Dicen que, desde el lunes, cuando Nicolás Maduro ríe se le ven las muelas de atrás. Y dicen que su risa suena tan alto que llega a escucharse en Madrid (donde ahora vive exiliado Edmundo González, el otro presidente “electo” de Venezuela) y en Washington, propiamente en la Casa Blanca (donde vive su principal apoyo). Mientras tanto, el resto del mundo considera que este autoexilio es un absurdo, a menos que el curioso presidente ”electo” haya sido amenazado de muerte… Como sea, asilarse es, pura y simplemente, un acto de cobardía que no le merecerá ningún premio en Venezuela. (De ahí la estrepitosa risa de Maduro).