“Si alguien se disculpa y no
cambia, no era una disculpa,
era una manipulación”.
Volvemos, cual animal que gira en una noria, a hablar sobre las malas costumbres y lo difícil que resulta el erradicarlas. Como esa de permitir que las carreteras se vuelvan intransitables para entonces restaurarlas, en vez de darle el debido mantenimiento, pero, es ahí el secreto, esto último, no deja beneficios, ya que se resuelven en la mayoría de los casos, con el uso de un camión de asfalto, una aplanadora acodada al mismo y unos cuantos obreros, en conclusión… ¡Cero ganancias por la izquierda o derecha y, cero gastos en reinauguraciones!
Otro ejemplo, lo constituye aquel que hacen determinados funcionarios, principalmente relacionados con obras donde asiste el presidente de la república, que de inmediato aparecen los equipos y el asfalto para presentarle un panorama diferente al existente. O, la vieja práctica de inaugurar estructuras de servicios, trasladando los equipos de uno para el otro, faltándole solo que envíen pintores a pintar el frente de las casuchas por todo el recorrido que va a llevar a cabo el primer mandatario, es decir, toda una escena de dicha bucólica.
Y claro, imposible no referirnos a la vieja y pecaminosa práctica de los antiguos tráficos, donde lo moderno ahora, no estriba en el “macuteo” en sí, si no, llevado a cabo por medio a una cuota de poner multas, en la mayoría de los casos, de manera muy selectiva. Esto es así, ya que, tanto los camioneros, esos que no pagan por el peso de las cargas y son los principales en destruir las carreteras, voladoras, empresas de transporte o motoristas, en general pobres padres de familia, no entran dentro de la categoría llamada a ser multadas, tanto por su condición de ciudadanos privilegiados como por ser miembros de algún tipo de empresa, mal llamada sindicato y sus dirigentes, pomposamente autodesignados como prósperos empresarios y, vaya usted a ver que en realidad lo son, aun y no se diga que es en base al sudor de los infelices de todo, a quienes dirigen. Es en este caso donde se cumple a cabalidad el viejo refrán que reza; no hay mejor cuña que la del propio árbol.
Pero, esas malas mañas no se quedan ahí, ya que existen muchas, que nadie osa siquiera señalarlas y más, dentro del ámbito de las bocinas y lavadores faranduleros. Y, nos referimos a la tan cacareada seguridad nacional, que, de manera increíble, desde décadas atrás, el esfuerzo mayor o, al que más interés muestran las autoridades, depende de extranjeros o de supuestos “analistas”, expertos en la composición de informes ingeniosamente redactados, articulando palabras de uno y otro texto. Aunque, en realidad, son solo “ponchadores” de teléfonos y compaginadores de conversaciones, con el fin de que el “cliente”, escuche lo que a ellos les conviene.
Esta situación nos lleva a cuestionar; ¿cómo se ha permitido tal crecimiento de estos personajes, hasta el punto de que en sus manos descanse la seguridad nacional? ¿Cuántos cientos de millones de pesos se gastan en estos personajes y, sobre todo, cuanto le cuesta al Estado la perversa manipulación sobre funcionarios, políticos y ciudadanos que, por una u otra causa entran dentro del rango de interés de estos esperpentos? ¿Hasta dónde llega el chantaje que producen, y, porqué siquiera la justicia, conociendo esto, actúa? Podría ser, que la causa radique en que, por igual, ellos también entran dentro de los intereses de estos truhanes.
Pero, las malas mañas van más allá de esto, como esa de los pobres padres de familia y lo que han hecho de la famosa 42 en Capotillo, lo han convertido en algo cual, si fuese un Departamento haitiano, donde, las autoridades, se han hecho los sordos y mudos y, más bien, se han aliado a esos feudos del narco, del lavado y la creación de un inexplicable nicho de atracción “turística” y esto, lo saben hasta los chinos de Bonao, pero, el silencio es oprobioso ¡Sí señor!