Uno de los méritos del libro La crueldad alegre: La música y el poder. Una historia sonora de la dictadura de Trujillo (AGN, 2025) es mostrarnos el vínculo entre la música y el trujillato en la conformación del imaginario trujillista de la nación dominicana.

Desde la perspectiva del autor, Darío Tejeda, posterior a la primera ocupación militar norteamericana, los principales agentes de la música dominicana participaron activamente en el proyecto totalitario nacionalista del trujillato. El régimen supo integrarlos bajo su padrinazgo como uno de los mecanismos de producción de la fiesta, del adoctrinamiento y del afianzamiento del sentido de la identidad nacional. Los creadores del merengue, la mangulina y la salve, excluidos de la “buena sociedad”, encontraron en el nuevo régimen un sendero de mayor incorporación y validación social.

Para su sostenibilidad, un régimen dictatorial no se basa de manera exclusiva en la represión militar y la tortura. Es preferente poseer una base de apoyo social. El trujillato lo encontró en el campesinado de una sociedad cuya composición era mayoritariamente rural. Con el campesinado de la época, Trujillo tenía un rasgo común fundamental: eran parte de “la sociedad de segunda”, los parias de un modelo económico social gobernado por una oligarquía clasista. El Trujillato y el campesinado pudieron empatizar y Trujillo pudo aprovecharse de la exclusión, el resentimiento y los imaginarios de ascenso social para ponerlos a su servicio.

En este proceso mediante el cual el ascenso de Trujillo encarnó las aspiraciones de gran parte de la ciudadanía, la música del campesinado fue la expresión artística de un proyecto de reingeniería social. Tejeda nos muestra el surgimiento de un cancionero trujillista que, unido a las nuevas políticas agrarias favorables al campesinado y a una reformulación discursiva de su naturaleza contrapuesta a la imagen oligárquica del campesinado como haragán e ignorante, sirvió para ganar adeptos a la utopía totalitaria de “El Jefe”.

En este proyecto de manipulación ideológica y “ritos de subordinación” no debemos obviar un aspecto muy aleccionador contado por Tejeda: la mayor parte de la tradición del pensamiento liberal compartía el mismo imaginario elitista que la oligarquía tradicional. El carisma de Trujillo y su vocación por ser el nuevo tutor de la nación encontró simpatías en una población que no podía identificarse emocionalmente con la clase gobernante pretrujillista, pero tampoco podía empatizar con una intelectualidad que compartía con dicha clase su antipatía y clasismo.

Leonardo Díaz

Filósofo y ensayista

Doctor en Filosofía. Presidente de la Asociación Dominicana de Filosofía. Premio Nacional de Ensayo Científico (2014). Premio de Ensayo Pedro Francisco Bono (2012). Conductor del podcast de filosofía Conversaciones de la caverna y del programa De Ética TV. Miembro de Número de la Academia de Ciencias de la República Dominicana por la Comisión de Filosofía y Epistemología. Secretario de la Red Iberoamericana de Filosofía. Profesor Titular de la Carrera Nacional de Investigadores. Autor de Reflexiones filosóficas. Artículos de ética, política y filosofía (2018); Las tensiones de Thomas Kuhn: Una perspectiva crítica para los estudios sociales y culturales de la ciencia (2014); La filosofía y los espacios de la libertad (2012), así como de diversos artículos publicados en revistas especializadas nacionales e internacionales. (leonardodiazsd@gmail.com).

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