La salud pública en República Dominicana enfrenta un reto creciente y silencioso: el avance acelerado de las enfermedades no transmisibles (ENT). En diversas zonas urbanas de la capital, estas patologías afectan de manera desproporcionada a los sectores más vulnerables, quienes cargan con el peso de un sistema de salud que aún privilegia la atención curativa sobre la prevención. Como especialista en Higiene y Epidemiología, considero indispensable alzar la voz y llamar a una acción coordinada y decidida en favor de la medicina preventiva. Si se aplica con eficacia, esta estrategia puede salvar vidas, reducir el sufrimiento humano y aliviar la carga económica sobre familias y sobre el Estado.

Enfermedades no transmisibles: una epidemia silenciosa

Las ENT —como la hipertensión arterial, la diabetes tipo 1 y 2, las enfermedades cardiovasculares, respiratorias crónicas y ciertos tipos de cáncer— representan más del 70% de las muertes en el país, según datos recientes del Ministerio de Salud Pública. El número de diagnósticos ha aumentado de forma notable en las últimas décadas, impulsado por factores como el envejecimiento poblacional, el sedentarismo y estilos de vida cada vez menos saludables.

En sectores marginados de Santo Domingo, donde confluyen pobreza, escaso acceso a servicios médicos y limitada educación en salud, el impacto de estas enfermedades es devastador. A diario se registran más casos de hipertensión no controlada, complicaciones diabéticas y emergencias cardiovasculares, muchas veces en personas jóvenes. A esto se suman las dificultades para adquirir medicamentos, pagar consultas especializadas o realizarse los exámenes requeridos. La consecuencia: vidas truncadas, familias desbordadas y comunidades cada vez más vulnerables.

Factores de riesgo y contexto epidemiológico

El entorno urbano en situación de precariedad crea condiciones propicias para el desarrollo y la progresión de las ENT. Entre los principales factores de riesgo están el consumo habitual de alimentos ultraprocesados —ricos en grasas saturadas, sodio y azúcares— debido a su bajo costo y fácil acceso, y la falta de espacios seguros para realizar actividad física con regularidad. A esto se suman el consumo elevado de tabaco y alcohol, y las tensiones sociales asociadas al desempleo, la inseguridad y la incertidumbre económica, todo lo cual aumenta los niveles de estrés y, con ello, el riesgo de desarrollar enfermedades crónicas.

Desde un enfoque epidemiológico, entendemos que estas afecciones no aparecen de forma aislada, sino como resultado de múltiples factores interrelacionados: genéticos, conductuales y sociales. En este sentido, los determinantes sociales de la salud juegan un papel decisivo.

Estrategias preventivas prioritarias

1. Reforzar la atención primaria:

Los centros de salud de primer nivel deben ser el corazón del sistema preventivo. La implementación de chequeos regulares —como la medición de la presión arterial, el control de la glucemia y el monitoreo del índice de masa corporal (IMC)— permitirá detectar de forma temprana a quienes están en riesgo y actuar antes de que la enfermedad avance.

2. Impulsar la educación sanitaria:

Es urgente desarrollar campañas educativas que se adapten a la realidad social y cultural de cada comunidad. Promover hábitos saludables, incentivar la práctica del ejercicio físico y sensibilizar sobre los efectos del tabaco y el alcohol son medidas clave. Charlas, talleres y encuentros comunitarios pueden convertirse en espacios de transformación si se hacen con participación activa y compromiso local.

3. Promover políticas públicas integrales:

La prevención no puede depender solo de decisiones individuales. Se requieren políticas que regulen la comercialización de productos nocivos para la salud, fomenten la creación de espacios públicos adecuados para el esparcimiento y garanticen el acceso equitativo a medicamentos esenciales como antihipertensivos e insulina.

Conclusión

El avance de las ENT en Santo Domingo es una alerta que no debe ser ignorada. Cada nuevo diagnóstico es también una oportunidad para actuar. Transformar nuestro sistema de salud en uno que priorice la prevención es una necesidad impostergable, especialmente en los sectores más desfavorecidos.

Estas enfermedades son, en su mayoría, prevenibles. Sus complicaciones también pueden evitarse si actuamos con visión y compromiso. Este llamado no se dirige únicamente a las autoridades sanitarias, sino a toda la sociedad. La medicina preventiva no es una opción secundaria, sino una inversión fundamental en el futuro de nuestra nación.

Es momento de trabajar juntos por un país donde la salud sea un derecho para todos, y no un privilegio para unos pocos.

Rigoberto Martínez, SJ

Jesuita y doctor en Medicina

Jesuita. Doctor en Medicina. Especialista en Primer Grado en Higiene y Epidemiología. Fue Subdirector Provincial del Centro Provincial de Higiene, Epidemiología y Microbiología de la Provincia de Villa Clara, Cuba. Participó en Cursos Internacionales de Dengue. Fue colaborador del Centro de Investigaciones del Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí (IPK). Asesoró a distancia Estudios de Entomología Médica en Brasil. Experiencia en Control de Vectores.

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