Cuando hablamos de economía, inmediatamente pensamos en cálculos, números, relaciones comerciales o mercantiles y los marcos legales y culturales que las regulan.
Para entender las fluctuaciones en el mundo de la economía, los mercados y los cambios sociales, es imprescindible entender la mente humana.
Daniel Kahneman (1934-2024) fue un psicólogo que ganó el premio Nobel nada menos que de economía. Parecería ilógico que dicho premio sea ganado por alguien relacionado con la salud mental; sin embargo, no puede ignorarse que la economía depende de la forma de pensar de los que se relacionen con ella y de todo aquello que pudiera influir en las decisiones que se tomen. Kahneman cuestionó la forma tradicional de interpretar la economía. Puso en tela de juicio la idea de que las decisiones económicas son plenamente racionales. Demostró que era fundamental el estudio de nuestra forma de pensar, nuestra capacidad de tomar decisiones y las influencias culturales en nuestros patrones de pensamiento, capaz de incluso determinar el desarrollo de prejuicios que limitan nuestra objetividad. Normalmente estamos seguros de nuestra objetividad, pero ese exceso de confianza contribuye a que no detectemos la subjetividad en nuestras decisiones.
Kahneman trabajó con la psicología hedonista, la cual establece que nuestra respuesta a cualquier elemento está fuertemente condicionada por el principio del placer, de manera que tendemos a buscar y valorar cualquier entidad por el nivel de satisfacción que nos produzca. Aplicado al nivel económico, donde todo bien producido está realizado por personas que requieren determinadas compensaciones o gratificaciones por su actividad desarrollada, y, por otro lado, el resultado de sus esfuerzos está destinado a algún tipo de consumidor que establecerá el valor o utilidad en base al grado de satisfacción o bienestar que pueda obtener de ese producto.
La economía no puede entenderse sin comprender cómo funciona la mente humana
Nos enseñó que nuestra racionalidad es definitivamente muy limitada, demostrando que los resultados de la economía están fuertemente condicionados por emociones, creencias y acciones impulsivas.
Estableció que tenemos dos formas de pensar: una es rápida, intuitiva y emocional, siendo la que más predomina; la otra es lenta, analítica, deliberativa y racional. Aunque la segunda es la más conveniente, en ocasiones a nivel empresarial se valora más la primera forma de pensar, porque a simple vista podría aparentar mayor capacidad y habilidades gerenciales. La evaluación sistemática de resultados reales sería el único medio de comprobar la forma más efectiva de pensar.
Siempre hemos entendido que los números nos permiten evaluar de forma segura los resultados de alguna inversión o negocio, pero hay un nivel de apreciación subjetivo que nos mueve a interpretar que estamos teniendo resultados mejores o peores de lo que realmente son.
Nos afecta mucho perder, por lo que en ocasiones somos capaces de seguir perdiendo antes que reconocer humildemente que nos equivocamos y decidir valientemente emprender otro camino. Tenemos más miedo a perder que motivación para ganar. La pérdida de mil pesos nos impacta más que la ganancia de mil pesos.
Las ideas de Kahneman han influido en la psicología cognitiva-conductual, psicología aplicada y políticas públicas. Aunque estos conocimientos fueron enfocados hacia las finanzas corporativas, a nivel personal o individual son perfectamente aplicables. Un padre de familia dirige las finanzas de su hogar y los principios de la economía los ejecuta de forma empírica, realizando actividades similares a las de una empresa. De igual forma, la economía del hogar puede llegar a quebrar, determinando muchos divorcios y desintegraciones del núcleo familiar. Los errores en la economía son uno de los factores más peligrosos para la estabilidad de un matrimonio.
Podría provenir de una familia adinerada, heredar muchas propiedades, haber tenido la mejor formación de negocios y haber recibido un ejemplo familiar de manejo racional de los recursos económicos, pero bastaría un trastorno mental para perderlo todo, y de igual forma, una mente balanceada, con estabilidad emocional y una personalidad dinámica, podría alcanzar el éxito, pese a empezar desde posiciones muy desventajosas.Las emociones y creencias influyen más de lo que creemos en nuestras decisiones financieras
Para el éxito financiero podríamos pensar que lo indispensable es tener un buen capital, buenas oportunidades, relaciones o contactos estratégicos, conexiones políticas favorables, estudios de alto nivel, etc.; sin embargo, nada es más importante que el pensar, simplemente pensar, pero pensamientos de calidad.
Estudios realizados han mostrado que alrededor del 70% de empresarios declara experimentar estrés, que afecta al rendimiento o productividad, así como la calidad de vida. Incluso el presentismo y el ausentismo laboral pueden ser reducidos mediante controles psicológicos.
En definitiva, Kahneman nos recordó que el verdadero capital de cualquier economía es la mente humana: entenderla y cuidarla es la mejor inversión posible.
Referencias:
1) Kahneman, D. (2011). Thinking, Fast and Slow. Farrar, Straus and Giroux.
2) Kahneman, D., Slovic, P., & Tversky, A. (Eds.). (1982). Judgment under uncertainty: Heuristics and biases. Cambridge University Press.
3) Thaler, R. H., & Sunstein, C. R. (2008). Nudge: Improving decisions about health, wealth, and happiness. Yale University Press.
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