El pasado 27 de febrero se cumplieron 181 años de la independencia de nuestro país del dominio de Haití, el cual sometió a nuestro territorio por veintidós años a la más cruel pobreza, opresión y esclavitud, y que gracias al esfuerzo, al sacrificio y entrega del patricio Juan Pablo Duarte y Diez, así como de los demás trinitarios que lo acompañaban, entre los que se destacaron Francisco del Rosario Sánchez y Matías Ramón Mella, quien con su trabucazo en la Puerta del Conde, esa noche memorable, logró que ondeara por primera vez en el pabellón, nuestra bandera tricolor, anunciando el nacimiento de la República Dominicana.
Desgraciadamente durante todo ese tiempo, es muy poco lo que nuestro país ha avanzado en lo institucional, en cuanto a desarrollo humano y social. Se habla mucho de que hemos avanzado, de bonanzas, crecimiento, de desarrollo sostenible, de progreso, pero todo eso es pura retórica, pues continuamos sumidos en la pobreza, en el sub desarrollo, con una gran deuda social acumulada cada vez mayor; en la pérdida de nuestra identidad, de nuestros valores morales, culturales, patrióticos y espirituales; deficiencias en todos los servicios públicos básicos, como son: energía eléctrica, agua potable, la salud y la seguridad ciudadana; el nivel de la educación es cada día más pobre, a pesar del enorme presupuesto asignado. Ni hablar de la destrucción del medio ambiente y de los recursos naturales, pues en los últimos años ha desaparecido el 90% de los ríos, arroyos y cañadas.
El desarrollo de un país no se debe medir por su crecimiento material, sino, por el grado de desarrollo humano, social, institucional, de salubridad y educacional, y esta es una materia que aún nos falta por aprobar. En lo único que nuestro país ha crecido en todo ese tiempo es en cuanto al endeudamiento externo, el cual asciende a cerca del 70 % del Producto Interno Bruto; en la corrupción pública y privada, en la evasión fiscal, alcanzado el tercer lugar de los países del área.
Tenemos un Poder Legislativo y un Poder Judicial que da pena y vergüenza, que han dejado mucho que desear, pues el primero, conformado en un gran número por dueños de juegos de azar y buscadores de canonjías, además de inoperante, está cada vez más desprestigiado; el segundo, en la mayoría de los casos, solo aplica las leyes a los descalzos, dejando en libertad a los que cometen grandes actos de corrupción.
Existe también otro estamento del Estado dominicano al que Duarte, viendo la importancia y la necesidad de soluciones, lo consideró como el cuarto poder, el municipal, el cual, tampoco ha cumplido con su verdadero rol en la mayoría de los municipios del país.
Todavía el país adolece de un Código Penal moderno, el cual lleva más de veinte años dando vueltas en ambas cámaras legislativas, pues en verdad no ha habido el más mínimo interés de que este sea aprobado. Durante el gobierno sietemesino del Presidente Juan Bosch, en 1963, hace sesenta y dos años, en uno de sus discursos desde el Palacio Nacional, este solicitó al Congreso Nacional, la aprobación de un nuevo Código Penal, pues según sus propias palabras, el que se aplicaba en nuestro país era el Código Napoleónico, con casi doscientos años de aprobado. Todavía continúa siendo el mismo.
En cuanto a la transparencia y a la rendición de cuentas de los funcionarios y servidores públicos, es muy poco lo que se ha avanzado, pues a pesar de contar con la Ley 311-14 , que establece el Sistema Nacional de Declaraciones Juradas de Patrimonio de los Funcionarios y Servidores Públicos, a la mayoría hay que presionarlos para que presenten un mamotreto de la misma, ya que estos argumentan una serie de pretextos para no presentarla en la Cámara de Cuentas de la República, y cuando lo hacen, lo declarado dicta mucho de la realidad de las propiedades que poseen. Con funcionarios así, el país jamás va poder avanzar hacia la institucionalidad, la transparencia y alcanzar el desarrollo que tanto se habla. Lamentablemente a estos no se les aplica ningún régimen de consecuencia.
En cuanto al control de nuestras fronteras con Haití, esto es algo muy doloroso, pues cada vez la inmigración haitiana indocumentada, fruto de la corrupción imperante, es cada vez mayor. A los 181 años de haber logrado nuestra soberanía e independencia, nuestro país sigue siendo un puro desorden, debido a que los sectores de poder, sacan del mismo, pingües beneficios.
El ejemplo de transparencia y de la primera rendición de cuentas que conoció el país, la que hizo el Patricio Juan Pablo Duarte y Diez sin que existiera una ley ni nadie que se lo exigiera, de nada ha servido, pues la misma ha sido echada en el olvido. Seguimos actuando y haciendo más de lo mismo, en muy pocas cosas hemos avanzado, pues todo se reduce a discursos vacíos y a una gestión de parches, sin soluciones definitivas. Ojalá que el ejemplo y el sacrificio del patricio Juan Pablo Duarte y Diez motive e inspire a la clase gobernante a realizar una gestión cada vez más justa y equitativa. Que así sea.
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