En manos de la policía y del servicio secreto de Maine -estado ubicado en la región Noroeste de Estados Unidos- se encuentran las investigaciones sobre Robert Card, el presunto ejecutor de tiroteo indiscriminado en el que murieron al menos 22 personas y decenas fueron heridas. Mientras los motivos continúan investigándose, conocidos del sospechoso afirman que padecía de trastornos mentales, con un diagnóstico de alucinaciones y ansiedad.
La Asociación Americana para La Depresión y Ansiedad, (ADAA, por sus siglas en inglés), explica: “la ansiedad es uno de los desórdenes más comunes de las enfermedades mentales en esta nación, 40 millones de adultos la padecen, un 19.1%.”
El tirador era un reservista del ejército de los Estados Unidos, y era uno más del ascendente grupo de personas con serios problemas mentales que cada día amenaza con salir a las calles a matar a inocentes. Entretanto, las autoridades siguen interpretando la situación, como “hechos aislados”.
Debía esta nueva tragedia alertar a las autoridades de salud para realizar un exhaustivo análisis sobre el aumento de este tipo de ataques violentos a la colectividad en lugares públicos.
En 2021, el 22 % de los adultos de la población de EE.UU recibió tratamiento de salud mental, mientras que en 2019 esa tasa era del 19 %, según los Centros para El Control y La Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en ingles).
El soldado e instructor de armas, según medios locales y declaraciones de familiares, había estado ingresado por problemas mentales y había dejado de tomar los medicamentos prescritos para ese tipo de situaciones. Días después y luego de una intensa cacería, para dar con su paradero Robert Card, fue encontrado muerto. Una versión no confirmada sostiene que se suicidó.
Lo cierto es que en EE.UU aumentan los casos de personas que en cualquier momento empiezan a disparar a matar en lugares concurridos. Pasa en grandes y pequeñas ciudades, en plazas, estaciones de trenes, escuelas y templos.
Hasta el momento las iniciativas estatales y federales para resolver el problema han sido escasas y nada efectivas. Los políticos, en su mayoría, se inclinan a favorecer a las industrias y tiendas de armas, cada vez que se debate el tema.
El otro costado del problema es el de la salud mental de millones de personas. Trastornos mentales más facilidad para poseer armas de combate: el cóctel mortal que cada día cobra más vidas de estadounidenses.
Nadie sabe si su vecino es una persona enferma como Robert, ni cuando decidirá empezar a disparar.
“Una enfermedad mental es cuando los signos y síntomas se hacen permanentes. Afectado la capacidad de funcionar.” (Fuente: Clina Mayo).
Desafortunadamente no basta solo con orar por las víctimas, ellas y sus sobrevivientes necesitan respuestas de cómo, cuándo y de qué manera se les ha salido de control a las autoridades el hecho de cada día haya más personas cuya conducta mental los vuelve un peligro para la mayoría. Se necesitan soluciones, y menos juego a la política.