La relación entre la humanidad y la naturaleza ha sido un tema presente a lo largo de los últimos 2,000 años, moldeando sociedades, economías y culturas a lo largo de los siglos. Desde los escritos de Plinio el Viejo, hace dos mil años, hasta las reflexiones del siglo XIX sobre la conservación de los bosques, el ser humano ha oscilado entre la explotación y la reverencia hacia su entorno natural. Figuras como Ramón de La Sagra destacaron la importancia de una gestión responsable de los recursos forestales, sentando las bases de conceptos modernos como el desarrollo sostenible. El análisis de estos enfoques históricos permite comprender cómo la explotación de la naturaleza ha evolucionado y cuáles son sus implicaciones en el mundo actual.
Los escritos de Plinio el Viejo, publicados en numerosos libros de historia natural hace alrededor de 2,000 años, dejan a cualquier ciudadano boquiabierto en pleno siglo XXI, salvando las diferencias históricas, al hablar de los cultivos, las aves, los bosques y los animales; ya que, a decir de los estudiosos, consultó más de 2000 tratados y fuentes sobre viajes y el medio ambiente. (https://www.mercaba.es/roma/historia_natural_I-II_de_plinio_el_viejo.pdf)
En el siglo XIX, también se reflexionó en serio sobre el bosque que había dado la vida a la misma humanidad, desde el ramapitecino (nuestro antepasado más remoto), no se concibió la vida sin la existencia de los montes o bosques, al margen del régimen de producción existente.
El monte dejó de ser estratégico y sagrado desde el primer momento que las comunidades originarias y feudales abrían las puertas culturales del capital y el bosque pasa a tener un valor más allá de su uso energético y simbólico para convertirse en una mercancía más del mercado; tal como señala el científico Ramón de La Sagra, español al servicio de la monarquía (botánico del rey), que llegó a Cuba al principio del siglo XIX y quién se destacó por su enfoque innovador hacia la sociología, botánica y la silvicultura; aportando al Jardín Botánico de La Habana una visión que trascendió la mera recolección de especies vegetales. En su obra abogó por la agricultura sostenible y alertó sobre los peligros de la sobreexplotación de los bosques en Cuba para dicha época. Se convirtió en uno de los pioneros en la defensa de la sostenibilidad y la gestión responsable de los bosques[i], como aquí, aunque con menos producción de textos, lo hicieron intelectuales como José Ramón Abad (boricua, de origen catalán) y Pedro Francisco Bonó, entre otros al final del siglo.
La Sagra no solo refleja una profunda preocupación por el estado de la flora cubana, sino que también anticipa conceptos modernos como el desarrollo sostenible, por considerar a la agricultura y la silvicultura”, en especial esta última, como parte de la ciencia de la tierra o “agrónoma”, de vital importancia para el bienestar de la sociedad, por eso valgan las disquisiciones sobre este personaje en estas entregas.
El sociólogo, geógrafo, cartógrafo y naturalista llegó al jardín Botánico de La Habana (1822)[ii] a impartir la clase de botánica y fue uno de los promotores para colocar al Botánico en función de que se articulara a la agricultura y se convirtiera en el sostén científico de la ciencia “agrónoma”. Por eso en toda su obra se mantiene la idea de la agricultura sostenible. De ahí viene su afán por la agricultura como la “ciencia del suelo” y por la silvicultura o la ingeniería de montes, a la cual prestó especial atención; y llamó a la deforestación del occidente cubano el “vicio del desmonte”. Por ejemplo, en Bosque o Monte, en su obra Cuba 1860[iii] publicada en 1861, dice que no considera a la agricultura “… bajo el punto limitado del cultivo del terreno, sino como la ciencia del terreno que tiene por fin explotarla de la manera más conveniente a las necesidades del hombre y la sociedad.” Y dice al lector que no se extrañe que se considere a los bosques entre sus objetos de estudio o “examen”[iv] .
Como expresamos en la entrega anterior, la Corte de Cádiz, trató de modernizar la gestión forestal, en el caso cubano, al tratar en la Constitución del 1812 y sus derivaciones, el uso absoluto de la tierra como propiedad privada[v], que solo se trataba de regularla en cuanto a la explotación forestal. Las consecuencias de sus políticas incrementaron la explotación insostenible de los recursos naturales, aunque desde el 1798 se abrieron 8 planes de manejo forestales cerca de la Habana, con reglamentos para tales fines, pero fueron insostenibles forestalmente, como se describe en las páginas 66 y 68 de la obra citada.
El destacado sabio español expresó preocupaciones sobre la situación de los bosques de Cuba señalada en las reformas impulsadas por la Corte de Cádiz en 1812. Advirtió sobre los peligros de la sobreexplotación y la deforestación, advirtiendo que una explotación desmedida de los recursos forestales, como se hacía en Cuba, afectaría negativamente tanto al medio ambiente como a la economía local.
Escribió sobre los montes, a quien también llamó bosques de manera indistintas, que su “…, influencia física y su utilidad general y económica, por la variedad de sus productos, son dignos de fijar la atención de los gobiernos y los particulares ilustrados y provisores”. Y hacía el llamado de que el bosque no se viera como “obstáculos para el progreso de los cultivos”[vi].
Su enfoque estaba en la sostenibilidad del bosque con el manejo responsable, considerando que estos eran vitales para el bienestar de la población y la biodiversidad de Cuba y de la humanidad. No en vano publicó una obra voluminosa sobre la isla en 13 tomos de los cuales dedicó más del 80% a la botánica, zoología y cartografía, aunque con omisiones y fuertes críticas de intelectuales criollos de su época, que no trataremos en estas entregas.
Esta posición sobre los montes es, casi doscientos años después y en plena modernidad y expansión del conocimiento del siglo XXI, una antesala de lo que constituye el pronóstico de lo que pasa ahora, no solo con los bosques, sino con los recursos naturales del planeta en general; ya que él se adelanta con la idea del Jardín Botánico para la agricultura, lo que en la actualidad es el Botánico para las Ciencias Ambientales.
Las advertencias de pensadores y científicos del pasado, como Ramón de La Sagra, sobre la sobreexplotación de los recursos naturales, resultan inquietantemente vigentes en pleno siglo XXI. Su visión de la sostenibilidad como un eje central para el bienestar de la sociedad anticipó los desafíos actuales en la conservación de los ecosistemas. La relación entre el ser humano y la naturaleza sigue siendo un dilema complejo, donde el equilibrio entre progreso y preservación se vuelve cada vez más importantes. La historia nos muestra que las decisiones tomadas respecto a los bosques y otros recursos naturales no solo definen el presente, sino que también trazan el destino de las futuras generaciones.
[i] Su voluminosa obra está al alcance de todos en la biblioteca del Real Jardín de España: https://bibdigital.rjb.csic.es/idurl/1/9988.
[ii] Ramón de la Sagra a pesar de ser polémico, prolífero escritor es poco conocido en la historiografía del Caribe, incluyendo la relacionada con los temas ambientales. Entre tantos miles de páginas sobre él ver: https://reunido.uniovi.es/index.php/RCG/article/view/1094/1013.
[iii] Cuba en 1860 (1961:65). Publicado en el año de la visita de Fernando Layunta a Santo Domingo, enviado por el rey de España desde el Botánico de la Habana, para conocer sobre los bosques con accesos a embarques en la nueva colonia de Santo Domingo, porque los de sus otras colonias (Cuba, Puerto Rico, y Filipinas) estaban escasos. Cabe destacarse que la cita de esta publicación es un planteamiento que sigue la misma línea a lo que dice en su primer tomo que data del 1831 y 1838 e idéntico al suplemento de 1861. El tomo 13, según nota bibliográfica del Real Jardín de España, también incluye a Cuba en 1860. Todas las negritas son mías, PT.
[iv] Ibidem. Todas las negritas son mías, PT.
[v] Ibidem.
[vi] Ibidem. Todas las negritas son mías, PT.
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