¿Para qué servirá el bazo? Para hacer la revolución habría respondido Pepe Mujica, quien perdió ese órgano en sus correrías libertarias mientras escapaba de las balas de la policía uruguaya, que finalmente habría de capturarlo, no una, sino varias veces. Por ser un miembro importante de los Tupamaros (Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros, MLN-T), una guerrilla urbana que intentó tomar el poder allá por los años sesenta, era un personaje buscado por las autoridades de aquel país.

Como es sabido, Pepe Mujica murió el pasado 13 de mayo, tenía 89 años y el aura de ser un político excepcional. Desde niño cultivó flores y de grande también, pero jamás el odio. Aquellas, le ayudaron a subsistir, igual que el ejercicio de no odiar. En uno de sus primeros discursos, mencionó lo siguiente: «No acompaño el camino del odio, ni aun hacia aquellos que tuvieron bajezas con nosotros. El odio no construye. Esto no es pose demagógica […] es cosa de principios».

Su biografía, como él mismo señaló, parecía sacada de una novela: Había una vez un guerrillero que después de pasar más de diez años en prisión, dónde lo trataron con las linduras reservadas a los presos políticos: tortura, aislamiento, castigos varios, y que, una vez que fue liberado, siguió en la lucha –democráticamente– hasta alcanzar la presidencia de su país. Eso sí, el poder lo ejerció con más pragmatismo que ideología, pensando más en los abandonados y menos en Marx: «La burocracia es peor que la burguesía», solía decir, medio en broma, medio en serio.

Anécdotas de su vida hay muchas, por ejemplo, contó que durante su etapa tras las rejas, cuando bien les iba, les daban una taza de agua para todo el día, hasta que descubrieron los beneficios de la orinoterapia. En efecto, dejaban reposar el (amarillo) líquido en una lata y, una vez que las sales se asentaban, se lo bebían. «¿En verdad se lo tomaban así, pero cómo?», preguntó el cineasta Kutsurica, un tanto cándido, un tanto sorprendido, cuyo documental me sirve para para este texto. «De la única manera que se puede tomar, a sorbos», respondió Pepe entre risas, mientras un compañero agregaba que sabía a jugo de toronja.

Como lo he dicho, tan pronto como salió de la cárcel se puso a hacer política, esta vez siguiendo las reglas y no a punta de pistola o mediante las llamadas «expropiaciones revolucionarias», es decir, asaltos, robos, secuestros y demás delitos. Fue diputado cuatro veces y luego presidente entre 2010 y 2015, adonde llegó a rendir protesta en su Volkswagen sedán, viejo, azul, sencillo, y como él, resistente a todo y a todos.

Si hablamos del «bochito», hubo quién incluso quiso comprarlo, hablan de un jeque que puso un millón de dólares sobre la mesa. Como si los símbolos pudieran adquirirse así nada más, aunque aquel dineral hubiera ayudado a la Fundación que hizo al lado de su casa, en las afueras de Montevideo, su chacra, como dicen allá, pues tampoco quiso irse a vivir a la residencia oficial del presidente de la república. Ahora bien, al parecer tenía otro VW igual, pero más traqueteado, pues el famoso, que era de los años 80, había sido un regalo de los amigos. Qué pasará con esos vehículos. «Tenemos algo de fetiches y necesitamos algunos símbolos materiales», dijo a propósito de la oferta de aquel jerarca…

Y qué decir de su esposa, Lucía Topolansky, a la que conoció en sus días de combate. Según la leyenda, ella se encargaba de la elaboración de documentos falsos y así se vieron por primera vez. Con ella compartió dos utopías, la del amor y la de la militancia, ambas por más de cuarenta años. Sobra decir que la compañera también le entró a la política, fue senadora y alcaldesa y hoy se ha quedado viuda y triste, como muchos.

En fin, sería vano intentar comentar una vida como la de Mujica en un solo artículo. Es más, recuerdo que un profesor mencionaba, no sin humor, que el Uruguay era un país repleto de futbolistas, escritores y vacas, ahora podríamos añadir que es el único sitio que ha dado a un personaje político carente de ambiciones mundanas, léase: mañas para aprovecharse del puesto, de los ciudadanos y del presupuesto. Pepe, que en su discurso sobre la terminación de su mandato, agregó a manera de despedida: No me estoy yendo, estoy llegando… ¿Y ahora?

Manuel Iñaki Leal Belausteguigoitia

Abogado y literato

No es sencillo hablar de uno mismo. Qué decir sin provocar bostezos. Que tengo la dicha de estar en Santo Domingo; que antes anduve por México (de donde soy), Francia y España; que estudié derecho y más tarde literatura; que hoy me dedico a enseñar francés (Alianza francesa, Liceo Franco-dominicano), a leer y, en menor medida, a escribir, ir al cine, nadar…

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