El 47mo presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, sentenció en su discurso de investidura: “Nuestras libertades y el glorioso destino de nuestra nación no serán negados (…) Y perseguiremos nuestro destino manifiesto hasta las estrellas, enviando astronautas estadounidenses para plantar la bandera de estrellas y franjas en el planeta Marte”. (https://www.lanacion.com.ar/estados-unidos/el-discurso-completo-de-la-toma-de-posesion-de-donald-trump-en-espanol-nid20012025/).
La idea del destino manifiesto alude a que los Estados Unidos es una nación elegida por Dios para expandirse y colonizar otros territorios. Este concepto es teóricamente derivable de las diversas vertientes del cristianismo reformado, en especial, de la tradición calvinista. Según la misma, Dios es un soberano absoluto que determina el desarrollo de la historia y de nuestras vidas en función de su autoridad ilimitada y elige desde el principio a las naciones y a las personas que le son gratas para expresar su gloria sin que se vea abocado a justificar racionalmente su elección.
Esta teología autoritaria excluye la noción del derecho. Los seres humanos no son sujeto de derechos porque carecen de dignidad, todos tienen una naturaleza caída que los hace merecedores de la condenación eterna. Si Dios elige solo a algunos para su salvación, no tiene que justificar el motivo de su elección, al fin y al cabo, nadie es merecedor de salvarse, no importa sus obras.
Por consiguiente, desde esta perspectiva tampoco puede defenderse realmente un derecho internacional porque prevalece sobre todo el hecho de que Dios elige a unos países sobre otros para expresar su gloria.
Las consecuencias de esta doctrina son la asunción de una concepción autoritaria de la vida que subordina la mujer al hombre, los ciudadanos a los gobernantes y las naciones colonizadas a las colonizadoras. Todas estas subordinaciones forman parte del diseño divino. Cualquier resistencia a este orden es una rebelión contra el Creador.
El concepto destino manifiesto fue explícitamente acuñado por el periodista estadounidense John O' Sullivan en una columna llamada Anexión, a finales del siglo XIX. O' Sullivan introdujo el término para justificar la anexión del territorio de Texas a la unión americana como parte del “destino manifiesto” de Estados Unidos a extenderse cumpliendo con un designio de la Providencia.
Desde el punto de vista ideológico, la idea del destino manifiesto sirve como justificación de la expansión económica, política y militar de los Estados Unidos. También, sirve de recurso teórico para justificar la violación del derecho internacional y el respeto a la dignidad de todas las personas que no son estadounidenses.
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