Las formaciones nacionalpopulistas han olfateado el malestar de la clase trabajadora (…) han aprovechado sus miedos, sus anhelos…" Andrea Rizzi

Cada cierto tiempo la humanidad muda la piel, cambia sus paradigmas y se enfrenta a nuevos retos. Son momentos de inflexión que obligan a la creatividad discursiva en torno a diversas variables por las que nos vemos afectados. La constante lucha por alcanzar la igualdad de género, los incesantes movimientos migratorios, la sensibilidad que suscitan nacionalismos e identidades y la expansión de ideas ultraconservadoras en los últimos años a nivel mundial, entre muchos otros condicionantes, han creado un escenario distinto al hasta ahora conocido. Las nuevas tecnologías, el uso de internet y la llamada inteligencia artificial son factores que hasta hace tan sólo unas décadas no podíamos ni siquiera imaginar. Instrumentos totalmente  desconocidos  que tardarían un tiempo en alcanzar el peso específico que hoy tienen en la vida de cada uno de nosotros.

Existe por otro lado una juventud cuya existencia gira en torno a la pantalla de un móvil o de un ordenador, desconectada del pasado inmediato, huérfana de memoria histórica e inmersa en el día a día -por no decir cada segundo-  en la inmediatez de una notificación que se presenta incesante a través de su teléfono. Una juventud que navega en un mundo de ficción entre videojuegos y redes sociales, que acumula likes y que no acaba de conectar en modo alguno con la política de otros tiempos ni con unos referentes que no considera propios.

La sociedad va hoy montada en trenes de alta velocidad y saberla interpretar precisa de hombres y mujeres de pensamiento flexible. Mi generación se movía de manera más sencilla y a menudo bajo el peso de consignas más apegadas a la emoción y a grandes  ideales. Los discursos de Fidel Castro ante Naciones Unidas eran bujías que inspiraban la utopía y la esperanza de un mundo mejor. La puesta en marcha de prácticas desacertadas en el manejo del poder, lograron, sin embargo,  dinamitar y hacer desaparecer la pretensión de alcanzar y construir entre todos una sociedad idílica y perfecta. Después llegarían otros errores y propuestas parecidas en Bolivia, Nicaragua y Venezuela que darían al traste, en esta zona del mundo al menos, con todo lo que pudo ser en su momento el llamado sueño revolucionario.

Las fuerzas ultraconservadoras, arropadas por este sedimento, fueron alzando poco a poco su cabeza de Medusa a lo largo de esta última década, entre el descontento de una población que fue perdiendo ilusiones, referentes  y modelos por el camino. Los ultraconservadores siguieron avanzando -como siempre lo hicieron -apelando a la mentira y al bulo, exaltando el sentimiento patrio y esgrimiendo ese tipo de populismo radical que se apoya en la superficialidad de un discurso que arrastra hacia sus senos a un gran número de adeptos que no logran comprender, ni identificar con claridad en la mayoría de los casos, la naturaleza de su propio descontento. Y lo cierto es que frente a toda esta locura no existe una formula única para  detener y combatir el surgimiento de diversos personajes esperpénticos y absurdos, procedan estos de dónde procedan, ya sea del mismísimo epicentro cultural de Buenos Aires o del Queens de Nueva York.  Lo cierto es que la lucha ha cambiado y las recetas no pueden ni deben ser las mismas. Es preciso cuestionarnos cómo es posible que un personaje histriónico y errático como Donald Trump o un ser tan patético e irrisorio como Javier Milei en Argentina, obtengan un poder emanado de las urnas, que les permite conducir el destino de ambas naciones y en el caso del primero poner en jaque al mundo.

Tenemos que admitir con sinceridad que no sabemos movernos con soltura en el tablero de la confrontación. No podemos seguir usando una narrativa que ya se usó en los años cincuenta ni siquiera la que hemos seguido utilizando en épocas más recientes. Vivimos en un mundo nuevo y precisamos por tanto de personas que posean un pensamiento, igualmente  nuevo, para poner freno y contener la locura que se cierne desde el  firmamento. Entre todos debemos buscar las posibles respuestas. Ésta es, efectivamente, una labor de todos y no tan solo una tarea reservada a un pequeño grupo de mentes privilegiadas y únicas. La situación es tan compleja que no existe un solo medicamento para el dolor. Ya no son posibles las recetas de carácter divino ni recurrir a santuarios del pasado. Debemos ser valientes y reconocer que, al menos en algunos terrenos, nos han ganado la partida y que tan solo por el hecho de señalar los chifles al diablo no vamos a cambiar los acontecimientos.

Necesitamos en este momento brirnos a nuevas fórmulas y mostrar empatía hacia los protagonistas de esta nueva sociedad que nos convoca. Mostrar de igual modo una modestia, sobre todo a  la hora de escuchar y observar a los demás, que muy a menudo pasamos por alto tratando de anteponer nuestra visión particular y anclada en el tiempo acerca del sentido de las cosas.  Esos tiempos pretéritos, en los que brillaban faros luminosos en cada pequeño grupo, han invertido su naturaleza fruto del acceso desmesurado a una información sin filtros. Hoy esas mismas redes sociales que antes citaba, han democratizado -si bien es cierto que no siempre en los mejores términos- el acceso al conocimiento. Ahora cualquier ciudadano del mundo,  independientemente de su edad o formación, emite opinión y posee -en muchas ocasiones- un concepto bastante aproximado acerca de cualquier tema y exige, por ello, ser tenido en cuenta y participar en la toma de decisiones de amplio calado. Y tenemos que contar con todas esas voces, pues ya no somos tan solo convidados de piedra a la mesa. El centro se ha ramificado y ya no hay un único pensamiento ni  una sola dirección. La humildad en el sentido del oído es hoy, más que nunca, una exigencia colectiva. Necesitamos ser escuchados y escuchar. El barco de la humanidad no se puede dejar encallar. La ultraderecha acecha, planifica coqmo desviar el curso de la historia para poner fin a todo derecho conquistado  y no podemos ni debemos permitírselo.

David Pérez Núñez

Escritor

Poeta, narrador y ensayista. El autor está situado desde siempre al margen de movimientos literarios. De difícil ubicación nunca formó parte de ningún taller de literatura y poesía, no se unió a grupos ni a corriente alguna. Independiente, escritor desde la periferia, se le puede describir como un punto tangencial en el universo de las letras de su país.

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