La salud mental de los trabajadores se refiere al estado de bienestar mental que les permite afrontar los retos del trabajo y de la vida, realizar su trabajo con eficacia y ser capaces de aprender, al utilizar sus capacidades y colaborar al entorno laboral en forma positiva. No obstante, la salud de la persona es indivisible, es decir, todas las circunstancias que contribuyen a su mejoría o a su pérdida actúan de manera global.
Sabemos que la salud y el trabajo son bienes muy preciados. El trabajo ayuda a mejorar nuestro estado de bienestar, como seguridad económica, autoestima, relación social, entre otros; sin embargo, el trabajo, dependiendo de la organización y de las condiciones laborales, puede suponer un riesgo que pudiera influir en los cambios del estado de salud de las personas, incluyendo la salud psíquica. La prevención de esos riesgos es un paso fundamental para proteger la salud mental de los colaboradores.
Los riesgos actuales tienen que ver con los procesos competitivos globales que han causado estrés asociado con el trabajo. Estos cambios incluyen transformaciones continuas y sustanciales en la organización, como el aumento de la tecnología, el incremento de la información, el teletrabajo, la expansión de los servicios, la creciente utilización de la externalización y la subcontratación y las reestructuraciones debido a las crisis. Estos son algunos, pero no los únicos elementos que aumentan los riesgos. Siempre se ha reconocido quetanto el diseño como la forma de gestión de la organización son factores de riesgo, al igual que la remuneración, las relaciones interpersonales y el rol de la persona en la empresa.
El estrés laboral puede convertirse en una amenaza silenciosa que impacta tanto la salud física como la emocional
La Agencia Europea de Seguridad y Salud en el Trabajo nos habla de riesgos emergentes; a estos, por su creciente trascendencia, dedicamos nuestra atención. Dicha Agencia considera que las contrataciones precarias en el contexto de un mercado laboral inestable, el aumento de la vulnerabilidad de los trabajadores en el contexto de la globalización, las nuevas formas de contratación, el sentimiento de inseguridad en el empleo, el envejecimiento de la población trabajadora, las jornadas de trabajo largas, la intensificación del trabajo, la subcontratación, la externalización y la producción ajustada son riesgos claramente emergentes. Por razones de espacio y porque no es el móvil de este artículo, no nos detendremos en analizar cada uno de estos; no obstante, llama la atención que los riesgos se concentran en tres áreas: en las condiciones del mercado laboral, en las características de la población trabajadora y en las condiciones en que se realiza la tarea laboral.
La relación dual que se establece entre el trabajo y la salud mental es compleja. Si bien el trabajo es una fuente de satisfacción, la falta de trabajo o la pérdida del mismo pueden causar efectos negativos sobre la salud mental y el bienestar de las personas y de su entorno social. Subyace en ambos el estrés como principal riesgo psicosocial. Aunque este no afecta a todas las personas de la misma manera, puede llevar a conductas muy variadas: desde violencia, tabaquismo, alcoholismo, ludopatía, ansiedad y depresión.
El estrés en el trabajo se asocia a problemas de salud física y de salud mental. Dentro de los primeros tenemos situaciones que van desde el dolor de cabeza, cuello, espalda, hipertensión, problemas gastrointestinales y dermatológicos, entre otros. Si la incidencia del estrés sigue en aumento, devienen las condiciones psicológicas antes mencionadas, en donde la depresión es la que origina los mayores estragos.
Las consecuencias individuales pueden llegar a ser colectivas y trastornar a la organización en grado variable: desde alto absentismo, presentismo (asistencia física al lugar de trabajo sin ser completamente productivo), problemas de disciplina, aumento de siniestralidad, bajo rendimiento, conflictos y tensiones que dañan la imagen de la empresa.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los costos globales anuales de los problemas de salud mental en el trabajo se estiman en 2.5 billones de dólares y se proyecta que suban hasta 6 billones de dólares para el 2030 si no se actúa ahora para atenuar el impacto de los trastornos mentales en la población mundial. De todas las condiciones mentales, volvemos a matizar, la que mayor impacto tiene en el trabajo es la depresión. Los estudios la señalan como la causa principal de pérdida de productividad, la que provoca la mayor ausencia por enfermedad y la que motiva el número más elevado de retiro prematuro.
El peso de la depresión en la economía es aún más importante cuando los episodios se hacen recurrentes. Dado que su carga mundial va en aumento, se hace imperativo que la política de la empresa sea perceptiva y sensible a las necesidades de sus empleados y busque identificar los signos de la depresión y así poder ayudarles, facilitando el acceso a la atención.
El trabajo es un entorno muy importante para hablar de la salud mental. Se dispone de suficiente evidencia de investigación que avala que cuando una persona busca un trabajo, trata de ocultar que tiene una condición de salud mental por temor a que se le imposibilite el acceso al mismo. Igual ocurre cuando ya está contratado por temor a perderlo, ya que el estigma y la falta de conciencia de salud mental en el trabajo son barreras a la equidad. Contra ese tabú van nuestros esfuerzos. Todos somos responsables de fomentar una cultura de dignidad, respeto e inclusión en el trabajo.
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