Una vez concluyó el reality show La Casa de Alofoke quiero ofrecer mi análisis sociológico de ese fenómeno mediático digital y el por qué de su éxito.

En primer lugar, no soy de los que se inscribe dentro de los que desprecia o ataca a Alofoke porque entiendo que Santiago simplemente entendió el modelo de sociedad que tenemos y decidió hacer contenido que le genere dinero y ese es su norte.

El éxito que ha tenido la Casa de Alofoke es evidente: más de 300 millones de views, se colocó en el sexto lugar de entretenimiento en Estados Unidos y por casi por treinta días fue el youtuber número uno a nivel mundial.

Eso nos indica que estamos ante un fenómeno sociológico que nos remueve como nación y saca a la luz la consumación de lo que yo he llamado “Sociedad de la nada”.

La Casa de Alofoke desvela una contradicción palpable. Una de las cosas que se resalta de la comunicación digital es que ha democratizado la comunicación despojando de sus altares a figuras establecidas y sustituyéndolas por personas excluidas socialmente sobre todo artistas urbanos, personas sin incidencia social, pero con influencia digital.

Pero también el espacio que reunía más de un millón de dispositivos conectados y llegó a marcar tres millones de dominicanos viendo el show, se convirtió en una vitrina indispensable para muchos sectores tradicionales de la vida dominicana en las que todos querían posar incluyendo políticos, empresarios, grandes marcas, artistas de diferentes géneros y hasta líderes religiosos, que quieren alcanzar legitimidad social.

La Casa de Alofoke desvela una contradicción palpable

Esas personas han entendido que ya no basta con la academia, ser grandes intelectuales, pertenecer a un partido político ni ser parte de la prensa tradicional: simplemente hay que llegar al escenario de Alofoke y hablar en su lenguaje.

La otra contradicción es que si bien podemos decir que la banalidad se ha adueñado de la comunicación de nuestros días eso ha sucedido con la validación de quienes dicen despreciarla y estar en contra de ese tipo de contenido.

Creo que el gran reconocimiento de Alofoke debe ser el haber entendido eso y sacarle el provecho que otros no se atreven.

En “La Casa de Alofoke” convergen lo político con lo musical, lo religioso, lo humorístico, eclipsando la frontera entre lo trivial y lo importante.

Por eso he dicho que quizá el gran aporte de La Casa de Alofoke es que revela una sociedad que dejó de creer en los valores, que vive de la relativización y que le llama doble moral a quien critique ese contenido.

Esas personas han entendido que ya no basta con la academia, ser grandes intelectuales, pertenecer a un partido político ni ser parte de la prensa tradicional: simplemente hay que llegar al escenario de Alofoke y hablar en su lenguaje.

Es una sociedad que no se empina en los principios como cimiento de la vida colectiva, y que asume con naturalidad que todo es relativo.

Aquí se revela otra gran verdad y es que mientras más se critica la superficialidad, más se alimenta su poder.

Ya nada hacemos con sancionar ni censurar a Alofoke, la realidad es que nos ha desnudado y el lugar que se ha ganado a base de ingenio y arrojo es también una señal de que esta sociedad cambió y que hay un debilitamiento de los valores permanentes que daban cohesión a la sociedad dominicana.

Pero no es porque Alofoke promueva esos antivalores, sino que la sociedad que tenemos ha emigrado hacia allá desde hace muchos años y Santiago Matías simplemente decidió trabajar para esa sociedad que es la mayoría.

“La casa de Alofoke” tiene una efecto Jano: Es un espacio de diversión y al mismo tiempo un espejo perturbador de la realidad.

Rafael Alvarez de los Santos

Escritor y educador

Escritor y educador. Autor de las obras, Vivencias en broma y en serio y La Sociedad de la Nada. Twitter: @locutor34 Facebook: vivencias en broma y en serio

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