En esta semana, dos tipos de material han ocupado mi tiempo de lectura: las opiniones en torno a la debatida nueva versión del código procesal penal y nuevas visitas a dos piezas de la extensa bibliografía de Carlos Fuentes.

Las sillas del congreso

Poseedor de prestigio, donaire y amplios conocimientos, este autor fue apreciado en vida por hombres y mujeres que se dedicaban a la política.  Y él mismo, en su condición de hijo de diplomático, aprendió desde temprana edad a observar la realidad política y a anticipar las posibles consecuencias de las decisiones de sus dirigentes, de suerte que un tema recurrente de sus piezas de opinión era el análisis sobre la realidad sociopolítica internacional.  Algunas de sus frases en esos ensayos son de gran belleza y aplican directamente a las personas que estos días están encargadas de revisar, mejorar y eventualmente aprobar los códigos laboral y penal de la República Dominicana. Cito: “Me preocupa la salvaje explotación de los recursos limitados del planeta.”, “Me preocupa que el prejuicio y la explotación, disfrazado de orden social, le sigan negando a las mujeres – más de la mitad de la población del mundo – derechos elementales.”, “Me preocupa el deterioro de la civilización urbana en todo el mundo” y así sigue enumerando varias calamidades atendibles.

En sus novelas, sin embargo, la atención a la vertiente política de la existencia humana distaba de ser el único. Él mezcló relatos fantásticos con atención a temas de índole personal.

En un movimiento de amplitud de sus fronteras entre la realidad y la ficción, cerca del final de su vida escribió una novela específicamente dedicada a sus compañeros de la facultad de derecho de la Universidad Autónoma de México y a sus esperanzas de un país mejor. La obra en sí es una carta larga de amor a las personas a quienes él les reconoce el genuino interés por la cosa pública. Esa novela es “La silla del águila”, en alusión al trono presidencial al que aspiran muchos candidatos. Yo quisiera que, en un acto de concienciación social, a cada curul del congreso se le proveyera con una copia de este documento. Allí encontrarían, en lugar recomendaciones específicas, la ilustración a través de la ficción de los desastres que pueden suceder si la búsqueda del poder no incluye la voluntad de servicio a la sociedad.

De nuevo, sus frases son contundentes: “La silla del águila es nada más y nada menos que un asiento en la montaña rusa que llamamos la República Mexicana”.  Cuando yo leo esa frase pienso que ni la silla presidencial tiene que estar hecha de alfileres, como dijo Balaguer en el año 1961, ni las sillas del congreso tienen por qué ser parte de ninguna montaña rusa.  Las sillas del congreso no son asientos de pasajero que proveen un viaje hacia la gloria personal o un paseo por las alturas.  No, las sillas del congreso son asientos de conductores donde los ocupantes tienen la posibilidad y responsabilidad de llevar a buen término a un montón de pasajeros.

Jeanne Marion Landais

psicóloga y escritora

Jeanne Marion-Landais cuenta con una experiencia profesional importante en el mundo financiero y diplomático. Ha vivido en Estados Unidos, Francia y República Dominicana y su mirada al mundo está permeada por sus vivencias en estos países. A título voluntario colabora desde el 2014 con El Arca, asociación en torno a la discapacidad intelectual. Es madre de dos hijos.

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