En el marco de un seminario sobre hermenéutica, organizado por la Academia de Ciencias de la República Dominicana con el apoyo de la Asociación Dominicana de Filosofía, conversamos sobre el problema de la polarización política y su impacto en el diálogo de las sociedades democráticas actuales.
La polarización política no debe confundirse con la confrontación ideológica o las diferencias doctrinarias. Estas son necesarias para una sociedad plural. Por su parte, la polarización política es la adherencia fanática a las posiciones políticas de un grupo y la satanización del otro. Se trata de una desconfianza en la idea de que, aunque tengamos distintos puntos de vista, compartimos un proyecto común de ciudadanía y no intentamos destruir el estilo de vida del que defiende una concepción distinta del mundo.
Como sabemos, las redes sociales alimentan la polarización. Los sistemas algorítmicos que se desarrollan en Internet generan la segregación en burbujas donde se refuerzan las creencias del propio grupo, amplificando la desconfianza y provocando un quiebre de lo que el filósofo Martin Bubber denominó la conversación genuina.
La conversación genuina implica la autenticidad de la palabra dicha al otro, la entrega al diálogo sin máscaras.
Bubber distinguió tres clases de diálogo:
- El auténtico, donde los participantes piensan realmente en el otro como existentes, anhelando establecer una reciprocidad de carácter vital.
- El técnico, basado en la búsqueda de un entendimiento intersujetivo.
- El monólogo disfrazado de diálogo, “un debate en el que no se expresan las propias ideas tal como se las tenía pensadas, sino que se las agudiza al decirlas para que puedan ser lo más impactantes posibles, y de hecho, sin considerar a aquellos a quienes se les habla como personas allí presentes. (https://www.bama.org.ar/sitio2014/sites/default/files/_archivos/merkaz/Jomer_on_line/IR_yoytu.pdf).
¿Acaso no vemos en las nuevas plataformas digitales una exacerbación de este monólogo disfrazado de diálogo? ¿No vemos en ellas una obsesión por “agudizar” la perspectiva propia e intentar deslumbrar bajo una máscara que busca aprobación? ¿Hasta qué punto estamos amplificando una incapacidad para el diálogo?
Compartir esta nota