Una colaboración inspiradora entre las mujeres del pueblo de Cutupú y dos mujeres canadienses está levantando el ánimo y las voces de muchas campesinas en la Provincia de La Vega. Con suerte y una buena planificación, los beneficios pueden extenderse a las mujeres rurales mucho más allá de la región del Cibao.

Los lectores habrán visto varios relatos sobre esta iniciativa a través de los artículos de su protagonista, Joan Tinkess,en Acento.com  “Quisqueyanas valientes” https://acento.com.do/opinion/quisqueyanas-valientes-9062910.html    y en el artículo de la periodista  de investigación Eunice Lluberes , “ Un modelo luminoso de educación pública y de acción comunitaria https://acento.com.do/cultura/un-modelo-luminoso-de-educacion-publica-y-de-accion-comunitaria-9016436.html.  Este artículo intenta ampliar las piezas de Joan y Eunice, y explorar lo que podría suceder a continuación con este proyecto excepcionalmente prometedor.

Joan Tinkess y Mary Tiner son ex monjas que llegaron a la República Dominicana desde Canadá (Joan hace 64 años y Mary hace 53 años) para servir al pueblo y a la Iglesia como maestras talentosas en Yamasá. Dejaron su orden religiosa en 1971, pero para entonces habían desarrollado un profundo afecto por los dominicanos, especialmente por los que vivían y trabajaban en el campo. Su imaginación también se encendió con los desafíos diarios que enfrentan las mujeres en estos entornos rurales. Siguiendo sus corazones, decidieron quedarse, y así lo hicieron (con periódicos retornos de vacaciones a Canadá) durante otros 48 años.

El azar y unos buenos consejos las llevaron a Cutupú, donde pudieron alquilar un espacio en la modesta y acogedora casa de Doña Yaya. Fue en Cutupú, y con las valientes y decididas mujeres de ese pueblo que diseñaron un innovador esquema de asociación y microfinanzas.

Lo que llamó poderosamente su interés fue el nivel de pobreza e incapacidad, muy sentida por las mujeres, de cubrir las necesidades básicas de salud y educación de sus familias, y de hacer mejoras esenciales en sus hogares.

Vivían en una cultura rural que limitaba sus vidas. Tradicionalmente, la toma de decisiones y los asuntos financieros eran dominio de los hombres. Era quizás el momento de dar la oportunidad a que se escuchara la perspectiva femenina. Nos podemos imaginar, que el hecho de confrontar la cultura machista, profundamente arraigada en el campo, fue una empresa formidable y transformadora.

Atravesando tiempos difíciles y a menudo desalentadores, con aciertos y desaciertos, descubrieron que, con coraje, mucha unidad, determinación, diplomacia y buena organización, se podían ganar muchas batallas.

Los retos eran enormes para estas mujeres que no querían desafiar a sus maridos, y muchas limitadas por un alto nivel de analfabetismo. La mayoría había dejado la escuela después del segundo grado de primaria, quizás una herencia directa de la dictadura de Trujillo.

El proyecto de asociación de ahorro y crédito de Joan y Mary fue diseñado para que fuera fácil y simple de entender y administrar. Desde el principio, los ahorros eran muy pequeños, principalmente en monedas (de veinticinco, diez y cinco centavos), no en billetes de papel de peso. No se requería garantes ni garantías. Se proporcionaba un préstamo solo con la firma de un vale para pagar el préstamo. El interés se fijó en un uno por ciento.

Inicialmente, la tesorera llevaba el dinero a casa en una caja de madera cerrada con candado y la presidenta tomaba la llave. La caja solo se abría en reuniones semanales en presencia de las asociadas. Cuando las cajas comenzaron a llenarse, Joan y Mary llevaron a las dirigentes de la asociación a La Vega para abrir una cuenta en el Banco Popular.

Un sistema de ahorro muy similar a este se desarrolló en Bangladesh en 1983 y se hizo muy famoso, implementándose ampliamente en el mundo en desarrollo.  Se denominó “Grameen Bank”, y su fundador, el señor Muhammad Yunus, recibió el Premio Nobel de la Paz por esa iniciativa en 2006. El Comité Nobel reconoció los “esfuerzos para crear desarrollo económico y social desde la base”. En este contexto, es importante destacar que la iniciativa de estas ex monjas en Cutupú precedió a la de Bangladesh por once años.

Para asombro general y no sin dificultad, el esquema de Cutupú funcionó. Las asociaciones se multiplicaron. En su apogeo, la red llegó a contar con veinticinco asociaciones, todas cohesionadas bajo la Federación Campesina Juana y María. Las mujeres de Cutupú aceptaron con entusiasmo que los fines de las asociaciones serían el bienestar de las familias, el mejoramiento de sus hogares y oportunidades para el progreso de los niños. En términos prácticos, esto ha significado que los ahorros a través de las ganancias de la asociación se gastan en educación, mejoramiento del hogar y atención médica.

Joan Tinkess me cuenta que dos asociaciones lograron que las ganancias acumuladas llegaran hasta el millón de pesos, cada una, en aquellos tiempos, ahora es mucho más. Uno de los muchos beneficios visibles es que la mayoría de los hogares de los residentes de la parroquia San Lorenzo de Cutupú ahora disfrutan de pisos de cemento y techos de zinc.

Es la aspiración de la cooperación al desarrollo corregir los errores del pasado y liberar a los seres humanos de la opresión y la asfixia cultural innecesaria. Esta obra de Joan y Mary liberó a estas mujeres a través de una de las herramientas humanas más importantes: la capacidad de organización para resolver los problemas personales y de sus comunidades. Aquí, a través del crédito, se logra empoderarlas, para que entendieran que con sus propias experiencias y esfuerzos podían ser protagonistas de su desarrollo. Además, se logró el sueño de cualquier proyecto de desarrollo, que se mantenga y multiplique después de la salida de sus creadores, con la gestión de los socios locales.

Joan y Mary serían las primeras en admitir que este proyecto no podría haber tenido éxito sin la ayuda de muchas personas. Encabezando la larga lista estarían las mujeres de Cutupú, sus protagonistas, el obispo Antonio Camilo, el padre José Luis Lanz s.j. y el padre Rod MacNeill.

Después de muchos años, la edad y los problemas de movilidad física obligaron a ambas mujeres, a regañadientes, a jubilarse. Inevitablemente y con mucha tristeza dejar amigos y un trabajo que adoraban. Pero también, con una gran satisfacción por haber logrado crear un programa que aún sigue cambiando la vida de muchas familias campesinas. Hoy, como nunca antes, nuevas generaciones de esas campesinas están ingresando a la universidad. Si bien Joan y Mary ya no están físicamente en el país, se mantienen constantemente en contacto por teléfono y vía correo electrónico.

¿Pero, la gran pregunta es ahora qué sigue? Con el éxito surge la pregunta de si la “maravilla” de Cutupú debe seguir siendo un beneficio únicamente para la parroquia de Cutupú y sus vecinos cibaeños. Si bien la orientación de Joan Tinkess y Mary Tiner estará disponible solo a distancia, la genialidad del programa, su simplicidad y sus inmensos beneficios sociales, sugieren fuertemente que debe replicarse ampliamente en otras áreas rurales del país y de la región centroamericana y del caribe.

Aunque la fórmula del microcrédito es sencilla, todos los involucrados en Cutupú confirmarán que el crecimiento y la supervivencia requieren un alto nivel de paciencia y disciplina. El estricto cumplimiento de las normas es fundamental. La experiencia ha demostrado que sin disciplina, el sistema colapsará. La fórmula actual de asociaciones de mujeres funciona bien y debe mantenerse. La clave es la capacidad de organización y el empoderamiento.

Joan y Mary están convencidas de que en las asociaciones actuales hay mujeres fuertes y capacitadas capaces de seleccionar y entrenar a mujeres en otras partes del país. También es imperativo preservar la neutralidad política del programa. El orgullo por el éxito de las asociaciones debe brotar del suelo del campo.

No estaría de más que cada nueva persona elegida para administrar el programa pudiera leer las memorias de Joan, “Ni un paso atrás” y “Desafío y Esperanza”. Los lectores de “Ni un paso atrás” notarán que la dedicatoria del libro es “a la memoria de cuatro valientes dominicanas: Minerva, María Teresa, Patria Mirabal y Florinda Soriano Muñoz (Mamá Tingó).