Hay acciones que nacen del impulso y otras del cálculo. Algunas las hacemos con plena intención, otras simplemente ocurren. Sin embargo, en ese territorio brumoso entre la voluntad y el accidente, habita una expresión tan cotidiana como profundamente humana: «sin querer queriendo». Esta frase, popularizada por el entrañable personaje del Chavo del 8, ha trascendido su origen humorístico para instalarse en la lengua como una verdad emocional que todos, en algún momento, hemos experimentado.

Sin querer queriendo es tropezar con el destino mientras fingimos que sólo dábamos un paseo. Tomar decisiones arriesgadas contando con una decena de justificaciones. Es escribir un mensaje que «accidentalmente» enviamos, aunque en el fondo sabíamos que estábamos buscando una excusa para hacerlo.

Esta frase revela una contradicción esencial en el ser humano, nuestra incapacidad para separar por completo lo que sentimos de lo que hacemos, avivando y reforzando la teoría de «El arte del recule de los políticos dominicanos».

Muchas veces actuamos impulsados por deseos que no nos atrevemos a reconocer, entonces disfrazamos nuestras intenciones, nos escondemos detrás de la casualidad y justificamos lo inevitable como si se tratara de un error, por suerte siempre hay una oposición o gobierno anterior para echarle la culpa independientemente de qué partido esté gobernando.

Pero quizás ahí reside su belleza, sin querer queriendo es una forma de ser valiente sin decirlo. De aceptar que el corazón también tiene su propio lenguaje, y que no todo lo que cuenta como decisión pasa por la razón. Es admitir que en la vida hay momentos que parecen errores, pero son revelaciones; que a veces nos encontramos justo donde queríamos estar, aunque juremos que llegamos por azar.

Es aceptar que una cosa es con violín (en la oposición) y otra cosa es con guitarra (en el gobierno). Es aceptar hoy como bueno, lo que ayer criticábamos y satanizábamos como malo. Es aprobar al vapor en dos lecturas consecutivas, las leyes que favorecen a los políticos de un determinado grupo y postergar hasta el olvido las que van a beneficiar al pueblo.

En un mundo que valora el control, la planeación y la lógica, sin querer queriendo nos recuerda que también existe la magia del desliz de los políticos, la poesía del impulso para favorecer a los más favorecidos, la profundidad de los actos involuntarios que tienen más premeditación que la voluntad misma. Porque no todo lo que vale la pena fue planeado, por eso muchas veces vemos que la mayoría de las decisiones son fruto de las improvisaciones. A veces, las mejores cosas nos suceden cuando simplemente dejamos de resistir y decidimos gobernar «Sin querer queriendo».

Esteban Tiburcio Gómez

Investigador y educador

El Dr. Esteban Tiburcio Gómez es miembro de la Academia de Ciencias de la República Dominicana. Licenciado en Educación Mención Ciencias Sociales, con maestría en educación superior. Fue rector del Instituto Tecnológico del Cibao Oriental (ITECO), Doctor en Psicopedagogía en la Universidad del País Vasco (UPV), España. Doctor en Historia del Caribe en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM), entre otras especializaciones académicas.

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