La Universidad de Santo Domingo -Autónoma desde el 31 de diciembre de 1961, por la Ley No. 5778- ha llegado a sus 487 años de fundación. Es anterior a la República. Fue creada por el Papa Paulo III a solicitud de la Orden de los Predicadores Dominicos, mediante la bula in Apostolatus Cúlmine, luego de la súplica gestionada por los obispos Sebastián Ramírez de Fuenleal y Tomás de San Martín. El primero fue trasladado a México y el segundo a Perú antes de recibir la referida bula.

A lo largo de su devenir, la Primada de América ha sufrido alternancia de cierres y aperuras, la mayoría a causa de los conflictos políticos y guerras independentistas del siglo XIX. En 1801 los dominicos abandonaron la isla y la universidad cerró sus puertas. En 1815 se reabrió, y en ese momento adoptó su carácter laico bajo el rectorado de José Núñez de Cáceres. Los efectos de la dominación haitiana y las luchas separatistas, las iniciativas anexionistas y la primera intervención de Estados Unidos, mantuvieron la inestabilidad hasta inicios del siglo XX, cuando, tras la salida de los intervencionistas en el año 1924 se reinició la docencia.

Entre los años 1930 y 1961, como las demás instituciones del país, la Universidad fue despojada de las libertades fundamentales necesarias para ejercer su misión, quedando subordinada a los intereses de control político.  En 1942 se inició la construcción de la Ciudad Universitaria en su actual sede, sin dudas el único legado perdurable de ese nefasto período. Luego del tiranicidio, el 31 de diciembre de 1961 la Ley No. 5778 consagró la Autonomía universitaria y, con ella, el fuero universitario. Este último arrebatado por el triunvirato en 1964 y restablecido poco después.

Durante las décadas de los setenta y ochenta del siglo XX, gracias al Movimiento Renovador Universitario, la UASD vivió un período de reformas y transformaciones profundas en su misión, estructura y oferta académica, que impactó positivamente en la vida nacional.  La academia se convirtió en un agente fundamental para democratizar el país y equilibrar las fuerzas de poder político, militar y económico. En los llamados “doce años”, la UASD y el país aportaron héroes que entregaron su vida por las libertades democráticas. Jóvenes brillantes, con futuro y talento, habrían contribuido de manera decisiva a la construcción de valores y prácticas democráticas.

Recordemos a Amín Abel Hasbún, Sagrario Ercira Díaz, Flavio Suero, Orlando Martínez, representantes de una generación valiente, ilustrada y comprometida con las mejores causas. Me atrevo a afirmar que nuestro país sería mucho mejor si hubiesen podido continuar su desarrollo y trabajo. Narciso González, con trayectoria destacada como estudiante y luego profesor, desaparecido de manera forzosa, probablemente la última víctima de los gobiernos del habitante de la Máximo Gómez 25.

La segunda mitad de la década de los ochenta volvió a sumir la Universidad en precariedades económicas, coincidiendo con la vuelta al poder del señor de los doce años. Profesores y empleados apenas subsistían con los bajos ingresos provenientes de la docencia y los puestos directivos eran prácticamente honoríficos. El paliativo aplicado en aquellos momentos fue ampliar la carga docente e impartir hasta 40 créditos semanales para aumentar el ingreso. Desde ese momento, ser profesor a tiempo completo implicó iasumir una docencia equivalente a 40 créditos semanales, a pesar de que el estatuto mantiene el criterio original de 15 créditos, o hasta 20 si incluye prácticas.

Quienes acceden a esa pesada carga sufren rápido desgaste de su salud, presentan el síndrome del burnout con mayor frecuencia que otros profesionales, solo superados por el que afecta a los médicos intensivistas y de unidades de quemados. En la medida que el docente sufre de ese burnout, decae la calidad de su desempeño ante los estudiantes bajo su responsabilidad y se atrasa en su actualización, investigación y extensión.

La UASD ha contribuido al desarrollo del país desde el conocimiento y la ciencia, formando profesionales y ciudadanos, mejorando la vida de miles de egresados y sus familias, gracias a la apertura y el carácter público de la institución.  Así ha sido y así debe continuar: una institución comprometida con la educación, la justicia social y la construcción de una República Dominicana más equitativa.

En las próximas entregas reflexionaré sobre los desafíos contemporáneos que enfrenta nuestra Universidad: la masificación, la calidad del estudiantado y el papel del docente en tiempos de cambio.

Angela Caba

psicóloga clínica

Ángela Caba. Psicóloga y artista visual. Docente de la UASD y CEO de Pigmalion, EIRL

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