Cuando se habla de espacio público se piensa en las plazas y en los parques sin incluir las vías. Las calles, avenidas y callejones son espacios públicos de tránsito o flujo y son esenciales para la ciudad constituyendo el sistema circulatorio de la misma, por esa razón se piensa en ellas como el espacio de los vehículos y se actúa en consecuencia, y se actúa mal desde una vision de ingeniería de tránsito donde el peatón es un obstáculo. Las plazas, parques y plazoletas son espacios publico de destino por lo que tienen otras implicaciones diferentes a la de las aceras.

Las calles en general, al margen de su escala, se componen de las aceras, que es el espacio de los peatones, y la rodadura, que es el espacio de los vehículos. La ley 675 de Ornato Público, que data de 1944, en plena dictadura trujillista, en su articulo 7 dispone la proporción y el tamaño de la calle mínima: ancho total 14 metros y la proporción calle-acera es de aceras una quinta parte del ancho y rodadura tres quintas partes del ancho, lo que supone que el ancho mínimo de la acera debería ser de 2.80 metros lineales.

Si observamos las aceras de nuestra ciudad veremos que pocas, incluyendo las grandes avenidas, que en la ley se les asigna a las aceras un cuarto del ancho mínimo, que es de 25 metros, cumplen con esa disposición legal. Incluso en algunos puntos de las avenidas tan importantes como la Av. 27 de Febrero y la Av.  Kennedy, se encuentran tramos de menos de un metro de ancho cuando deberían ser de más de 6 metros de ancho. Estás actuaciones responden a la visión centrada en los vehículos y no en las personas.

La solución del ingeniero vial ha sido de ampliar las calles y avenidas para que entren más vehículos produciendo lo que se conoce como demanda inducida que al final no resuelven el problema y minimizan al peatón y le reduce el espacio de las aceras, que en muchos casos es invadido por los autos que se estacionan sobre las mismas, un caso que vemos diariamente frente a oficinas y restaurantes en las zonas mas concurridas de la ciudad o por tarantines improvisados como vemos en las zonas populares.

Las aceras como espacios públicos son esenciales para la construcción de ciudadanía urbana. Es el espacio público que usamos diariamente y en los barrios populares son el principal espacio de socialización, constituyéndose en una expansión del espacio vivencial. Las aceras son espacios de encuentro cotidiano, incluso mas aun que las plazas y parques, con los que conforman el sistema urbano de espacios públicos.

Sin embargo, las estamos perdiendo.

Al no tener conciencia de la dinámica social que se genera en las aceras, la vision del ingeniero vial es que son una reserva para ampliar las calles y avenidas, para el comerciante es un espacio de estacionamiento y como las aceras son de todos, para muchos vendedores y buhoneros son espacios para ubicar sus pequeños negocios. Al final perdemos todos.

Está pérdida ocurre en toda la ciudad y en todos los sectores, no importa si son sectores ricos o pobres. Si en los barrios pericentrales, como Villa Consuelo por ejemplo, las aceras las ocupan los puestos de venta de repuestos, de venta de gomas o de metal mecánica, en pleno Polígono Central una banca ocupa desfachatadamente una de sus aceras, como se comentara en un chat de arquitectura y no pasa nada.

De alguna manera hay que revertir la perdida del espacio público. Hay que devolverle su escala cívica y los ayuntamientos, dentro de sus Planes Municipales de Ordenamiento Territorial, deberian ponerles atención a las aceras y proteger su integridad.

Omar Rancier

Arquitecto

Omar Rancier es arquitecto. Fundador del Grupo Nueva Arquitectura. Decano de la Facultad de Arquitectura y Artes de la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña (UNPHU). Tiene un blog de temas arquitectónicos llamado Penélope. http://rancier-penelope.blogspot.com

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