El primer encuentro de los hermanos Polo con Kublai Kan se había producido a petición del mismo Kublai. Los dos hermanos se encontraban desde hacía tres años en la bella y próspera ciudad de Bucara o Bujará, perteneciente al imperio persa, en lo que es hoy Uzbekistán. La presencia de dos latinos de ojos redondos no podía pasar desapercibida y un buen día recibieron la visita de un mensajero de Kublai, que se mostró muy gratamente sorprendido al ver lo bien que hablaban la lengua de los mongoles y otras más, y los invitó a conocer al Kan y les aseguró que serían cubiertos de honores.
«Después de un año de viaje, por causa de las nevadas y las crecidas de los ríos, llegaron ante el gran rey de todos los tártaros. El rey, que era muy amable, los recibió con alegría, y les preguntó muchas cosas sobre las regiones de Occidente, sobre todos los reyes y los príncipes cristianos, sobre las costumbres de los latinos y, por encima de todo, por el Papa de los cristianos y el culto de la fe cristiana. Los dos hermanos, que eran hombres muy prudentes, respondieron a cada pregunta, de tal forma que el rey Kublai Khan ordenó que los llevaran todo el tiempo a su presencia».
Lo que puede deducirse es que el Kan era un tipo curioso y ávido de conocimientos, por eso apreciaba tanto la presencia de los hermanos venecianos y aún más, en un próximo futuro, la de Marco Polo:
«Un día el Gran Khan les rogó a los dos hermanos que regresaran donde el Sumo Pontífice de los cristianos para que le enviaran a cien buenos cristianos que le enseñaran si era verdad que la fe de los cristianos era la mejor de todas, y que los dioses de los tártaros eran demonios, y que ellos y los demás orientales estaban engañados. Los hermanos contestaron que cumplirían su voluntad, y el rey ordenó escribir una carta al Papa. También mandó que les entregaran una chapa de oro para poder recorrer todo su reino sin peligro. También les encargó el rey que, a su vuelta, le trajesen aceite de la lámpara del Sepulcro de Nuestro Señor Jesús en Jerusalén. Emprendieron entonces el regreso, pero tardaron otros tres años hasta llegar a la costa y embarcarse hacia Venecia, en el mes de abril del año de 1269».
Al regresar, se enteraron de que el papa había muerto y decidieron esperar en Venecia el nombramiento de un nuevo pontífice. Fue entonces cuando conocieron a Marco.
El Gran Khan valoraba el conocimiento y la fe, y por eso pidió a los hermanos Polo que regresaran con sabios cristianos
Tan larga fue la espera que, temiendo desairar a Kublai Kan, decidieron regresar sin ver al papa y se llevaron con ellos a Marco, no sin pasar por Jerusalén para adquirir aceite de la lámpara del Sepulcro, pero cuando estaban a punto de continuar el viaje, recibieron noticias del nombramiento de un nuevo papa y se reunieron con él en la ciudad de Acre:
«Y cuando llegaron a Acre fueron a su santidad el papa y se prosternaron humildemente ante él. Les recibió con gran deferencia, dándoles su bendición y haciéndoles gran fiesta. Y el papa acordó darles para que les acompañaran a dos de los predicadores, los más sabios de toda la provincia, y estos se llamaban Nicolás de Vicenza y Guillermo de Trípoli. El papa expidió sus breves y cédulas que contenían el mensaje que enviaba al Gran Khan, y dando a todos su santa bendición, se fueron los cuatro con Marco, hijo de micer Nicolás. Se encaminaron seguidamente a Laias; mas no bien hubieron llegado, cuando Bondocdero, sultán de Babilonia, vino a Armenia con un numeroso ejército, que causó estragos en toda la comarca, y nuestros embajadores se vieron en peligro de muerte. Considerando esto, los dos hermanos predicadores dudaron si debían proseguir. Entregaron por fin a micer Nicolás y Mafeo sus breves y cartas y se separaron de ellos, regresando con el maestre de campo». Los misioneros católicos, franciscanos y jesuitas, no empezarían a llegar a China y Japón hasta el siglo XVI, a bordo de naves portuguesas.
Marco Polo describe en su libro las mil y una maravillas que conoció durante el viaje, pero algunas o quizás muchas de ellas resultaron ser tan maravillosas que muchos lectores y opinadores manifestaron su incredulidad. Lo cierto es que se trata de un libro de viajes, quizás el primero de un europeo sobre la ruta de la seda, un libro que combina realidad y fantasía y cuyo enorme valor testimonial no tiene siempre que ver con lo que es falso o verdadero. Marco Polo describe lo que ve o lo que le cuentan de manera completamente desprejuiciada, quizás ingenua, sin emitir juicios de valor y con una fuerza narrativa que embriaga al lector. De manera desapasionada habla de una región donde los hombres no se casaban con vírgenes, sino con mujeres experimentadas y que hubiesen tenido un buen número de amantes.
La mezcla de realidad y fantasía en sus relatos revela tanto la curiosidad del viajero como las creencias de su época
Es muy probable que Marco Polo creyera al pie de la letra que las cosas que contaba eran ciertas o que podían serlo, sobre todo en lo que concierne a la religión. En varios de sus relatos se sustentan las más arraigadas creencias religiosas, aquellas que ni Marco Polo ni los creyentes se atrevían ni se atreven a poner en duda. Marco Polo conoció en Armenia el lugar donde se posó el arca de Noé, el famoso monte Ararat, oyó hablar de unas altas montañas donde se dice que «se encuentra el sepulcro de nuestro primer padre Adán». En Persia visitó «la ciudad de Sava, de donde partieron los tres Reyes Magos cuando vinieron a adorar a Jesucristo. En esta ciudad están enterrados en tres grandes y magníficos sepulcros. Encima de los cenotafios hay un templete cuadrado, muy bien labrado. Estos sepulcros se hallan el uno junto al otro. Los cuerpos de los reyes están intactos, con sus barbas y sus cabellos».
Uno de los milagros más milagrosos que se describen ocurrió en Armenia
«En aquellas regiones, sucedió algo maravilloso en el año 1275. Había allí un califa que sometía a todos los cristianos y un día leyó en el evangelio que si un cristiano tenía fe, así fuera como un grano de mostaza, podía con la fuerza de sus oraciones mover un monte de un lado a otro. Entonces, el califa les dijo a los cristianos que habitaban bajo su dominio que trasladasen en el nombre de Cristo el monte o se convirtiesen todos a Mahoma; de lo contrario, morirían todos por la espada. Entonces un zapatero muy devoto, profirió con fe una oración al señor Jesucristo y trasladó al lugar señalado aquel monte. Ante este milagro, muchos sarracenos se convirtieron y se hicieron bautizar».
En un monasterio de Georgia ocurren cosas no menos milagrosas
«Debajo del monasterio hay un lago, que viene de una montaña, que no tiene en todo el año ni un pez, ni grande ni chico. En cuanto viene la cuaresma, por el contrario, llegan en grandes cantidades los peces hasta el sábado santo, o sea, la víspera de Pascua de Resurrección. De modo que en esta época hay miles de peces y en el resto del año, como os digo, no queda ni uno solo».
Otro de los grandes milagros ocurrió en Samarcanda
«En aquella región habitan juntamente los cristianos y los que adoran a Mahoma, que se llaman sarracenos, todos súbditos de un sobrino del Gran Khan. En esta ciudad sucedió algo extraordinario que ahora contaré. No hace mucho tiempo, un hermano del Gran Khan, llamado Cogatay, que gobernaba en ella, se convirtió al cristianismo y recibió el bautismo. Entonces los cristianos, contando con el favor del príncipe, edificaron una gran iglesia en memoria de San Juan Bautista. Para construirla tomaron una hermosa columna de mármol, que había pertenecido a los sarracenos. Estos se enojaron por el robo de la piedra, pero por temor al príncipe Cogatay permanecieron en silencio. Sucedió entonces que murió el príncipe, a quien sucedió su hijo muy joven y que aún no aceptaba el cristianismo. Los sarracenos así consiguieron que los cristianos se viesen obligados a devolverles su piedra. Los cristianos les ofrecieron oro y tesoros a los sarracenos, pero estos no aceptaron, pues estaban decididos a llevarse la piedra.
Como los cristianos no encontraban la manera de retirar la piedra sin destruir la iglesia, comenzaron a invocar a San Juan Bautista con súplicas llorosas. Así sucedió el milagro que ahora contaré, pues al llegar el día en que había que retirar la piedra de debajo de la columna, por voluntad divina la columna se separó de su base y se mantuvo con toda la carga en el aire. Hasta el día de hoy se mantiene así sin ningún apoyo, y este es uno de los más grandes milagros ocurridos en todo el mundo».
«Todas estas maravillas —afirma Marco Polo— parecerán difíciles de creer, pero todo ha sucedido así como he contado aquí».
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