Existimos en un mundo hecho antes de ser arrojados al mismo. Y cuando se apague nuestra lucidez el mundo seguirá sin nosotros. Somos lo que nos ocurre entre nuestro nacimiento y nuestra muerte. Con el resto podemos fantasear, inventar, anhelar, pero carece de asidero en nuestra existencia. Para muchos, la mayoría, la angustia de existir los lleva a buscar múltiples formas de escape a lo que hay. Vivir alienados luce la manera común de existir. El capitalismo como sistema es la droga fundamental para evitar afrontar la existencia, las demás son sucedáneos.
Somos por tanto arrojados a la cultura, a la lengua, a las creencias, a las religiosidades, a las maneras de producir, a las relaciones de parentesco y las jerarquías de poder, a los imaginarios… Unos pocos, cada vez menos, intentan parar este vertiginoso y masivo mundo de estímulos, imágenes y mensajes y preguntarse por el sentido de la existencia. Caminos como la lucidez crítica, la meditación, la espiritualidad y el compromiso con el bienestar de los demás son formas de construir existencias auténticas. De hecho, son un solo camino, ya que cualquiera de ellos nos conduce a los otros. Es la íntima unidad entre lucidez, libertad y amor. Es donde el ser-ahí puede responder por el sentido.
Lo primero que descubrimos es la unidad de todos los seres humanos en la existencia. Ese es plano fundamental de toda vida auténtica, existir fraternalmente con todos los seres humanos. La biología nos muestra la maravillosa unidad de todos los humanos y de todas las formas de vida existentes en este planeta. La física nos enseña que absolutamente todo lo que existe, vivo o inerte, está hecho de los mismos materiales y procedemos de la misma energía, en la que cada uno no es más que el resultado de una transformación, existe como tal y volverá a transformase radicalmente. Nada se pierde.
El sentido del ser, esa tarea que nos señaló Heidegger, de la cual cada uno ha de preguntar y a la vez responder, es en Levinas una apertura al otro, a escucharle, a dialogar. La única relación verdaderamente humana es el diálogo, las otras son formas de alienación y explotación.
La fraternidad existencial se construye creativamente mediante el diálogo y la celebración de la inmensa diversidad de culturas y personas. La diferencia es lo que nos permite desarrollarnos, la unificación nos denigra. Cada identidad, porosa por definición, es una nota minúscula en la grandiosa sinfonía de la humanidad. Los dogmas y los tribalismos matan la humanidad al pretender ser depositarios de la verdad o la identidad. La mayor parte de los grupos religiosos, organizaciones políticas y propuestas identitarias son mecanismos de control para la inmensa mayoría que tiene terror a lo que pueda pasarles luego de la muerte.
Quienes explotan, torturan o matan a los otros, por el motivo que fuere, carecen de humanidad. El poder, en sus múltiples manifestaciones, es un mecanismo de aniquilación de lo humano. Su historiografía es ideológica y contribuye a la denigración de los actores subalternos. Weil afirmó con justa razón que la historia oficial es una cuestión de creer a los asesinos por su propia palabra. Las diversas formas de explotación son maneras de asesinar lentamente a las mayorías, robándoles la vida para enriquecer a minorías.
Lo opuesto a la apertura a la alteridad es la primacía del ego. Toda expresión de la superioridad del yo por encima de los demás, y esa es la base de la modernidad y el sistema capitalista, genera violencia, división y se apoya en la explotación de los otros. En gran medida el liderazgo político, social y económico del mundo -no todos- son sociópatas por buscar obsesivamente el poder. Los sistemas de creencias políticas y religiosas tienden a ser integristas y promueven la anulación de la dignidad de las personas que consideran ajenas a sus creencias. Es otra forma de búsqueda del poder. He ahí una buena parte de la causa de las masacres y genocidios, la otra es la codicia de individuos y grupos.
Si la hermandad existencial es el fundamento de lo humano, todas las formas de destrucción de lo humano que vemos son el resultado de patologías basadas en el poder, las creencias y la codicia. Develarlo, en el plano personal y social, es un punto de partida para buscar los caminos hacia una existencia auténtica y la construcción de comunidades para el bienestar de todos sus miembros.
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