Hay lectores buenos, malos, verdaderos, creíbles, pobres, recalcitrantes, locos, obsesivos, ay los pobres, etc. También hay lectores "chopos": los que leen y te dicen que leen y tú les preguntas, ¿y por qué me lo dicen? Es como cuando estás comiendo y alguien se despacha como con un solo de trompeta: "uy qué, ay qué bueno, aaaay", como si el placer necesitara nota al margen.

Inseguro ante su objeto, deslumbrado por la técnica, por el ascetismo calvinista que ve la mano de Dios en toda posibilidad de ahorro, de ganancia, porque así serás bendecido, el lector chopo se interesa más por el título, tal vez por el autor, pero sobre todo, por el triángulo de las Bermudas que forman esos dos elementos con el otro fatal: la lista de los más vendidos. Y si el libro lo recomienda un gran escritor moribundo o una megadiva o una estrella-llena-estadios-, ahí sí que la cosa es grande.

En julio pasado hice mi tour por mi “camino de Santiago” de librerías en la Gran Vía madrileña: la Central en Callao -o lo que queda de ella-, la Casa del Libro y la Antonio Machado. En todas estaba Marco Aurelio en no sé cuántas ediciones y formatos. Pero bueno, mejor las “Meditaciones” que las memorias de Lady Gaga o cosa parecida, aunque tampoco la niña gringa dejaría de tener sus encantos.

El lector chopo te lanza la frase más mortal como si sacara un fideo de una pasta putanesca: “prefiero los Kindles al papel”. Ya he oído tanto la frase que prefiero aguantarme antes de que desaparezcan casi todos mis amigos.

¡Libros en papel! ¡El papel tiene su ternura! ¡Y los lápices con los que subrayas! ¡Y esas notas al margen! Es más, ¡hasta los teléfonos que mi hermano a veces escribe en los suyos!

No hay que acorralar al lector chopo, por lo demás, que todos tenemos derecho a la existencia, y mejor si es pacífica. De todos modos, si se busca profundidad, pensamiento, actitud dialógica consigo mismo y con el otro, tenemos que apoyarnos en la neurociencia y sus hallazgos en torno a la ventaja del papel, que para algo deben servir las ciencias.

Pero tampoco hay que acorralar, juzgar, llevar a una esquina a los lectores chopos. La chopería puede ser una condición o algo momentáneo, como la gripe. No es que a los desafectos del Kindle, como quien suscribe estas líneas, nos vaya mejor, ¡la hostia tío! Qué va. También los lectores tendremos nuestros achaques, como eso de acumular, muchísimas veces ni leer, mientras la pila de libros va creciendo como hongos. ¡Tampoco nos va mejor!

A los lectores chopos hay que comprenderlos, además, cuando se alegran de disponer de 50 mil pdfs y cosas por el estilo.

En definitivas, porque hay que ir acabando ya este artículo tan raro, ¡no le cerremos la llave del cariño a los lectores chopos! ¡Lean, al final, que es lo importante! ¡Y traten de leer bueno!

Miguel D. Mena

Urbanista

Editor, docente universitario y urbanista

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