El fuerte régimen sirio de los Al Asad, que lleva 54 años, estaba llamado a caer en el contexto de la llamada Primavera Árabe, iniciada en Túnez a partir de 2010, y que se llevó a los gobiernos de Libia, Argelia, Túnez y Egipto. No cayó entonces el gobierno por el decidido apoyo militar de Rusia e Irán. Hezbollah, la milicia libanesa pro iraní, hizo también sus importantes aportes, enviando a los distintos frentes de batallas a miles de combatientes libaneses, muchos de los cuales regresaron al Líbano en ataúdes.
Pero todo tiene su final. Y el final de los Al Asad llegó. Esa historia empezó en 1970, cuando Hafez El Asad, tomó el poder. Murió en el 2000. Su hijo, el hasta ayer presidente de Siria, lo sustituyó. Siempre se creyó que haría reformas democráticas, pero nada de eso ocurrió. Ahora se reporta que el régimen cayó y que el presidente Bashar Al Asad salió del país rumbo a Rusia. 54 años de poder totalitario terminaron en una huida, para evitar una muerte sanguinaria en uno de los palacios milenarios de la gran y hermosa Damasco. Aplicó el principio de que es preferible un presidente prófugo que muerto. O como leí hoy en Facebook: es mejor un perro vivo que un león muerto.
¿Qué pasará ahora en Siria y cómo la nueva situación repercutirá en la región, específicamente en Gaza y en el Líbano? Por ahora, es muy díficil descifrar el complejo panorama. Hay que esperar ver muchas cosas, como por ejemplo, saber cuál de los diferentes grupos que se unificaron para tumbar a Al Asad, terminará con el control del Estado sirio. Están las milicias pro norteamericanas, el ejército apoyado por Turquía y los remanentes de Al Qaeda, agrupados en el peligroso y criminal Estado Islámico. Paradójicamente, luce que ese grupo es el más fuerte.
Se habla de dividir la Gran Siria en diferentes Estados. También de la posibilidad del surgimiento de una guerra civil, como sucedió en Irak, luego de la caída del régimen de Saddam Hussein, y en Libia, tras el derrocamiento y muerte del líder Muamar Al Kadafi. Se habla de la posibilidad de que el Estado Islámico se quede al frente de un gobierno de unidad nacional, lo cual sería una verdadera tragedia. De todas maneras, lo que está claro, es que la salida de Bashar al Assad, a mi modo de ver, sin dudas, pactada y organizada, por Rusia y Turquía, ha producido un gran vacío, que nadie sabe, por el momento, cómo será llenado. Pero se prevé una etapa de anarquía y de cada facción controlando un pedazo del gran territorio sirio.
Por otro lado, hay algo que se ve claro en el panorama. La caída de Al Asad tendrá una repercusión directa en el Líbano. Se espera que centenares de miles de refugiados regresen a Siria. Y sin duda la cadena de suministro de armas a Hezbolá desde Irán, bien estructurada desde años, que en el eslabón final pasaba por Siria, será interrumpida. La caída de Al Asad es un golpe decisivo para Hezbolá. Es una derrota para Rusia e Irán, pero sobre todo, para Hezbolá, que queda ahora desguarecido, sin la protección de una retaguardia. A mi modo de ver, eso lo cambia todo en el Líbano.