Pertenezco a una generación que ha asistido lentamente a la dispersión del tejido familiar por avión. En un artículo anterior, conté la emoción de mi primera visita al aeropuerto internacional de Puerto Príncipe. Mi tío Jean Marie viajaba a Nueva York. Poco después de su llegada a la Gran Manzana, me envió un Cadillac Fleetwood (versión juguete) y una pequeña radio de la marca Panasonic. A la edad de 5 años, tenía coche y radio. De vez en cuando mi tío y mis tías me enviaban tarjetas de felicitación o cumpleaños con un billete de cinco o diez dólares. Para mi generación, cada vez que uno viajaba a los Estados Unidos, tenía que ir inevitablemente a Nueva York.
Veinte años después del descubrimiento del pequeño aeropuerto internacional de Haití, aterrizaba en el JFK de Nueva York. Mi primera impresión, en aquella lejana noche, había más bombillas encendidas en el JFK que por toda la ciudad de Puerto Príncipe. En aquel entonces empezaba a estudiar la majestad de algunos aeropuertos de los Estados Unidos que para mí constituyen verdaderas ciudades: Logan (Boston), MIA (Miami) y el JFK. Nueva York ha vuelto a mis cuadernos hacia el final de este mes de octubre de 2025. Estaba estudiando el mensaje – en español- de un joven candidato a la alcaldía: Zohran Mamdani. El mensaje me llamó la atención porque estaba dirigido principalmente a los inmigrantes. En verdad, personalmente ya no sé cuántos familiares tengo en Nueva York, después de más de tres décadas de exilio multifacético. Durante la última década, un haitiano viajaba no sólo por razones de supervivencia, sino también por asco, para escapar de ciclos infernales, magistralmente orquestados.
Llegados a las grandes comunidades, se distinguen rápidamente por un sorprendente nivel de desorganización. Así, en las esferas de decisión comunitaria abiertas a los inmigrantes, las voces haitianas son tímidas o inexistentes. Ciertamente, en Estados Unidos y Canadá existen algunos casos excepcionales. Estas mentes brillantes destacan en todas partes. Pero, como siempre lo digo, y con la mayor honestidad, las mentes brillantes pertenecen a un mundo aparte. El elitismo haitiano, sus prejuicios y sus consecuencias aún no se han estudiado lo suficiente…
Un joven inmigrante, alcalde de una ciudad considerada durante mucho tiempo como la capital del universo, es una gran lección de humanidad en el mismo momento en que nada humano parecía existir en la agitada historia de los Estados Unidos de América. Desde hace muchos años nos preguntamos sobre la política oficial del partido Demócrata hacia Haití. Hoy, el alcalde de Nueva York Zohran Kwame Mamdani y su programa nos invitan a observar de otra manera la historia de los Estados Unidos…
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