Con Gaza en el corazón.
Por el fin del genocidio del pueblo palestino
La sensibilización y la educación para la salud son indispensables para tener recursos a fin de enfrentar situaciones que en la mayoría de los casos terminan en tragedia. Sin embargo, la dificultad y la falta de información es tan grave en República Dominicana que es fácil saber a dónde se debe acudir para realizar cualquier procedimiento excepto en la esfera de la salud mental.
La trama interna de una patología mental por desgracia arrastra no solo al individuo, sino también a sus familiares. Sin embargo, las limitaciones económicas son grandes, casi insalvables; la falta de conciencia es alta y la hostilidad de la dinámica social, el ruido, el caos, así como el consumo de alcohol sin límites (por el fácil acceso a estas bebidas) y como parte de la socialización y de la vida cotidiana son obstáculos evidentes.
Por ello, situaciones larvadas o imperceptibles explotan con actos violentos o con dramas como el suicidio extendido, cuando la persona enferma arrastra a toda su familia, principalmente a sus hijos, en un pensamiento de “me voy, pero me los llevo conmigo”. Es un drama terrible del que somos espectadores pasivos.
Muchas veces, cargamos al ciudadano común con responsabilidades que se extienden más allá de su capacidad de acción en situaciones con una base de sustentación de violencia profunda. Es prácticamente parte de la dinámica social: hablamos con violencia, reclamamos con violencia…; ya somos ciegos para detectarla. Y de tanto pedir acciones gubernamentales o estatales, nos hemos quedado sin voz.
La situación es tan grave que es inconcebible una reacción real operativa de programas de orientación básicos en pro de que los ciudadanos sean capaces de comprender y detectar el problema. Así se hace en las epidemias por virus, cuando se exponen recomendaciones para la vida diaria, como el lavado de manos antes de ingerir alimentos. La higiene mental también tiene ciertos patrones de conducta, que se denominan de protección, y otros que son de detección, como los cambios bruscos, la tendencia al mutismo, el abandono del autocuidado, la tendencia al aislamiento. Detectarlos puede significar salvar la vida de un amigo o de tu propia hija.
Las enfermedades mentales no son un espectáculo, son un drama terrible. Los programas de prevención son fáciles, pero tienen que tener una coordinación y una presencia constante. Lo triste es que las unidades de intervención en crisis existen en la Republica Dominicana desde hace mucho tiempo, funcionan aceptablemente bien y son totalmente gratuitas, con profesionales altamente cualificados. Pero el ciudadano de a pie, que tiene una cantidad de carencias y un sentimiento de abandono institucional tan grande, no sabe cómo debe proceder.
La primera “vacuna” para todas las enfermedades descritas y por describir es la educación. La salud se previene, en primer lugar, con altas dosis de educación constante y continua.
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