La Atención Primaria en Salud (APS) es el enfoque integral que busca satisfacer las necesidades de salud de las personas, las familias y la comunidad, y abarca la promoción de la salud, la prevención de las enfermedades, el tratamiento y la rehabilitación. El Primer Nivel de Atención (PNA) es la estructura física y el punto de contacto inicial y esencial con el sistema de salud, donde se ofrecen consultas médicas y otros servicios básicos de salud y que incluye el trabajo comunitario. En síntesis, la APS es la estrategia, mientras que el Primer Nivel es el lugar donde se implementa. En tanto hasta que la salud mental no sea parte de la cartera de servicio de ese Primer Nivel y forme parte de esa estrategia, el país estará caminando por un sendero cuesta arriba para poder llevar a cabo una respuesta efectiva a los pacientes con una condición mental.
Claro está, de inicio debemos tener un Primer Nivel de Atención suficiente en cantidad y fortalecido en la calidad, con estructuras físicas adecuadas, personal calificado y equipamiento y medicamentos esenciales, incluyendo los medicamentos para psiquiatría, según la normativa, que responda al enfoque integral que establezca la política pública que sea asumida, que siempre debe contemplar abordar las necesidades de salud de la población de manera continua y a lo largo de todo el ciclo de vida.
Requiere y promociona un autodesarrollo comunitario e individual al máximo posible, con participación en la planificación, organización, desarrollo y control de la APS. Debe vincular esa atención ambulatoria con los servicios hospitalarios y especializados. Y es esa atención ambulatoria la clave para optimizar el servicio. El PNA lo estructura el equipo de salud responsable de cada núcleo familiar. Se requiere de uno por cada 500 a 700 familias. Este equipo tiene que levantar una ficha de cada integrante de dicho núcleo, donde se describe la condición de salud de cada integrante y tiene que ser capaz de darle asistencia médica y seguimiento longitudinal a cada miembro. Es responsable de suministrar puntualmente los medicamentos esenciales que requiere y realizar una nota de referencia a un centro de mayor complejidad, si la situación de salud así lo amerita. Trabaja mano a mano con la comunidad organizada. En los países donde existe una APS de calidad, hasta el 80% de las condiciones de salud tienen solución en ese nivel, lo que descongestiona significativamente a los niveles superiores de los servicios sanitarios.
¿Es todo lo anterior posible? ¿Hay experiencias exitosas? Si, es posible y abundan las experiencias exitosas. A nivel mundial, cada año se califican los países con los mejores sistemas de salud y ocurre que estos que mejor puntúan son los que tienen un robusto sistema de APS. Reino Unido, Países Bajos y Australia siempre figuran en los primeros lugares. Por solo citar los algunos en nuestra región, Cuba, Chile, Uruguay y Costa Rica son ejemplos de asumir políticas públicas con enfoque en la prevención, la atención integral y la participación comunitaria, en donde se busca continuamente mejorar el acceso y la calidad, con énfasis en superar la segmentación del sistema de salud. De igual manera, existen en nuestro entorno otras experiencias exitosas: Argentina, México y Panamá tienen mucho para mostrar en el fortalecimiento de su sistema de salud vía los esfuerzos en la implementación de la APS. Los expertos señalan que una reforma del sector salud que no coloque en su diana a la Atención Primaria, está llamada al fracaso.
¿Qué impide que en nuestro país este enfoque no sea una prioridad? En primer lugar, la falta de voluntad política. En segundo lugar, los grandes intereses que hay de por medio. Y para solo citar tres, la inversión económica que conlleva. En este punto nos detenemos un momento. Según los estudios, se requiere aumentar el gasto en salud a un 6% producto interno bruto, cuando en la actualidad está un poco por encima del 3 %, muy por debajo de países similares al nuestro en la región, y derivar, para inversión en el Primer Nivel de Atención, al menos el 30 % de estos recursos. Queda en evidencia, si se hace un análisis somero de la distribución de las partidas presupuestarias en cada año, que ese porcentaje que falta para implementar una reforma en salud a profundidad se deriva a programas de corte clientelista que al final no impactan ni por asomo, a lo que se lograría con una reforma a fondo de nuestro sistema sanitario.
Queda claro que es muy cuesta arriba que el sistema de salud avance hacia los fines que se esperan, si no se cuenta con recursos económicos suficientes, si no se fortalece la atención primaria, si no se mejora la gestión de todos los recursos (presupuestario, humanos, tecnología), si no se realizan las alianzas público-privada , si la comunidad no participa en la toma de decisiones, si no se logra un acceso equitativo a los servicios, si no hay un sistema continuo de monitoreo y evaluación y si no hay un marco legal que lo ampare. Por vía de consecuencia, la salud mental queda condenada a ese proceso de construcción de un sistema de salud pública más eficiente, equitativo y sostenible, que cumpla con el mandato que se estipula en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y que está consignado en nuestra Constitución: el derecho a la salud de todos los ciudadanos.
¿Debe esperar la salud mental a que lo anterior ocurra? No. Existen las medidas intermedias. Son aquellas intervenciones paliativas que mejoran sustancialmente las penurias de las personas con una situación mental y que requieren atención oportuna y de calidad. Remitimos a las autoridades responsables a mirar el Plan Nacional de Salud Mental 2019-2022, porque dicho Plan marca la ruta para poder reiniciar la transformación que se requiere, vista la situación de crisis en que se encuentra hoy la salud mental.
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