Conectando con el artículo anterior, nos damos cuenta de que el puesto que ocupamos con relación a la escala mundial de los países más y menos seguros, nos ubica en una posición privilegiada en comparación con la región del Caribe y Latinoamérica.

Me atrevo a decir que nosotros los dominicanos, como caribeños, tenemos una espontaneidad en las relaciones humanas y en la interacción con los demás muy particular y que en las relaciones interpersonales esto se traduce a manifestaciones de calidez humana y de cercanía, propias de nuestra cultura y no, como se piensa ingenuamente, que estas manifestaciones se deben exclusivamente a que vivimos en un clima tropical.

Un factor que hay que considerar es que nuestro país, al estar aislado de otros de América, los cuales regularmente tienen entre dos y cinco fronteras, nos deja menos expuestos a la influencia de la transculturación.

El fenómeno de las influencias por otras culturas se produce regularmente, por modelos sociales, modas y publicidad, la cual ha encontrado hoy día en lo digital un ambiente propicio para el mismo. Sin embargo, en el tema que exponemos, no podemos invisibilizar la inmigración ilegal como una muy posible causa de nuevas formas de delincuencia y conductas antisociales que afectan la seguridad de cualquier país.

Nuestra frontera hace límite con Haití, país con una cultura diferente a la nuestra. Entre estas diferencias se pueden destacar el idioma, algunas creencias religiosas y la que considero más importante: la idiosincrasia.

Sin embargo, la idiosincrasia, en sí misma, no representa una amenaza a nuestra seguridad, sí, “a simple vista”, a nuestra economía, ya que, al ser el país más pobre de la región y tenerlo como frontera única, las inmigraciones ilegales suelen darse continuamente.

Precisamente, la opción de emigrar a buscar mejor calidad de vida representa un termómetro de cómo anda el nivel de esperanza en un país. La esperanza, que es un concepto abstracto, tiene un gran significado desde la salud mental.

Cuando la esperanza se mantiene, tendremos personas intentando hacer realidad las metas propuestas y generando esa sinergia que necesitan las comunidades para progresar.

Es por eso que debemos promover en las generaciones nuevas el apego a nuestras tradiciones e identidad nacional, esas características que nos proyectan como un país alegre, comprometido, cercano y trabajador, respetuoso de los derechos humanos y promotor de los valores fundamentales.

EN ESTA NOTA

Pedro José Vásquez

Psicólogo y educador

Pedro José Vásquez Castillo, M.A. Psicólogo clínico, profesor universitario, terapeuta familiar y de pareja. En los últimos años de ejercicio profesional se ha concentrado en PTSD, TCA y suicidios. Consulta privada en Hospiten Santo Domingo.

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