De los innumerables atributos que posee Jorge Luis Borges como escritor, entendiéndose como tal a que todo lo que emanaba de su talento lúdico, poesía y prosa, lo convertía en oro, por su condición de lector acucioso, que no necesariamente quiera decir que saber leer es escribir.

Para buscar justificar el título de este artículo apelaré a la primera edición de los artículos de un libro de pequeñas reseñas y biografías sintéticas que pertenecen a la gran literatura borgianas, casi de la infamia, llamado Textos cautivos, que tiene como subtítulo: Ensayos y reseñas publicados en “El Hogar (1936-1939). Edición a cargo de Enrique Sacerio-Garí y Emir Rodríguez Monegal, publicado por Marginales Tusquets Editores, 1986.

Tres años de reseña tras reseña de una revista semanal bonaerense, dirigido a un público variopinto, donde empezaba a evidenciarse el ensayista y creador. Los géneros presentes en estos ensayos eran sobre poesía, novelas, cuentos, libros de viajes y reseñas de autores todavía vigentes en su gran mayoría en el mundo de las letras. Libros que no necesariamente estaban traducidos al español, sino que eran leídos, principalmente en las lenguas, alemana, inglesa y francesa. Semana tras semana durante tres largos años (1936-1939). Donde el autor reseñador demuestra, con una inteligencia fuera de lo común para el lector argentino, una manera diferente al abordar un texto literario, resaltando lo paradójico y por qué no, los detalle que al autor de la reseña les parecían geniales del autor o libro presentado. Lo digno de resaltar aquí es que hay que leer como Borges, no ser borgianos.

El señor Jorge Luís Borges había nacido en 1899 y ya a los 36 años, edad que tenía al comenzar estas reseñas, era todo un conocedor de la literatura occidental y poseedor de una manera de escribir que desentrañaba al claroscuro de los Hilos de Ariadna de saber leer, amparado en una crítica feroz, sin herir de muerte, sí de rasguño leve donde la obra como tal, evitando que no se desangrara en la Biografía sintética o reseña. Jorge Luís Borges era dueño de una manera, personalísima, de abordar el texto leído, en el que siempre destacaba las líneas y el detalle que ponía en evidencia que la obra había sido leída por sobre todas las circunstancias, lo que lo hacía peligrosísimo para ese oficio de lector-crítico. No porque fuera a desatar una avalancha de compradores en un incipiente pero ya pujante mundo editorial bonaerense. Por otra parte, lo que no se dice es que muchos de esos libros comentados no necesariamente estaban traducidos al español, reitero. Una revista semanal con una sección de comentar libros a criterio acucioso y detallista del reseñador y que recoja las inquietudes y creaciones literarias y de pensamiento de Europa, sobre todo y de todo lo que podría llamarse de calidad y condenado a permanecer es toda una osadía y lo fue en una época tan definitiva para el caos de la humanidad como esos años: 1936-1939. 1936, la Guerra Civil Española y 1939, el comienzo de la Tercera Guerra Mundial, en la que cesó sus publicaciones.

Leer como Borges debería ser la meta de cualquier oficiante, aunque no necesariamente se pueda pensar con los aciertos del reseñador malicioso y afortunado por como entendió el conocimiento y la creación literaria. Un ejemplo del acucioso de Borges como lector es esta reseña de una novela latinoamericana considerada como un clásico lo hace de María, de Jorge Isaacs: “Yo recuerdo, resalta, una línea memorable que está casi al principio”: “Una tarde, como la de mi país, bella como María, bella y transitoria como lo fue ésta para mí…”.

Amable Mejia

Abogado y escritor

Amable Mejía, 1959. Abogado y escritor. Oriundo de Mons. Nouel, Bonao. Autor de novelas, cuentos y poesía.

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