El futuro se va construyendo día a día con las decisiones que asumimos frente a los retos que la vida nos lanza tanto en lo personal como en lo social. En un momento determinado de nuestra historia contemporánea en el ámbito educativo todo parecía estar alineado hacia la construcción colectiva de una educación de calidad, es decir, una educación en que nuestros niños, niñas y jóvenes adolescentes, como las personas jóvenes adultas, aprendieran, se hicieran ciudadanos responsables, con el reconocimiento de sus deberes y derechos; hombres y mujeres productivos, capaces de crear riquezas con su trabajo. Fueron las aspiraciones surgidas a inicios de los años noventa luego de prolongados debates públicos acerca de los grandes temas de la educación dominicana y los inicios del primer Plan Decenal de Educación. En la región se nos elogió ante la gigantesca acción asumida y que desembocó en dicho Plan.
En aquellos momentos, se decía, le estamos arrebatando la educación a aquél que nos gobernaba y que su estrategia de poder era la ignorancia de la mayoría. Han pasado ya más de treinta años, el que parecía ser el obstáculo hace tiempo que no está y si embargo, los problemas en educación parecen profundizarse, solo hay que mirar los bajos logros de aprendizaje mostrados en todas las evaluaciones diagnósticas realizadas desde el ministerio de educación, como también en los estudios internacionales en que hemos participado. En esos mismos estudios, incluso, se han hecho notables avances respecto al análisis de los factores asociados a dichos logros, es decir, se han identificado las variables que deberían ser intervenidas con fines de mejora. A partir del Segundo Estudio Regional Comparativo y Explicativo (SERCE) se llegaron a publicar textos para contribuir con la mejorara de la enseñanza de las áreas evaluadas. Por otra parte, la evaluación del desempeño docente 2017-18 permitió profundizar en algunos de estos factores en lo relativo a la gestión pedagógica en el aula, llegándose a especificar tanto a nivel de los docentes evaluados, como de los centros, distritos y regionales educativas y, por supuesto, a nivel nacional. De que tenemos un arsenal de información disponible, no hay dudas.
Lo peor de todo es que las consecuencias de esos resultados la van a vivir, más bien a sufrir, en primer lugar, todos los estudiantes provenientes de los sectores más empobrecidos pues no tendrán, como no tienen muchas oportunidades de superar los límites que las condiciones de pobreza de sus familias y entornos le ofrece como estándar de vida. Los demás, siempre tendrán oportunidades para el desarrollo de sus capacidades y competencias, pues sus condiciones materiales de vida así lo permitirán.
Es una historia de la cual nadie terminará ganancioso con respecto a sus consecuencias sociales, pues al final de cuentas el incremento de la pobreza y las frustraciones cobrarán muy caro y todos estaremos expuestos a sus secuelas, no hay la menor de las dudas.
El sistema educativo, por sus resultados, vive en la pobreza extrema, pobreza que le ha salido al país muy caro, pues los miles de millones invertidos no parecen haber sido suficiente ni siquiera para sonrojar a muchas caras. Quizás en algunos casos porque la suerte del país no les importe mucho, siempre y cuando saquen su tajada de ganancia. Al final de cuentas, sin embargo, todos terminaremos pagando tantos platos rotos.
Hay quienes plantean que esa especie de “desorden organizado” que se vive en el sistema educativo parece ser parte de una estrategia muy útil para quienes anteponen sus intereses particulares a los de todos. Si fuera así, no hay dudas de que el desorden es un gran negocio, pues deja rentas muy altas, posiblemente más altas que las que daría un país organizado y ajustado a reglas de juego que sean justas para el bien común.
¿Quién o quiénes, finalmente, le pondrá el cascabel al gato? ¿Habrá quiénes desde el poder que les confiere su liderazgo político, económico o social, o de cualquier otra índole podrán comprometerse con tal propósito? No puedo negarlo, pero cada vez dicha aspiración la veo que se aleja, que solo deja una figura borrosa en el horizonte.
Tantos diagnósticos, tantas programaciones y actividades desarrolladas a lo largo de más de tres décadas no han sido suficientes para que sigamos cosechando frutos tan amargos. Hemos vivido una época de lujos en cuanto a la inversión se refiere, pero ¿adónde han ido a parar todos esos recursos invertidos? Hemos construido un sistema educativo altamente costoso pero muy poco eficiente, tanto que de cada mil niño o niña que ingresa al primero de primaria termina en 12 años menos del 50%, y los que terminan, en su mayoría, no lo hacen con una escolaridad correspondiente a las 12 o más años de enseñanza y aprendizaje, sino apenas de 6.5 años real y efectivamente. No podía ser de otra manera pues las instancias en que deberían estar colocados esos recursos se han quedado aisladas y en medio de las precariedades, es decir, las escuelas, que aún siguen medrando en la carencia de todo lo necesario para hacer realidad las aspiraciones curriculares. El asunto ha llegado tan lejos que el simple hecho de dotar de libros y materiales didácticos a las escuelas, cuando esto se hace, se convierte en un gran logro de las autoridades, cuando esa sería una de las condiciones necesarias y principales para que la escuela funcione.
Las preguntas siguen siendo pertinentes: ¿Quién o quiénes, finalmente, le pondrá el cascabel al gato? ¿Habrá quiénes desde el poder que les confiere su liderazgo político, económico o social, o de cualquier otra índole podrían comprometerse con tal propósito? ¿Quiénes se atreverán a casarse con esa gloria? La gloria de dejar de lado sus propios intereses, poniendo por encima de ellos los intereses del país y de la sociedad dominicana en su conjunto.
Hoy de nuevo se observa un gran movimiento en algunos sectores ante la aproximación del proceso electoral para el próximo período de gobierno. Se preparan análisis y propuestas que ya han sido hechos y levantadas no una, sino varias veces a lo largo de los más de treinta años si ponemos cómo punto inicial aquel evento movilizador de voluntades: Plan Educativo organizado por la Fundación Friedrich Ebert, la Asociación de Empresas Industriales de Herrera y el Instituto Tecnológico de Santo Domingo (INTEC). En ese mismo período se han replicado continuamente las mismas aspiraciones y políticas educativas, sin otro resultado que el enunciado anteriormente respecto a los logros de aprendizajes alcanzados por nuestros estudiantes. “Blindar” las políticas educativas, como se afirma, es superar, en primer lugar, la cultura política partidaria anquilosada en el interior de la estructura del sistema educativo que no hace otra cosas que seguir postergando las necesarias reformas de la educación dominicana, postergando una y otra vez las políticas educativas consensuadas; en segundo lugar, es imprescindible darle un giro a la estructura de poder dentro del ministerio poniendo en la cima a los niños, niñas y jóvenes estudiantes como a sus familias y junto con ellos, a la sociedad dominicana en su conjunto como “los principales demandantes” de una educación de calidad centrada en los procesos pedagógicos, el resto serían todos aquellos que tienen la función y obligación de responder efectivamente con dicha demanda.
¿Qué es lo que nos ata a asumir posturas más exigentes y decididas para romper con el nudo que nos tiene atados y que no parece encontrar quién o quiénes se dediquen a desatarlo? Nos vamos deslizando hacia una cuesta que solo nos conducirá a más de lo mismo y con ello a afianzar lo que ya antes hemos planteado, hacia la indefensión o desesperanza aprendida, esa actitud que va creciendo en muchos de “no hay nada que hacer” en el ámbito educativo.
Si seguimos trillando los mismos caminos esperando alcanzar resultados distintos, solo vamos a cosechar nuevas frustraciones que tendrán un precio mucho más alto en un futuro no muy lejano.