"La historia de la sombra no es la historia de un objeto, sino la historia de una ausencia…”

“No me haga sombra”

Cuando la voz del líder político dominicano dice o  “sugiere” al subalterno, en la segunda persona del imperativo, “no me  haga sombra”, el mandato oculta un mensaje figurado o alegórico, le está solicitando al sujeto que sea un aliado disfuncional, que no actúe como individuo y que nunca opine en dirección opuesta a la voz del dirigente.

La expresión conserva en su esencia, cuál debe ser el rol o la conducta del “compañerito” respecto a las acciones del jefe. El tono del mandato podría conservar sus raíces en las reminiscencias de la cultura comunicacional de los tiranos. La frase es la metáfora del déspota que solicita una lealtad deformada, cero individuos a su alrededor. No solamente espera que el “cercano” muestre una conducta pusilánime, también exige que sus acciones no sean criticadas, sino elogiadas. Su liderazgo se reafirma en la gratificación a su persona, no en la discusión analítica de sus acciones y pensamiento. El personaje intuye que toda sombra no es más que una imagen oscura, un cuerpo opaco, que en algún momento aspirará a destronarlo del poder. Y como tal, advierte, “no quiero sombras”, su autoridad se anticipa, malogrando el capullo antes de que sea mariposa.

La expresión también podría leerse como un culto a la personalidad, el líder demanda que el aliado transfigure su individualidad por la de él: “Usted es a través de mí y por mí…”  Él no admite en su entorno ningún “ruido” que altere o enturbie en lo más mínimo la omnipresencia de su imagen. Él es el escenario y el teatro, y sus adeptos deben comportarse como autómatas que aplauden sus acciones.

Como en “El teatro de sombras”, el titiritero manipula con trucos y destrezas las figuras. La marioneta simula las muecas, los gestos y el discurso del manipulador. El líder deja claro, que las habilidades del poder son estrategias del operador y no de las sombras.

En esencia, a nadie le gusta que le hagan sombra o les cuestionen las doxas de su discurso. Cualquier ser humano es y puede ser un tirano en potencia, solamente deben facilitarle autoridad y aflorarán sus intenciones obvias o disfrazadas, respecto a las tramas que implican los signos del poder, ser alabado, tener la razón y el control.

Al humano con poder no les gustan las siluetas a su alrededor. Si alguna luz debe pulular en el entorno debe ser la proyección de su figura y no la de ese otro que pretende simulando en los trucos de la sombra.

cC

El difícil.

EN ESTA NOTA

Carlos Castro

Sociólogo, teatrista y cineasta.

El autor estudió sociología. Es profesor universitario. Escribe y dirige teatro. Es cineasta sin título universitario. Fue expulsado del paraíso de la mediocridad criolla.

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