“El arte solo ofrece alternativas a quien no esté prisionero de los medios de comunicación de masas”.  (Umberto Eco).

Aquí, en nuestra sociedad, los medios de comunicación, parecería, que no conforman una de las plataformas de dominación de la clase dominante. Los medios de masas, en tanto parte de los aparatos ideológicos del Estado, como la educación y la religión, no juegan el rol vital de los intereses de clase a largo plazo. A lo más que llegan es a tener una mirada corta de los intereses a corto plazo de los individuos.

Son empresarios los dueños de los medios y, por lo tanto, son capitalistas, empero, no hay una visión de clase a través de los medios como reproductores y productores centrales de la ideología del capital. Vale decir, los medios de comunicación, en nuestra formación social, están muy lejos de aparatos de soportes, de cimentación, en la conformación y solidificación de las estructuras sociales y culturales, como eje de articulación en la formación de la conciencia individual y la organización de la sociedad.

En tanto los medios de comunicación han de operar como elemento necesario dentro de las estructuras económicas y sociales, y por lo tanto en la determinación del comportamiento y la configuración de las percepciones, creencias, valores, actitudes y aptitudes de cada uno de nosotros como individuo, entonces, pues, quedamos condicionados, en gran medida, por la cosmovisión de los actores económicos, que son en esencia los actores sociales en esta sociedad de mercado.

Es a ese condicionamiento al que nos lleva todo el proceso de alienación cultural, como visión y articulación de los intereses dominantes frente a los sectores subalternos, del conjunto de clase que se da en nuestra sociedad. Por lo tanto, como primera hipótesis se podría plantear que, en el cuerpo social dominicano, la burguesía no opera como una clase en los aparatos ideológicos del Estado, como nos dirían Louis altthusser y Armand Mattelart.

Señalaba Louis Altthusser que “la ideología es un sistema de ideas, de representaciones que dominan el aparato de un hombre o grupo social”. En tanto que el sociólogo Armand Mattelart esbozaba que -citamos-  “la ideología de los medios de comunicación en manos de la burguesía emite mensajes que protegen sus intereses”. La burguesía nuestra, en tanto clase dominante, no tiene conciencia de clase y, en consecuencia, como hipótesis, no saben el rol de los aparatos ideológicos del Estado más allá de la coerción y dominio, la necesidad de las fuerzas blandas, que operan como mecanismos de persuasión e internalización para reflejar un comportamiento cónsono, similar a los intereses y deseos de la clase dominante.

Lo que resulta y resalta, como diría Juan Bosch, al día de hoy no tenemos una clase gobernante. Ello así porque solo sabe de la esfera de la estructura económica, de su poder económico y rol, por lo tanto, en la sociedad de mercado. No así en la hegemonía cultural y con ello, del papel de la educación, de la religión y de los medios de comunicación. El primero para la creación del capital humano y en consecuencia, la posibilidad de crear una sociedad económicamente más sostenible, con mayor cohesión social y más competitiva.

Nuestra burguesía “crea” un individuo a través de los medios de comunicación amorfo en su proceso identitario, de una identidad cultural difuminada, diluida, en una construcción social reactiva, no desde una perspectiva proactiva con visión de futuro. Esta burguesía, una parte de ella muy rentista, acunada desde el Estado, ni siquiera tiene un centro de think thank, ni intelectuales orgánicos que jueguen en los aparatos ideológicos del Estado un rol de principalía al crear todo un diseño arquitectural de dominación, en las distintas esferas: cultural, social, económico.

Si la burguesía dominicana operara como clase orgánica no existiera una educación dominicana, a todos los niveles, tan precaria como señalan PISA y otras evaluaciones internacionales, ni tendríamos una ADP instrumentalizada, todavía, como en los años 70 del siglo pasado. Hay, pues, una cartografía de culpa en esta ambivalencia revisitada.

Realmente, somos como sociedad, el icono de los simulacros, como diría Mario Perniola, al tiempo que nos trazamos permanentemente la fragua sempiterna de la hipocresía moral. Por ello, somos líder en la región en fraude social, lo que genera como consecuencia, que tratemos de buscar siempre “bajadero, atajos”.

Como nos dice ese gran sociólogo español Manuel Castells en su libro Comunicación y Poder “En palabras de Michael Mann una sociedad es una red de interacciones sociales en cuyos límites hay una cierta brecha en la interacción entre ella y su entorno”. En el capítulo 3, Redes de mente y poder, Castells nos dice “La comunicación se produce activando las mentes para compartir significado. La mente es un proceso de creación y manipulación de imágenes mentales (visuales o no) en el cerebro. Las ideas pueden verse como configuraciones de imágenes mentales…”.

La política mediática es la forma de hacer política en y a través de los medios de comunicación porque -abunda el laureado sociólogo- “la política es el proceso de asignación de poder en las instituciones del Estado”. La relación de poder se basa en gran medida en la capacidad para modelar las mentes construyendo significado a través de la creación de imágenes.

Como explicar, entonces, que República Dominicana, en término de población y territorio, sea líder en el mundo en cuanto al número de emisoras. Tenemos 126 emisoras A. M. y 247 FM, 20 de onda corta. 219 empresas en frecuencia modulada (FM) y 150 en Amplitud Modulada (AM). Nos situamos con 125 canales de televisión, incluyendo señales abiertas, tanto VHF como UHF. Chile cuenta con 13 canales de televisión. Colombia ostenta 11. Guatemala tiene 95 emisoras y televisión 5. Honduras tiene 317 emisoras y 19 canales de televisión digitales.

En República Dominicana no hay un municipio del país (158) donde no haya cable y lo mismo en los 235 Distritos Municipales. Donde se pone en evidencia “la pobreza” de la clase dominante con respecto a la identidad nacional cultural, al proceso de solidaridad colectiva, a la internalización de valores y creencias que permitan una visión y misión de país, es en el conjunto de telenovelas que visibilizan diariamente los medios de comunicación, especialmente, la televisión.

Una muestra de tan solo 7 canales nos dice el grado de alienación cultural en la sociedad dominicana. Veamos:

Canales de televisión Cantidad de novelas diarias
2 5
5 8
7 6
9 6
11 8
13 4
15 3

Todas esas telenovelas, producidas fuera de nuestro país, ni siquiera la mayoría elaboradas en América Latina y el Caribe, en una esfera socio histórica cultural muy diferente, lo que dificulta la creación de la cultura como espacio de forma de cohesión social, como escenario de diversidad y manera de abordar los conflictos, porque la ideología configura “un amplio marco de ideas que guían la actividad de los hombres al mismo tiempo que procuran la permanencia de un orden social”.

Queremos reproducir los celos, la envidia, la maldad, la avaricia, la mentira, el odio, el miedo, el asco, la sorpresa, la ira, la tristeza y muy poca alegría, como emociones, sentimientos y poca razonabilidad, como mecanismo de la inteligencia. ¡Cuánta alienación cultural e ideología adocenada y cosificada en intereses individuales empresariales, en la dimensión cortoplacista de la riqueza, sin visión de país!

Los medios de comunicación constituyen un agente de socialización. El paradigma mediático acusa hoy una importancia capital, es un eje transversal de los demás agentes: familia, escuela, religión, vecinos, grupos sociales. Los medios reflejan una dualidad, ya que son liberadores y encarceladores de la conciencia del ser humano. Los medios de comunicación sincronizan la aldea global de Marshall McLuhan, hoy de manera simultánea. Nos acercan y nos hacen partícipes de los acontecimientos. Ellos influyen en nuestros valores, preferencias políticas, formas de vida.

En nuestro país hay una crisis de los medios de comunicación de masas que se refleja en el contenido de lo visibilizado y en la poca profesionalidad, rigor, meticulosidad, veracidad, credibilidad y generación de confianza de los actores, sobre todo “los comunicadores” que no estudiaron periodismo y algunos van a defender intereses políticos partidarios, con ropajes y sin ropajes.

Como nos dijo Jean Baudrillard, los medios de comunicación han transformando la naturaleza misma de nuestras vidas. El gran problema al que asistimos hoy es que los medios han creado una frontera entre la realidad y la representación muy diluida y difuminada, haciéndose cuasi imposible la separación entre representaciones mediáticas y realidad real. Es claro que, en este mundo hiperreal que hay en nuestra sociedad, las representaciones de los medios de comunicación refuerzan los estereotipos, la discriminación y la exclusión. Ellos no son la causa, pero las contienen y no las cuestionan.

Hay en nuestra sociedad, acunando a Byung-Chul Han, una crisis de la narración, hay un manto perenne y singularizado de artificiosidad, perdiendo la verdad como búsqueda intrínseca. Dejando un hueco profundo donde la banalidad se viste de oropel y baila todo en el gran salón, sin estropicio ni contratiempo.