En la cultura occidental se han escrito relatos que ponen en la mira, las puertas de lo desconocido y de aquello que puede ser descrito, porque hacen florecer el tope del pensamiento que revela la verdad y el no saber, aunque esto último, sea en el plano de preguntas.  El juego filosófico es apuntar a un saber que quiere romper con el misticismo, porque entiende que la razón habla cuando necesita explicar y resolver nuestros fracasos, aun sea con torpezas, cuando intentamos dar respuestas, a lo desconocido.

Yo apunto a los arquetipos para explicar los expedientes que tratan sobre la violencia, como propuesta del mal. Es un recurso que permite mirar más allá de los discursos  que se elaboran  con las acciones de los sujetos en lo cotidiano y en los medios de comunicación, como moda para dar muerte, al lenguaje de la libertad y el amor.

Los arquetipos son esos constructos que apunta al origen. Estos conforman las estructuras de la psique y remiten a modelo de pensamientos, comportamientos que accionan en orden y clasifican la experiencia humana. Carl Jung propuso este modelo de conocimiento, para explicar la naturaleza del inconsciente. Es un patrón que permite ver cómo se desarrolla el aparato psíquico y social.

En pocas palabras, los arquetipos son los que impulsan al sujeto y a la sociedad en su conjunto a desvelar la sombra que lo abrazan. En los arquetipos se definen las pulsiones y acciones conductuales, pensamientos, sensaciones y emociones, entre otros.

Entiendo que los arquetipos pueden ayudarme a explicar la violencia que observo día a día en la calle. Con este modelo teórico, quiero reflexionar sobre los comportamientos de los dominicanos  y su proyecto de visibilizar un espejo de su “blancura” . Todo acto de identificación identitaria actúa con patrones  inconscientes. El conflicto de la identidad, la negación de su propia memoria indoafrodescendiente es lo empuja a un  farfulleo entre el juego, trabajo y risa de inmediatez, inmanencia, sobre sí mismo como sociedad. Echarle la culpa al otro es vernos en un espejo de dolor. Los haitianos son esos otros que no queremos ver por  la ley del espejo. En el imaginario dominicano el otro es distintos, mas nosotros somos parecido al colonizador que por acto violento arrasó estas tierras. Esta sombra es lo que impulsa a la segregación y negar al otro. En esta proyección psicótica  el feo, el loco , el mañoso,  la culpa la tiene el otro. Los arquetipos del héroe nacional, el mártir y el chivo expiatorio son máscaras que cubren la fuerza de la violencia. Hoy son inmigrantes haitianos ilegales.

Me harta esta sociedad hedonista sostenida con contenidos violentos, frente a los otros, señalando las apariencias físicas, color de piel, entre otras banalidades racistas.

De acuerdo con George Batailler, nos encontramos siempre, reflexionando con los apuros de lo que no hemos salido y de lo que jamás se saldrá, dado que todo se escapa y llega a ser insignificante. Los arquetipos son esos expedientes platónicos de lo que me amparo,  para buscar respuestas sobre la naturaleza humana, en nuestra  animalidad y la espiritualidad. Para explicar el estado actual de tanta violencia contra otras personas, en este caso los haitianos indocumentados. Bueno, intento.

Es entonces, a partir de esa mirada que sigo buscando incansablemente para darme  respuestas personales, porque esto nos ayuda a salvar el tedio, a detener la destrucción del planeta, a cambiar los comportamientos que dañan el cuerpo y los sentidos del alma. La violencia es ese cometido que no podemos erradicar, ni en nuestros propios hogares. A razón de que sin quererlos, los otros inundan de tinta, las minutas violentas que se escriben en lo ordinario.

La violencia ha excedido la razón. Tratamos de buscar en los arquetipos para entender esos conflictos humanos que han hilado nuestra humanidad. Modelos que definen nuestra identidad en un tiempo, espacio y cultura. En la isla se escuchan y debordan la mala leche sobre el otro. Los haitianos indocumentados y todo lo que parezca negro es segregado, maltratado y visto como malhechor y un ser primitivo. En términos sociales son seres humanos pobres que cruzan para este lado de la isla buscando el pan, tratando de encontrar un camino para continuar existiendo como entidad social y cultural.

¿Qué estructuras universales de la psique se encuentran en el inconsciente colectivo? Y cuáles de esos arquetipos han trazados pautas de comportamientos que conducen a tendencia violenta en nuestro territorio isleño. Yo siempre pienso en ese lugar de sombras que pertenece al mundo del inconsciente que aflora en los sujetos tanto en lo individual como en lo colectivo para hacer trastabillar la vida social. Entiendo que la violencia se vuelca sobre nuestra animalidad, en la cual, la conciencia está atada y no puede aflorar ya que no puede ser autónoma. La máscara no es un simple disfraz, es una protección que cubre al ser y lo hace creer portadores de otra realidad que oculta.

¿Qué ocultamos rechazando al otro? Una simple y sencilla manifestación, deseamos el sentido del otro, la capacidad de subsistencia, la esencia de existir por las cualidades físicas, emocionales y hasta de aguante. Escucho muchas veces esta expresión: la piel negra no se arruga, esa gente sufrida tienen mucha cachaza, con todo lo que padecen no se enferman.

Esa gente está acostumbradas a lo peor. Están muy cerca de los animales, como las mujeres y los niños, por eso son salvajes. Estas soflamas de carácter peyorativos son frecuentes en el hogar isleño. Es de ahí que se mueven con los arquetipos de la sombra.  Veamos otro ejemplo: como los médicos, entrenados para curar por su formación pudieron tomar una decisión de no atender a una mujer haitiana que se accidentó y que pudo morir por la falta de cuidado médicos. Como esos seres humanos desligan su conciencia de médico para decidir no actuar en defensa de la vida y ceder a una conducta marcada por el prejuicio. Esta noticia se difundió por los medios de prensa.

Este acto pasa, como todo lo que  corre sin mesura. Con esta historia recordé a ciertos grupos religiosos que creen tener el poder de Dios en sus manos. Me pregunto si esta medidad fue una decisión rçtomada por los adminitradores de los hospitales o estaba en la mano de los médicos que recibieron a la paciente accidentada. Este comportamiento viola la universalidad de la ley de salud de República Dominicana.

En el ámbito de la razón se asumió una decisión política. La organización social se construye aspirando a una política de construir lo colectivo imponiendo un tabú a la violencia en cualquiera de sus marcos. Así ha sido desde que nos construimos como humanos. Hasta donde seguiremos violando, los principios democráticos. No conozco la posición del Colegio Médico Dominicano. Espero que den respuestas democráticas y humanas frente a esta situación que me da vergüenza ajena.

La sociedad dominicana está localizada en su sombra. Estas pulsiones son perturbadoras. Salgo a la calle y escucho discursos racistas muy violentos y excluyentes. Diría Freud están en su pulsión desenfrenada de excitación para reclamar su posición identitaria de blancos de leche. En lenguaje psicoanalítico están pidiendo el reconocimiento de un espejismo, la blancura colonial.

Y el silencio irrumpe frente a este sentido violento de pensamiento, acciones y del quehacer público. Yo pensé en Hegel para poder entender este arquetipo de sombra que marca la violencia que observo en la sociedad dominicana. Y por qué Hegel, simplemente, porque es en el espacio político, que el filósofo  construye su pensamiento.  Hegel nos dice que nada puede impedir la violencia en la historia, ni tampoco esos silencios que son propios de la violencia. Yo no soy hegeliana, pero entiendo que da un punto clave para explicar este problema, el de la violencia societal en su marco de construcción histórica, segùn su teoría del conocimiento.

Hegel en su teoría de la violencia, como dialéctica histórica entiende que eso marca un cambio radical para gestar una nueva sociedad. Ese cuento, ya no me lo creo. No es posible crear algo bueno, y equilibrado sostenido en estos códigos violentos. Apuesto por una sociedad que se sostiene en el diálogo y la libertad. A Hegel le faltó hablar de la elección del sujeto o de la sociedad. Si bien muchos pensadores incluidos Freud y Lacan retomaron sus ideas filosóficas, yo creo en mi reflexión humilde que la violencia, nunca puede ser medio, ni fin. La violencia es una arbitrariedad que se puede elegir o rechazar. Todos los mitos fundantes se sostuvieron en una violación ilimitada de lo prohibido. Eso es lo que promueve occidente. No obstante, crear significa cambiar, podríamos preguntarle a los poetas.

El uso de la redes de comunicación sirven para  crear un performance individualista, sin recuperar lo colectivo. Me harta esta sociedad hedonista sostenida con contenidos violentos, frente a los otros, señalando las apariencias físicas, color de piel, entre otras banalidades racistas. Esta sombra es propia de un mundo que se deshace para convertirse en una pantomima uniforme que solo cambian de color por el rubor de la moda.

¿Se puede hablar frente al silencio? Yo lo creo, pero estamos atrapados en espejismos. Mi apuesta es la poesía, la música, la danza para reducir esas pulsiones destructivas de ciertos individuos, grupos sociales y perturbadores que se imponen históricamente por encima del otro. Yo creo que los trastornados, limitan la lucidez de la razón, limitan los abrazos, las sonrisas, la esperanza y la continuidad del ser. La violencia es soberana si permitimos que se roben nuestros sueños. En la isla, los arquetipos de la sombra exceden el límite de lo concebible.