
Hay señales contundentes de que nuestro entramado político necesita una significativa reconfiguración. La reciente noticia de que solo un 20.4% de los ciudadanos confía en los partidos políticos merece una seria intervención, pero nadie propone soluciones pertinentes. Los mismos partidos no se dan por aludidos y no generan propuestas de regeneración. Sin embargo, los encuentros de los principales líderes de los tres partidos mayoritarios aúpan la esperanza de que, cual secuela civilizatoria, ellos concierten las reformas que rescatarían a sus respectivos partidos de tan bajo aprecio público.
Ya sondeos anteriores habían señalado el descalabro de la confianza pública en los partidos, los cuales son los pilares de nuestro sistema político. Según Participación Ciudadana (PC), “la más reciente Encuesta en Cultura Democrática (2024) indica que, en sentido opuesto de las métricas, los partidos acumulan el porcentaje más alto de desconfianza extrema: un 43.9% de la ciudadanía afirma que no confía “nada” en ellos.” Tal hallazgo se parece mucho a un jaque mate. Según ese informe, “la desconfianza generalizada hacia los partidos políticos es un síntoma evidente de su escasa legitimidad como vehículos de representación de los intereses de la población”. Ya en el 2023 PC había reportado el alarmante dato de que “un 42% de los dominicanos considera que la democracia puede funcionar prescindiendo de los partidos.”
La destacada socióloga Rosario Espinal, en su artículo titulado “Sin confianza no hay democracia”, pone el dedo sobre la llaga: “En sociedades con bajo nivel de confianza interpersonal e institucional coexisten y persisten problemas como el escaso respeto a la ley, la corrupción, el delito público y privado, el mal funcionamiento de las instituciones y la escasa cooperación entre los actores políticos en favor del bien común”. “Para construir la democracia es fundamental aumentar los niveles de confianza interpersonal e institucional. Dos condiciones necesarias para lograrlo son que la clase dirigente pública y privada se proponga mejorar el funcionamiento de las instituciones y que la ciudadanía tenga mayor incidencia en la gestión gubernamental”.
En respuesta PC ofrece algunas propuestas de reformas al sistema político: 1) crear una circunscripción adicional que reparta escaños de forma proporcional entre partidos que superen un umbral mínimo, 2) unificar circunscripciones con escasa representación para evitar que provincias vulnerables al clientelismo concentren poder desproporcionado en el Congreso, 3) reemplazar el método D’Hont por fórmulas más proporcionales que distribuyan los escaños de formas mas justa, 4) financiamiento político más justo y transparente, y 5) crear un fondo especifico que permita a partidos nuevos superar barreras de entrada, construir estructuras y competir en igualdad de condiciones. PC también advierte: “Si las reglas del juego siguen sirviendo solo a los más fuertes, la democracia será cada vez más formal y menos real.” “Las reformas legales son necesarias, pero no suficientes. Es imprescindible alinear la cultura política, los incentivos del sistema y la rendición de cuentas.”
No obstante, y aunque PC llama a los actores políticos a “asumir con seriedad la urgencia de un nuevo pacto electoral”, queda claro que estas reformas no necesariamente cambiaran la pobre percepción pública de los partidos. Si bien la mejoría de las mecánicas del sistema puede generar buena voluntad parece indispensable mejorar otras “buenas prácticas” de la clase política. Y es ahí donde una acción mancomunada de los grandes lideres puede cobrar mayor efectividad y trascendencia. Ellos deben proponerse la tarea de rescatar a sus partidos de la furnia de desconfianza en que están hoy empantanados. En consecuencia, los grandes lideres no deben limitar su ambición de concertación a la política migratoria respecto a Haiti.
Las reformas de PC aquí citadas pueden ser resueltas por los mismos partidos y sus respectivas representación congresual. La tarea puede requerir el desarrollo de consensos, pero los partidos han logrado eso para la escogencia de los miembros de la JCE y de la Cámara de Cuentas. Con la concertación sobre el tema de la migración haitiana ya en curso en el CES, es en aquellas reformas y medidas en que estamos atascados donde el trajinar de los grandes lideres se necesita, a saber: 1) la despolitización del sistema educativo público, 2) la reforma fiscal, 3) la reforma de la Seguridad Social, y 4) la aprobación de los códigos penal, procesal penal y laboral. Si por el accionar de los lideres se logran estas reformas el sistema político habrá creado una bocanada de aire fresco que restaurará la confianza ciudadana en los partidos.
¿Cómo hacerlo? El esquema actual para la crisis migratoria puede extenderse a la discusión de tales temas. Con la nutrida representación de los tres partidos mayoritarios se deberá consensuar en el CES las debidas soluciones. Seria en aquellos aspectos en que a ese nivel no se logren acuerdos donde la gestión mancomunada de los grandes lideres rompa el atasque y logre las soluciones.
El desafío consiste en crear los ritos de la concertación al más alto nivel partidario. En los próximos dos años del actual periodo de gobierno se deben poder lograr las grandes reformas citadas. Los cuatro grandes lideres pasarían revista bimensual al progreso de las discusiones en el seno del CES y bajarían la línea acordada entre ellos para que en el CES se finalicen los acuerdos y, posteriormente, se introduzcan en el Congreso las medidas de lugar. El ultimo ano de este periodo se dejarían libres para las batallas y el proselitismo electoral.
Hace tiempo que varias voces autorizadas han pedido en nuestro país la concertación de un “proyecto de nación”, un plan de desarrollo que trace las pautas necesarias a los sectores público y privado. Pero eso es otra cosa también pendiente. Mientras se logra tal visión el legado aquí propuesto para los grandes lideres provocaría un enorme salto de desarrollo que, además de avanzarnos en el desarrollo sostenible también rescataría la confianza de la ciudadanía en los partidos políticos. El clima de tolerancia y la paz social existentes permite albergar la esperanza de que también nuestra gerencia política se ponga a la altura de los mejores intereses de la patria.
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