La lamentable erosión de los Estados Unidos ha logrado que seamos conscientes de más similitudes de lo que creíamos entre los países de las Américas. Por ejemplo, en el pasado latinoamericano, mucha gente no estaba completamente a favor de los líderes conservadores, solo que las ideas de los liberales les parecían tan imposibles de aplicar que, a regañadientes se optaba por Pinochet (sí, contó con apoyo, no todo fue represión), Balaguer (sí, no solo ahora tiene aceptación, en los setenta también) o Violeta Barrios de Chamorro, el mejor ejemplo de elección principalmente porque representaba la oposición a los excesos del sandinismo.
Del mismo modo, es posible que mucho del voto a favor de Donald Trump haya estado motivado por reticencias ante los excesos de lo que se llamó “afirmative care”, eufemismo para aplicar sin misericordia bloqueadores de desarrollo a muy temprana edad, o por el genuino miedo a un aumento desmedido de la inmigración, miedo que no tiene que ser explicado ni en República Dominicana, ni en la Colombia actual.
Si antes nos parecían jocosas y estábamos dispuestos a perdonar las expresiones vernáculas de Abdalá Bucaram y otros políticos del patio, hemos tenido que acostumbrarnos a escuchar frases inverosímiles viniendo del primer mandatario de un país organizado y poderoso.
Ahora bien, la deriva autoritaria que está significando la intimidación para callar a comunicadores, junto con su vertiente silenciadora “desde el hombre de la calle” donde iluminados deciden eliminar a personas que actúan o expresan ideas que parecen intolerables, es de mucho temer. Nos pone demasiado cerca de experiencias de intolerancia, insurrección y autoritarismo.
Dicho esto, por lo menos ante sus más recientes excesos, los Estados Unidos todavía están exhibiendo muestras de preferencia por un orden institucional de la vida pública. Los procesos judiciales a los acusados de los asesinatos de Brian Thompson y Charlie Kirk están manejándose con evidencias de cuido de las formas. El intento de enmudecer al comunicador Jimmy Kimmel fue denunciado por varios simpatizantes del gobierno al que pertenece el funcionario que puso en práctica la intimidación. Eso se llama recoger a tiempo. Y tal vez no a tan tiempo, pero es indudable en otros terrenos los Estados Unidos han ofrecido demostraciones de esa capacidad de corregir errores del pasado: las acciones a favor de los derechos civiles en las décadas de los sesenta y los setenta del siglo pasado fueron una manifestación de deseo de cambiar lo que está mal. Al final, incurrir en errores es de humanos, lo importante es saber rectificar.
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