte. Quienes pretenden hacer “historia objetiva” para consagrar relatos chovinistas y en defensa de modelos autoritarios, son simples propagandistas de lo más nocivo de la sociedad.

Gran parte de la juventud dominicana se alimenta de discursos racistas y trujillistas a través de muchos de los textos escolares, de obras de historiadores mal formados y la inundación de mentiras en las redes sociales. La producción de historia científica a nivel local está semioculta, pero es de gran valor, no obstante las estupideces de los cuentacuentos la ocultan porque siempre el miedo es más fácil de asumir que el rigor intelectual y el pensamiento crítico.

David Álvarez Martín

Filósofo

Doctor en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid. Profesor de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM). Especialista en filosofía política, ética y filosofía latinoamericana.

Ver más