“En estas horas el hombre debe tener siempre presente que
es amo de su silencio y esclavo de su palabra”. Proverbio popular

En honor al primer primate superior que popularizó el proverbio de referencia, me enredaré en mis propias palabras y dejaré en silencio mi libertad de conciencia en las siguientes abstracciones teóricas, es decir, útiles o inútiles para explicar el proceso de constitución y desarrollo de la sociedad dominicana. Así, pues, 

  1. Aquel futuro no deja de ser mero porvenir insubstancial, pues tiene como único asidero la mediación del modelo sociopolítico e institucional del exmandatario dominicano Joaquín Balaguer Ricardo, en manos de sucesivos émulos y gobernantes. Eso es así, en términos de procesos sociales urbanistas y de clase media (consumista), institucionales (de clientelismo populista), y/o de retórica democrática (autoritaria y carente de aval de parte del poder judicial o del contrapeso del legislativo y/o del municipal). 
  1. El asomo identitario dominicano se confunde a falta de interpretación verificable de su propia historia. Los padres de la patria, –por no hablar aquí de sus madres celestes–, se desconocen en medio de hazañas bélicas y epopeyas de tendencias e intereses contradictorios, todos explícitos en los tres hechos históricos que llevaron a Juan Pablo Duarte –forzado indistintamente por haitianos y por dominicanos independentistas y restauradores– a vivir y morir –sin renegar de sí– en playas venezolanas. 
  1. De ahí que, primero, en su actualidad histórica, las más renombradas y rimbombantes de sus corrientes patrioteras y nacionalistas, contrarían su propio devenir nacional de naturaleza inclusiva (exogamia cultural) de los más diversos flujos migratorios de etnias y culturas de todas las latitudes y longitudes del globo terráqueo, en la medida en que lo reniegan en el o los otros del dominicano que no llegan a serlo; 
  1. Segundo, su fortaleza característica es su debilidad. Firmeza de un pueblo que, más allá de su escepticismo cultural, saca fuerza de donde aparentemente no las hay y enfrenta con arrojo la orfandad de su propia civilidad, esa en la que desde siempre se ha mantenido su formación personal, su desarrollo institucional y su espíritu cívico; 
  1. Tercero, así como el crecimiento dominicano –luego del 30 de mayo de 1961—dependió de la visión y unidad de propósito emprendedor de ciertos grupos de influencia y poder; no obstante, la cosa pública siguió siendo feudo de intereses particulares y de expoliación a favor de unos cuantos, dada la ausencia de visión y voluntad de estadistas respetuosos del derecho, la continuidad y la eticidad del Estado político. 
  1. Y, por fin, cuarto, la realización nacional de la población dominicana y su organización social no dependen –en estos momentos– de su heroica empresa pasada y, tampoco, de creencias, proyectos e ideologías y doctrinas partidarias, sino de su ductilidad y capacidad de adaptación a una civilización en la que lo universal de la inteligencia artificial y del conocimiento humano –en tanto que transfigurados en el mundo de la technos o tecnología que pueda ser, son consubstanciales a la sustentabilidad del medio ambiente, a la reproducción del ser humano y a la convivencia ordenada y más o menos armoniosa de todas las sociedades humanas que interactúen y compitan –en y desde nuestro incierto presente– entre sí. 

He ahí algunas palabras a propósito del futuro dominicano. Dicho sea de paso, se trata de un tiempo que no está escrito, ni en la tierra, ni en las estrellas, que divisamos en el oscurecido firmamento que por ahora somos incapaces de sujetar.

Fernando Ferran

Educador

Profesor Investigador Programa de Estudios del Desarrollo Dominicano, PUCMM

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