Recientemente, en un artículo periodístico, el economista Jaime Aristy Escuder hizo un análisis sobre "la relevancia de la educación inicial para el desarrollo cognitivo, lingüístico, psicomotor y socioemocional de los niños y en su posterior desarrollo académico y profesional". En el texto, cita a James Heckman, profesor de la Universidad de Chicago, quien ha aportado valiosos análisis sobre el impacto de la educación inicial en la calidad de vida.
Del mismo modo, menciona cómo los gobiernos han implementado políticas públicas para garantizar la educación de niños de 0 a 6 años en el sistema público, debido a la influencia que este nivel de enseñanza tiene en el desarrollo humano. El economista realiza un análisis razonable sobre cómo el no ingreso a la educación formal a temprana edad tiende a aumentar la desigualdad de ingresos entre los más pobres y los más ricos, lo que perpetúa el círculo vicioso de la pobreza.
Considerando el planteamiento del profesor Heckman, Aristy Escuder argumenta que, según estudios realizados, la educación desde temprana edad reduce la repitencia de cursos en los niveles superiores. Por ello, se debe priorizar la inversión en educación inicial, ya que es económicamente más eficiente que tratar de cerrar las brechas educativas a edades más avanzadas.
Para demostrar la importancia indiscutible de la educación inicial y las deficiencias que se producen en la República Dominicana, señala que la cobertura de este nivel de educación en nuestro país es baja. Para el año 2024, en el segundo ciclo (niños de 3 a 6 años), la cobertura fue de solo el 61.1%, mientras que en el primer ciclo (niños de 0 a 2 años y 11 meses) apenas alcanzó el 7.1%.
Ahora bien, cuando llega a la parte del financiamiento de las políticas públicas para reducir la brecha generada por una educación inicial deficiente, su propuesta no deja de ser descabellada. Plantea la capciosa pregunta de por qué no se reduce el presupuesto de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD).
La respuesta a la pregunta de Aristy Escuder es, a modo de recordatorio, que desde el año 2013 se comenzó a aplicar el 4% del Producto Interno Bruto para la educación preuniversitaria. Si el gobierno no ha orientado más recursos hacia la educación inicial, es por un problema de mala gestión de dichos fondos, los cuales deben ser reorientados para destinar una mayor cantidad a reducir esa brecha que afecta a los niños de 0 a 6 años en el sistema público.
En relación con el presupuesto de la UASD, debemos señalar que históricamente ha sido deficitario. Para poder cumplir con sus compromisos, tanto operativos como de inversión, y atender al crecimiento de su población estudiantil y a la expansión de recintos en todo el territorio nacional (que ya superan los 20), ha tenido que ser eficiente. Con recursos limitados, ha logrado aumentar la cobertura para estudiantes y regiones que no tienen acceso a la educación universitaria privada del país.
El discurso de Aristy Escuder y de otros que denominamos "francotiradores de la UASD" no es nuevo, pues responde a una concepción sobre la privatización de la educación superior. Esta postura, más que contribuir a reducir el círculo vicioso de la pobreza, ayuda a profundizarlo, ya que miles de personas, que de no ser por la existencia de la UASD en distintos puntos del país, hoy no serían profesionales. Estas personas, al ascender en sus niveles de ingresos, han logrado reducir sus niveles de pobreza y los de sus familias.
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