Como si se tratara de un portavoz de la ‘religión climática’ el papa Francisco, tal como lo hiciera en su Encíclica Laudato Sí escrita hace ocho años, vuelve a alertarnos, una vez más, sobre la crisis climática, poniendo  un nuevo énfasis en la crisis ecosocial que vivimos y que expone a toda la humanidad, especialmente a los más pobres, a los impactos del cambio climático global.

Los nuevos argumentos del papa Francisco son presentados en la Exhortación Apostólica “Laudate Deum” (Alaben a Dios), un vehemente llamamiento a reaccionar ante la crisis climática, considerado un  problema social global estrechamente ligado a la dignidad humana; al cuidado mutuo y al cuidado de la casa común.

El documento papal fue publicado el 4 de octubre, día de la celebración de la festividad de San Francisco de Asís y también de la apertura del Sínodo de la Sinodalidad. Esta coincidencia no es causal porque en la agenda de la cumbre figuran entre los primeros temas de la justicia, la fraternidad y la lucha contra el cambio climático.

“Laudate Deum” es un grito profético ante la falta de reacciones suficientes mientras el mundo que nos acoge se va desmoronando, tanto por parte de los poderes políticos y económicos, como por parte de las comunidades eclesiales y caritativas y por muchos ciudadanos de a pie. (LD, 2).

No se trata de una cuestión secundaria o ideológica, sino de un drama que nos daña a todos. Los atentados contra la naturaleza tienen consecuencias contra la vida de los pueblos. (LD, 3).

EL papa Francisco es firme en su denuncia ante quienes pretenden negar o ridiculizar los efectos del cambio climático.  Por más que se pretenda negar, esconder o relativizar, los signos del cambio climático están ahí, cada vez más presente y amenazantes. (LD, 5)  Frente a la desafiante crisis climática que vivimos hoy el papa Francisco  nos pide una mayor responsabilidad  ante la herencia que dejaremos tras nuestro paso por este mundo. Se ha confirmado que lo ocurre en cualquier lugar de la tierra tiene repercusiones en todo el planeta, todo está conectado, nadie se salva solo. (LD,19).

El papa también llama la atención sobre el peligro del “paradigma tecnocrático” que se retroalimenta monstruosamente y que en el fondo consiste en pensar como si la realidad, el bien y el mal brotaran espontáneamente del mismo poder tecnológico y económico que está detrás del proceso actual de degradación del ambiente que contradice la realidad hasta dañarla. (LD, 20).

Frente a este sombrío panorama, dirá el papa, hace falta lucidez y honestidad para reconocer oportunamente que nuestro poder y el progreso que generamos se vuelven contra nosotros mismos.  Se necesitan “compuertas éticas” que hagan posible poner la vida humana, la inteligencia y la libertad al servicio de la interacción de los sistemas naturales con los sistemas sociales. (LD, 27).

Para que haya avances  sólidos y duraderos en el defensa del planeta, el papa insiste en que deben ser favorecidos los acuerdos multilaterales entre los Estados y de organizaciones mundiales dotadas de autoridad para asegurar el bien común mundial, la erradicación del hambre y la miseria y la defensa cierta de los derechos humanos elementales. (LD, 35).

El papa recuerda a los fieles católicos las motivaciones que brotan de la propia fe. Alienta también a los hermanos de otras religiones a que hagan lo mismo, porque la fe auténtica no sólo da fuerzas al corazón humano, sino que transforma la vida entera, transfigura los propios objetivos, ilumina la relación con los demás y los lazos con todo lo creado. (LD, 61).

Que esta carta del papa, digna de ser leída, analizada y vivida con la mirada puesta en nuestro país y en el mundo entero llegue a las manos y al corazón de todos los dominicanos. En estos tiempos de efervescencia política todos los partidos políticos y los políticos del país deben adoptarla como libro de cabecera. ¡Ya se sabrá si realmente la leyeron y la entendieron!