El diccionario de la RAE recoge la voz lambón como adulón. De uso frecuente en Colombia, Ecuador y en nuestro país. No recoge el significado del fenómeno generalizado: el lambonismo. Lo más que se acerca es a la expresión lambonería con el significado escueto de adulación; pero una cosa es el acto individual (lamber) y otra un fenómeno más cultural que se adentra en la vida nacional como una especie de estrategia conductual. Observando la cuestión y el fenómeno extenso en la historia nacional, ni cortos ni perezosos, los dominicanos pocas veces decimos «lambonería» para el acto de adular a otros con el fin de obtener algún beneficio. Con certeza preferimos hablar del fenómeno a través del sufijo «ismo» que de las terminaciones en «ería» lo que lo convierte en doctrina más que en actitud.

Para una fenomenología del lambonismo véase el artículo de Sergio Forcadell «Una largada de lambonismo» en este mismo diario digital (https://acento.com.do/opinion/una-largada-de-lambonismo-9000654.html). Escribiré unas palabras sobre la ligadura del fenómeno, en tanto que modo de proceder mas o menos frecuente en distintos ámbitos de la vida humana, con la cultura autoritaria que describe Emelio Betances como un rasgo permanente de la vida política nacional  y latinoamericana (https://biblat.unam.mx/es/revista/el-cotidiano/articulo/la-cultura-politica-autoritaria-en-la-republica-dominicana).

Concuerdo con Betances en su crítica al supuesto «ethos mediterráneo» como explicación histórica de la cultura autoritaria en América Latina. La sola explicación cultural no da cuenta del fenómeno adverso a la democracia como es el autoritarismo; sino que, en el caso dominicano, hay que añadir al enfoque cultural la perspectiva sociológica e histórica en donde se explique cómo los caudillos, la estructura socioeconómica, los partidos políticos, la iglesia, el regionalismo, los militares han incidido en la formación y permanencia de una cultura política autoritaria que nos lleva a desear un régimen de mano dura frente a la democracia como sistema de gobierno. No pensemos en la democracia como un estilo de vida, cosa alejada del debate político y de la formación cívica de la ciudadanía.

Así, el lambonismo no se explica por un supuesto «ethos dominicano» fruto de la peculiar manera de ser, sino por la confluencia de factores socioeconómicos, por la prevalencia de unas figuras de autoridad ligadas a las instituciones que hemos heredado desde la colonia y, ante todo, por el instinto de sobrevivencia en unas condiciones materiales entendidas como no adecuadas al imaginario de bienestar que se desea para sí. Rebusco en las palabras, en esta última idea anterior, porque no quiero ligar el lambonismo a una clase social en específico, no. Este es un fenómeno tanto de arriba como de abajo.

Lo que sí queda claro del lambonismo, esto es lo más obvio, es que sucede en unas relaciones asimétricas de poder y está ligado a la consecución de un beneficio. Nadie le lambe a un subalterno sino a un superior del cual se pretende obtener algún bien. Frente a esta verdad de Perogrullo, queda ver las implicaciones políticas de esta realidad, sobre todo, para la construcción de una democracia.

Como el lambonismo se ejerce desde abajo hacia arriba, la relación de poder que se genera no se transforma; no hay horizontalidad sino verticalidad en la toma de decisiones. Se lambe porque alguien posee la autoridad para tomar una decisión en provecho de quien adula. En consecuencia, el lambonismo tiene como condición necesaria el culto a la figura de autoridad. Desde la posición de «jefe» se está en la mejor de las disposiciones para recibir halagos; pero desde la posición de subalterno se está en el afán de adquirir los medios para la mejora de una condición no deseada o de ampliar el radio de futuras acciones. En ninguno de los casos se mira lo común, sino el interés propio.

Por estas razones es que el lambonismo se genera allí donde la cultura autoritaria sigue vigente y se une a esta como un factor amenazante para la construcción de un sistema democrático basado en la transparencia, la institucionalidad, la aplicación de las leyes sin distinción ni privilegios. La confianza necesaria para la vida democrática (ver los artículos de Leonardo Díaz en este diario, https://acento.com.do/opinion/confianza-y-democracia-2-9031417.html) se ve mermada cuando ocurre este fenómeno. Sin cultura autoritaria que lo sostenga no hay lambonismo.