Una introducción necesaria
Es habitual conocer de amigos urbanistas que incursionan en temas relacionados a la arquitectura a “escala de proporciones humanas”; o lo que es lo mismo decir, que opinan – y a veces pontifican- acerca de los temas relacionados a la edificación en la escala humana. Probablemente, esto es un derecho – original – que les asiste, partiendo de que su formación primera es la de arquitectos. Siendo arquitectos en origen, han tenido que cursar las asignaturas de proyectos en su vida académica y por eso pueden hablar desde el conocimiento de sus años universitarios.
El caso nuestro es distinto, no hemos tenido un formación como urbanistas más allá de las 4 ó 5 asignaturas cursadas entre los estudios de grado y de posgrado, pero nos da el pálpito de que nuestros amigos urbanistas se han conectado tanto con su oficio, que enfocan la “arquitectura a escala de proporciones humanas” con la misma distancia, o más, de la que tomamos nosotros el urbanismo.
Es preciso aclarar que al utilizar el término “arquitectura a escala de proporciones humanas” lo hacemos muy a sabiendas de que podemos incurrir en posibles imprecisiones, acusables por los propios amigos urbanistas. Estos podrían hacer la aclaración de que un buen urbanismo siempre debe estar proyectado a escala de proporciones humanas.
El término “arquitectura a escala de proporciones humanas” lo utilizamos haciéndole similar a algo así como aquella que se fija en el quehacer arquitectónico, en la escala del edificio. Este es nuestro enfoque al utilizar el referido término.
La gentrificación
Dicho todo lo anterior, nos vamos a meter en un jardín, dentro del cual corremos el riesgo de ser corregidos, en más de un enfoque, por nuestros amigos urbanistas. Este jardín es el tema de la gentrificación.
La gentrificación, tal como fue conceptualizada por Ruth Glass en 1964, hace referencia a un proceso de transformación urbana en el que barrios tradicionalmente ocupados por clases populares son progresivamente ocupados por clases medias o altas. Este cambio se traduce no solo en el reemplazo poblacional, sino también en la modificación del tejido urbano, cultural y comercial del barrio. Glass describe este fenómeno con claridad al señalar que “una por una, muchas de las casas de clase obrera […] han sido ocupadas por miembros de la clase media”.
El término describe un fenómeno que observó en Londres: la llegada progresiva de población de clase media a barrios tradicionalmente habitados por clases trabajadoras o de bajos ingresos. Este proceso implicaba no solo un cambio residencial, sino también una transformación económica, social y cultural de esas zonas.
Según Glass, cuando las clases medias se establecían en estos barrios, comenzaban a rehabilitar viviendas, abrir nuevos comercios y modificar el entorno urbano. Esto generaba una revalorización del suelo y de la vivienda, con el consecuente aumento de los precios de alquiler y venta. A largo plazo, este encarecimiento provocaba la expulsión o desplazamiento de los residentes originales, que ya no podían asumir los nuevos costos.
En décadas posteriores, el concepto se amplió y empezó a aplicarse a procesos similares en distintas ciudades del mundo, siempre con un patrón común: la renovación urbana acompañada de un cambio en la composición social del vecindario.
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