Con quemas de neumáticos, basura, colocación de obstáculos en las vías públicas y manifestación frente a la Empresa Distribuidora de Electricidad del Sur (Edesur) y a los generadores de Ege-Haina, esta semana han retoñado los estallidos de protestas populares en este municipio del extremo suroeste del territorio dominicano, a causa de las suspensiones recurrentes y largas del servicio.
No ha sido caprichoso el desahogo. Hay razones, y muchas.
A mediados de febrero, tras capear negaciones y advertencias de las autoridades locales y hasta mofas de politiqueros indolentes, un grupo de jóvenes de la comunidad, entre ellos emprendedores y estudiantes, marchó pacíficamente hasta las oficinas de tales órganos donde hubo promesas de pronta solución al sufrimiento por el calor, los mosquitos, daños a electrodomésticos y quiebra de negocios.
Pero el plazo para que vuelva la luz y se quede, acaba de vencer y la conversación preventiva no llegó.
El caos lo ha construido Edesur a golpe de silencios nada tácticos y desidia respecto de su responsabilidad de ponerse a tono con el proyecto de desarrollo turístico que ejecuta el Gobierno mediante alianza público-privada.
Hace cuatro años que debió arrancar con la extensión y modernización de las redes y del alumbrado público, una de las causas del caos. Y ese nivel de obsolescencia no se resuelve con un cuento tras otro. Se resuelve con eficiencia, eficacia y la verdad a tiempo en la boca, nunca con la compra de silencio para lograr el ocultamiento de la crítica.
Aún el distrito municipal José Francisco Peña Gómez (comunidades agrícolas de Mencía, Aguas Negras, La Altagracia, Los Arroyos) y, abajo, Las Mercedes, muy cerca de Cabo Rojo, al agotar el primer cuarto del siglo XXI carecen de redes eléctricas. Una afrenta mundial.
Otra de las causas de la crisis es la deficiencia de generación por parte de la empresa privada Ege-Haina. Los motores originales que había instalado el Gobierno en el local de la Libertad, a la entrada del pueblo, trabajaban en baja, silenciosos, no solían fallar, suplían de manera permanente la demanda eléctrica y sobraba para vender. Tan efectivos que el municipio era una especie oasis eléctrico en el país.
Pero un día se los llevaron no se sabe hacia dónde y los reemplazaron por “macos” que apenas prenden.
Ahora, la promesa de las autoridades es esperar a la interconexión con el Sistema Eléctrico Nacional Interconectado (SENI). Dicen que el proceso está en fase final con la terminación de la subestación en el cruce de la turbina, en las ubérrimas tierras agrícolas Los Olivares, carretera Pedernales-Cabo Rojo.
Con la asunción del Gobierno por parte del presidente Luis Abinader (2020-2024), la Empresa de Transmisión Eléctrica Dominicana (Eted) tenía a término la colocación de las torres de metal y la línea de 138,000 voltios (más la fibra óptica para la Internet), desde Juancho, 74 kilómetros.
En abril de 2022, al anunciar la finalización de los trabajos, el administrador Martín Robles dijo que las plantas locales dejarían de funcionar y que quedarían en el lugar para cualquier eventualidad.
La frase marginal “quedarían en el lugar para cualquier eventualidad” ha pasado inadvertida en la comunidad, pese a que todos los sectores debieron asumirla y mantenerla como grito de guerra porque el futuro no será brillante como lo pintan.
Si es por la experiencia horrible de distribución en el resto del país, la interconexión al SENI no garantizará servicio eléctrico 24/7 a Pedernales, una provincia distante 307 kilómetros de Santo Domingo, en la frontera con los pueblos del departamento sur de Haití.
De ahí que resulta razonable la idea de dejar instalado en otro lugar donde no contamine ni afee, un generador óptimo (no una chatarra) para cubrir tal deficiencia, salvo que los dos municipios, Oviedo y Pedernales, además, sean conectados a los servicios de emergencia del destino Cabo Rojo, donde seguro no habrá apagones, salvo algún evento. Merecido.
De lo contrario, nos perseguirán la penumbra y todas consecuencias económicas y de enfermedades resultado de las suspensiones eléctricas a un pueblo que, pese al empobrecimiento, paga sus facturas.
Dicho, para que nadie alegue ignorancia.
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