La Santa Madre Iglesia es el más prolífero conglomerado humano creado por Dios para promover la salvación de la vida a través de la fe, conducta pura y comportamiento decoroso.

Incluso, aparece definida como "Sacramento, signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo género humano" y en la grandeza de su conformación está latente el contenido doctrinario del único hombre perfecto que ha vivido sobre la faz de la tierra.

Cristo Jesús, en efecto es enviado de Dios a manera de paradigmas para que nadie alegue ignorancia y; en la palabra abierta, para evitar la ocurrencia profana de quienes se atreviesen a oponerse ante la grandeza de su gloria.

Entonces, para alcanzar una finalidad tan asentrada, organizó Dios al batallón (laicos), que debían combatir las maldades morales que afectan a la humanidad después que Jesús alcanzó el cielo y ocupó la diestra del trono mayor.

Tal es la razón por la cual avanzamos de muchas maneras, porque la iglesia, a pesar de todo, enarboló directrices fundamentales tras elegir a un hombre de virtudes tan luminosas como la autocrítica del apóstol Pedro, "Vivario de Cristo en la tierra".

Y audazmente, me he propuesto concatenar tímidos aspectos del discurso del Santo Padre en la didáctica esencial de sacudir comportamientos oblicuos colocados amargamente frente a las multitudes que abrigan mejores esperanzas a través de sus pastores.

El papa, en consecuencia, emplaza a los encargados de dirigir a los que deben cumplir la tarea con el llamado especial de la vocación y la sangre de Cristo que desafortunadamente convierte en fragrante contradicción conductas sacerdotales que le hacen competencia a la iglesia creando fundaciones personales paralelas al llamado del Padre celestial.

Desde muchos ángulos, entonces, traigo la palabra del Santo Padre, irvanadas sin comillas, porque su prédica es ungida literatura colocada en todo el universo como enseñanza especial en favor de la vida.
A saber:
Lo ideal sería que la iglesia tenga misioneros apasionados y en ningún caso olvidar a los fieles hasta convertirse en ejecutivos, por ejemplo de grandes empresas.

El sacerdote debe obedecer a un llamado especial, no a un antojo personal, por aquello de que la vocación es fundamental y ha de tener un carácter lleno de amor, presto a los que tienen en sus manos la educación que manejan recursos que están en el deber de ser transparente para así poder ser ejemplo ante el rebaño.

El estilo de vida de un sacerdote debe ser creíble a los ojos de la gente para acercarse a la caridad, porque un sacerdote de ser elegido obispo es para acompañar a su clero, no debe ser ocasional ante la amplitud de su familia: pobres y menesterosos que claman la confección para ser escuchado y poder recibir "el perdón de todos".

La gente se cansa porque se le dispensa poca atención y la confusión lo coloca en actitud de abandonar al redil y se van hacia otros conglomerados religiosos.

El sacerdote no tiene que defender agendas, sino entregarse al propósito fundamental de la iglesia y debe volver a visitar a los encarcelados y asistir a los enfermos como ejemplo de la gratitud de vivir y la alegría de saber que tiene al Señor.

La misión de la iglesia ni es poder absoluto ni primado de honor, porque las cosas buenas son de Dios y las malas son del hombre y por tanto el sacerdote también debe abrazar esa valiosa sentencia para saber, precisamente, más de Dios y más del rebaño.
Cobijados sus virtudes bajo el techo glorioso de Dios.

Amén

Martín Almonte García

Abogado

Coordinador Red Abogados Católicos

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