En mi artículo de ayer (28-07-25), comenté el fenómeno del suicidio desde la perspectiva de Schneidman (1918-2009), centrada en el individuo, pero este fenómeno también se puede analizar desde una perspectiva sociológica (Émile Durkheim, 1897), mucho más vieja que la individualista.
Aclaro que estas dos perspectivas no son excluyentes, sino más complementarias.
Comenzaré por recordar que es Émile Durkheim (1858-1917), uno de los fundadores de la sociología moderna, que nos ofrece por primera vez un acabado estudio de este fenómeno desde esta perspectiva, en su obra El suicidio, donde pone en práctica los principios metodológicos que él había previamente definido en Las reglas del método sociológico (1895).
El “suicidio es un fenómeno social”, dice Durkheim, tesis aparentemente contra el sentido común, porque es un acto cuyas apariencias son individuales; parece siempre el resultado de una crisis existencial. Pero, para el sociólogo de agudo sentido que es Durkheim, esta explicación se queda en la causa aparente, y es precisamente por eso que se dejan siempre de lado las circunstancias sociales susceptibles de esclarecer el extremismo de elegir morir.
Durkheim advierte que cada tipo de sociedad tiene su forma de suicidio, y pasa de inmediato a tipificar el fenómeno en cuatro formas:
- La egoísta, causada por una integración insuficiente del individuo, el cual se retira de la vida por exceso de individualismo, esto ocurre con mucha frecuencia en las llamas sociedades avanzadas. Inversamente, en una sociedad con muchos individuos solidarios y que de manera coherente relaciona a sus miembros unos a otros, de tal manera que se protegen entre sí, sus miembros tienen poca posibilidad de suicidarse, pero cuando uno de sus miembros, voluntaria o involuntariamente es apartado del grupo, sí tiene muchas posibilidades de suicidarse.
- La altruista, caracterizada por un exceso de integración. El individuo está tan inmerso en el grupo que es capaz de sacrificar su vida por los valores colectivos que lo animan. Los kamikazes de los grupos fundamentalistas islámicos son un buen ejemplo.
- La anomia, contrario a esta forma, el suicidio puede ser también provocado por un relajamiento del control de la sociedad, que DurKheim califica de anomia (desorganización social, como resultado de ausencia de normas comunes en la sociedad, crisis de valores). Esta forma se explica por la incapacidad de la colectividad a moderar las aspiraciones individuales, lo que provoca estados de frustración extrema.
- La fatalista, aquí el sujeto toma la decisión de suicidarse porque el porvenir le parece desprovisto de esperanza.
Solo una de estas formas, la altruista, parece no aplicarse a los dominicanos, mayoritariamente católicos, que, según el mismo Durkheim, se suicidan menos que otros grupos cristianos, y creo que no solo porque los católicos forman una sociedad más integrada, como sugiere el célebre sociólogo francés, sino también porque el catolicismo no es una religión tan reflexiva como el protestantismo, donde el individuo está en permanente comunicación con Dios y, con frecuencia, culpabilizándose.
Ambas religiones comparten la idea de que la vida pertenece a Dios, y solo él tiene la potestad de darla y quitarla, pero los católicos no necesitan la reflexividad de los protestantes, porque tienen al cura como intermediario; para resolver sus pecados, está la confesión, tres Padres Nuestros y seis Avemarías y libres de pecado.
Compartir esta nota